MENTES QUE VAGAN
Mi vecina me contaba
sobre su gato ciego
que sale por las noches.
¿Adónde va?, le pregunté.
Entonces mi madre muerta
llama
para que entre y me lave las
manos
porque la cena está en la
mesa:
el ratoncito que cazó el
gato.
CONVERSACIÓN EN LA RADIO
“Tuve suerte de llevar la
biblia conmigo.
Cuando los extraterrestres me
raptaron…”
¡América! le grite a la
radio,
¡incluso a las dos de la
madrugada eres un manicomio!
¡No, rectifico!
Eres un ángel de piedra en el
cementerio
escuchando a los gansos en el
cielo
con tus ojos cegados por la
nieve.
LOS SIGLOS
Muchos pobres infelices no
dejaron rastro
de haber vivido aquí alguna
vez.
Esta ponchera de plata
perteneció a una casa con torreones;
sigue en pie, aunque la
rosaleda
y los abedules desaparecieron
hace tiempo.
En lo profundo del bosque los
muros de piedra
cuentan otra historia, la
manera en que todo
lo que se predijo en sueños
llegó a suceder:
la joven acurrucada en su
cama,
desnuda y temblando de frío,
vistiendo aún el velo que
llevó en la iglesia.
Las niñas que admiran las
esferas de los relojes
en el escaparate de una
joyería
aún no saben decir la hora
—ni yo tampoco—.
Ven primavera, nuestros
senderos están embarrados.
Las noticias del mundo
exterior llegan
más rápido, pero aún nos
dejan confundidos.
De Mi séquito silencioso (Vaso Roto, 2014)
Traducción de Antonio Albors
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