lunes, 13 de diciembre de 2021

Cuatro poemas de Verónica Viola Fisher

 


Había una vez un corazón que no sentía. Su ser era puro pensamiento. Y latía acompasadamente, racional. Un día le ocurrió que se aburrió. Siempre el mismo latido, repetido hasta el cansancio. Quería un cambio. Pensó primero en cambiar la fuerza de cada bombeo. Y apareció una débil música, donde había golpes débiles y golpes fuertes. Después, pensó en complicarla más, cambiando el intervalo de los latidos. Entre uno y otro no había el mismo tiempo. Se aceleraba, se detenía, inventaba cadencias rítmicas. Pero entonces todo cambió para el corazón. La música lo hacía sentir. Su pensamiento se desintegró, y su sangre, que era azul, se volvió roja.

 


Había una vez un tornillo. Que se había caído de una cabeza. El tornillo necesitaba una cabeza para existir como tal, cumplir su función, hacer algo de su vida. Pero ninguna cabeza lo recogía. Y tirado en el suelo lloraba oxidándose. ¡Pobre tornillo! Hasta que lo abrocharon a un taco Fisher. Pero el tornillo sufría, en contacto con el plástico en vez de una masa suave y mullida. Que además le hablaba. Este plástico estaba muerto. Un día, después de mucho tiempo, la pared se descascaró de más y el tornillo volvió a caer, solo. ¿Entraría en una rodilla? Entonces lo agarró otra cabeza, y pudo ayudarla, completando un vacío que la tenía loca.

 


Había una vez una cajita de música. En la cajita de música, los dientes tocaban Para Elisa. Y afuera, una bailarina danzaba. Pero un día nadie más le dio cuerda, y se oxidó. Entonces la encontró una niña. La niña guardaba la cajita de música como un tesoro, y cada vez que le daba cuerda cantaba y bailaba, como si fuera ella la bailarina y ella la música. La cajita de música era inspiradora aún muerta. Así, hay objetos eternos, que se reinventan y dan cosas diferentes en diferentes momentos.

 


Había una vez un alma. Había una vez un yo, un superyó, y un ello. Había una vez una carta natal. Había una vez una borra de café. Había una vez un dios. Había una vez muchos dioses. Había una vez el I Ching. Había una vez el horóscopo chino. Había una vez el horóscopo maya. Había una vez causa y efecto. Había una vez un espíritu. Había una vez el inconsciente. Había una vez un mazo de cartas. Había una vez un mae de santo, un cura, un médium, una bruja. ¿Quién soy? Todas las respuestas a todas las preguntas había una vez. Y ninguna era cierta.



De Había una vez (Caleta Olivia, 2021)

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Mary Ruefle - Los colores de la tristeza

 


La tristeza azul es más dulce cortada en tiras con tijeras y luego en trocitos con un cuchillo, es la tristeza del ensueño y la nostalgia: puede ser, por ejemplo, el recuerdo de la felicidad que ahora es solo recuerdo, que ha retrocedido hasta un hueco que no se puede desempolvar porque está fuera de tu alcance; inconfundible y polvorienta, la tristeza azul habita en tu incapacidad para desempolvarla, es tan inalcanzable como el cielo, es un hecho que refleja la tristeza de todos los hechos. La tristeza azul es aquello que deseas olvidar, pero no puedes, como cuando de golpe en el autobús uno se imagina con absoluta claridad una bola de polvo en el closet, un pensamiento tan extraño e intransmisible que sonroja, una intensa rosa que se extiende sobre el hecho azul de la tristeza, creando una situación que solo puede compararse con un templo que existe, pero que para visitarlo es necesario viajar tres mil kilómetros en trineo y raquetas de nieve, ochocientos a caballo y otros ochocientos en bote, más mil quinientos en tren.   

 

*

 

La tristeza púrpura es la tristeza de la música clásica y la berenjena, de las campanadas de medianoche, los órganos humanos, los puertos cortados por partes cada año, las palabras con demasiados significados, el incienso, el insomnio y la luna creciente. Es la tristeza del dinero de juguete y de los icebergs vistos desde una canoa. Es posible bailar con la tristeza púrpura, aunque despacio, tan despacio como se cavaría un pozo para un gigante dormido. La tristeza púrpura es penetrante y se adentra más profundamente que los depósitos de níquel más grandes del mundo, o que cualquier otra tristeza sobre la tierra. Es la tristeza de los almacenes y de tacones resonando en un largo pasillo, es el sonido de tu madre cerrando la puerta por la noche, dejándote solo.     

 

*

 

La tristeza gris es la tristeza de los clips y las ligas, de la lluvia y las ardillas y el chicle, de los bálsamos y los ungüentos y los cines. La tristeza gris es la más común de todas las tristezas, es la tristeza de la arena en el desierto y de la arena en la playa, la tristeza de las llaves en el bolsillo, de las latas en un estante, del pelo en un peine, de las tintorerías y de las pasas. La tristeza gris es bella, pero no debe ser confundida con la belleza de la tristeza azul, que es irremplazable. Es triste decirlo, pero la tristeza gris es reemplazable, se puede reemplazar todos los días, es la tristeza de un muñeco de nieve derritiéndose en una tormenta de nieve.

 

*

 

La tristeza verde es la tristeza vestida para graduarse, es la tristeza de junio, de las tostadoras relucientes que salen de sus cajas, de la mesa puesta antes de la fiesta, del aroma de las fresas nuevas y de los asados que gotean a punto de ser devorados; es la tristeza de lo que no se percibe y, por lo tanto, nunca se siente y pocas veces se expresa, salvo algunas veces por bailarinas de polka y niñas que, imitando a sus abuelas, deciden quién se quedará con sus conejos cuando ellas mueran. La tristeza verde pesa menos que un pañuelo sin usar, es el silencio fúnebre de los huesos bajo la alfombra de hierba verde cortada al parejo en la que los novios caminan con alegría.      

 

*

 

La tristeza café es la tristeza común. Es la tristeza de enormes piedras erguidas. Eso es todo. Así de simple. Enormes, erguidas piedras alrededor de otras tristezas, protegiéndolas. Un círculo de enormes, erguidas piedras, ¿quién lo hubiera pensado? 

 

*

 

La tristeza naranja es la tristeza de la ansiedad y la preocupación, es la tristeza de un globo naranja vagando sobre montañas nevadas, la tristeza de las cabras salvajes, la tristeza del cálculo, como cuando uno se preocupa de que otro cargamento de pensamientos esté a punto de entrar en la casa, de que un soufflé o un Cessna caigan el día reservado para no estar triste, es la neblina naranja de un zorro a la distancia, habla el extraño lenguaje astado de fantasmas y baterías muertas, es la tristeza de todas las cosas que se dejan en el horno durante la noche y se olvidan por la mañana, y así la tristeza naranja se pierde dentro de nosotros, igual que su motivo.   

 

De My private property (Wave Books, 2017)                                                                                               Traducción LEG


lunes, 20 de septiembre de 2021

Camila Sosa Villada - Acerca del poema

 

Un poema es un animal muy difícil de cazar. Todo intento de acercamiento solo lo espanta y huye. Se transparenta a voluntad, se diluye y desaparece frente a nuestros ojos. Parece que lo tenemos, pensamos que puede poseerse, pero frente a la posibilidad de escribirlo solo quedan tambaleando unas pocas palabras.

Un día pasé frente a una funeraria y sentí muy cerca la existencia de un poema. Los deudos estaban en la vereda fumando, hablando del clima, de las cuentas por pagar. Algunos tenían en los ojos rastros de haber llorado. Pero se habían organizado fuera del velorio para poder hablar de nada, de lo corriente que es la vida y alejarse del hecho fatal de tener que pensar en la muerte, en todo lo que hay que resolver delante de la muerte. Como no tenía con que escribir en ese momento, escribí una nota en mi teléfono celular.

Esto había funcionado alguna vez en un viaje, frente a la belleza del mar Báltico. Esa vez había anotado las primeras palabras del poema en el teléfono celular, como las guías con lápiz que hacen los pintores sobre la tela para luego comenzar a pintar. Pero esta vez, al volver a casa e intentar escribir a partir de esas palabras, el poema se extinguió. Fue como tirarlo al fuego.

Creía que existía un método para la poesía. Pero lo cierto es que la poesía no admite técnicas ni métodos. Busca el vacío. De esa sensación de impotencia, de invalidez frente a lo absurdo de escribir un poema, extraigo un aprendizaje. No se llega al poema sabiendo algo, se entra en él completamente ignorante y se sale de él más ignorante aún. Y solo contamos con dos apoyos: el de la distancia en el tiempo y la corrección.

Ciertos sucesos, el amor, el sufrimiento, un mal recuerdo, una dicha, hacen que el poema se acerque, que pasee cerca nuestro. Es preciso saber que está cerca, que anda por ahí y esperar el momento oportuno para atraerlo a nuestra trampa. Pero hay un protocolo, algo así como una ceremonia que llama al duende. El rito de abrirse a la ceguera, a la negritud. Estar dispuestos a eso.


De El viaje inútil (DocumentA/Escénicas, 2018).

martes, 14 de septiembre de 2021

Gonçalo M. Tavares - Cinco películas cortas

 

¿QUÉ HABRÁ SUCEDIDO, SEÑOR?

Una estación de servicio, de noche. El empleado tiene un gorro en la cabeza, el cliente tiene un automóvil blanco y está fuera de él, pagando. El coche blanco tiene la puerta del conductor abierta y parece ahora una puerta que invita, que no se cierra porque hay algo de afuera que hace falta: el conductor. Y esa puerta abierta muestra que el conductor se bajó solo por pocos segundos, un minuto a lo sumo, porque va a pagar y enseguida va a volver, va a entrar por la puerta abierta del automóvil, la va a cerrar y regresará a la carretera. Sin embargo, algo va a pasar, algo le va a pasar al conductor, algo que no vamos a ver pero que adivinaremos por los sonidos, algo va a sucederle al conductor porque la puerta del conductor no se quedará abierta solo por pocos segundos, o un minuto, o varios minutos, la puerta se quedará abierta, a la espera, como una persona a la espera, como un perro a la espera del lado de afuera de la puerta de una casa, la puerta del automóvil se quedará así, abierta, a la espera durante una hora, dos, toda la noche se quedará así a la espera de su dueño, de su conductor.

 


EL NÚMERO 76

Una vaca, con el número 76 en la oreja, está muerta, el cuerpo tumbado en la nieve. El frío súbito y excesivo mató varios animales. Decenas, cientos, miles de animales. Pero ningún animal era igual a aquella vaca con el número 76 pintado en un cartelito amarillo prendido a la oreja. Este número, vaya a saber por qué, asusta.

 


EL ALMACÉN

En un almacén, un póster de Marilyn Monroe, en el fondo.

Después vemos el almacén. Alimentos sin acomodar, suciedad en el mostrador y en los estantes.

Después vemos a la pareja que trabaja en el almacén, probablemente sus dueños. Son feos, terriblemente feos.

En el fondo, el póster de Marilyn Monroe.

 


LA MÁSCARA

El hombre con una máscara de perro. A su lado, una bailarina de siete años. La niña muestra sus habilidades.

Estamos en un salón de danza. Vemos el espejo y en el espejo se ve todo el salón. Está vacío. Solo un hombre con la máscara de perro y la niña de siete años que hace los pasos de baile, acompañando, con precisión, la música. Es cada pausa, la máscara de perro aplaude. Debe ser el padre de la niña, pensamos. Es una muestra de la niña y el padre está aplaudiendo, pensamos.

Pero, de todas formas, ¿por qué así?

 


LA FUGA

Alguien huye, corre a gran velocidad y está asustado. Lo vemos por su rostro que seguimos de cerca: las cejas, el sudor; la cara tensa, todo en este plano muestra que estamos frente a una fuga y una persecución. Y lo que nunca vemos —pues el plano es siempre del rostro— es al perseguidor, al hombre que con maldad detrás de ese hombre que huye.

Pero el plano se abre y tenemos una sorpresa: el hombre está corriendo alrededor de una mesa, de una mesa grande, claro, y circular, pero de una mesa.

No está entrenando en alguna modalidad extraña, hasta la extrañeza tiene límites. Y no hay perseguidor porque solo hay una mesa y no hay espacio para nadie más.

Pero lo que importa es que nuevamente vemos, muy cerca, aquel rostro asustado. Y si un rostro está así de asustado es porque tiene sus razones. Y aquel rostro asustado justifica por completo la fuga, aun cuando no haya perseguidor y cuando el hombre corra y huya alrededor de una mesa, todo está justificado. Miramos el rostro asustado y pensamos que sí, es justo, es adecuado, es equilibrado, está bien así. Aquel hombre merece tener miedo y estar asustado.

Si estuvieras, por ejemplo, en la misma situación —corriendo como loco alrededor de una mesa—, ¿no estarías asustado también? Yo sí, digo, respondo que sí, que si corriera de aquella manera, que si tuviera tal miedo corriendo alrededor de una mesa, me daría más miedo y por eso correría más todavía, como un loco, para huir, para que no me alcance.  



De Short Movies (interZona, 2021)                                                                                              Traducción de Julia Tomasini

viernes, 20 de agosto de 2021

Cuatro poemas de Björn Kuhligk



LA MITAD DE LA NOCHE

 

La mitad de la noche era el sitio

que cruzábamos, en el que el corazón

era un vándalo, como si una de sus cámaras

traicionara a la otra, yacíamos, mi boca

en su cuello, escuchábamos el espacio, ruidos

nuestro doble corazón, ruidos, nuestro doble corazón

cuyos latidos se acercaban el uno al otro

cuando habíamos encontrado el sueño

y yo, el amante reseco, bajo

su lengua que aspiraba a la gracia,

en el sueño disparaba con un gran calibre

hacia una pared en el sitio que siempre era el mismo

 



CÓMO SURGE UN POEMA

 

Esperas a que caigan las ideas,

la primera imagen, estás sentado, te paras, yaces

tejes una andadera, esperas

por la ignición, por la mutación

del presente, el festival de imágenes

concebiste mundos, no tienes

interés en ser parte de un estudio

podrías explicarlo, podrías explicarlo

tampoco está mal, estás a la sombra

a la luz, no en la lluvia, junto a la magnolia

al castaño, en la dinámica cultural

en cada tontería, en la ejecución

de los gestos, qué eres, uno que siempre obedece

a su ancestral habitante interior, uno, que

se declara, cuando aclara lo que

hace, al menos una cuestión de gusto,

en su totalidad, una cuestión, que no

debe saber al sabor de cómo surge un poema:

despacio, a tropezones, a la altura de los ojos.

 



AZULCIELO

 

Este poema conoce su tema, posee una claridad

con que otros sueñan, este poema ha leído todos

los demás poemas y no debe preocuparse por ello,

pasado un siglo quedará al desnudo, pero bien

presentable, este poema ya estaba vendido

antes de ponerse a la venta, usa una flor amarilla

en lo redondo de la última letra, es el dátil

en el manzanar del vecino, este poema no requiere

dominarse, puede hacer lo que desea, ya jugó

a la ruleta africana y lo hizo al mismo tiempo

dejó limpio el parque, si orina lo hace contra el viento

azulcielo, si se lo piden, también puede

 



EL VIGOR EN LAS CÉLULAS

 

Los niños crecen y cumplen años

padre y madre cumplen años y decrecen

seguro de mi condición inmortal

contemplo cómo se transforma

mi cuerpo, cómo el vigor

en las células, lo que no logro

lo que me pierdo, lo que se pierde

formé una colección de arrugas

festejé en ferias de pueblo

rosas sobre la mesa de la cocina

la pasión por el sorbete de pera

dolores de espalda y las primeras canas

así fue, así será, el caballo

muy viejo, el jinete sigue con ganas

nunca abriré escuela alguna

de danza, qué pena, de veras qué pena

 


De El poema cruza un cuerpo y no saluda (Ediciones de Medianoche, 2021)                                  Traducción de Daniel Bencomo

domingo, 16 de mayo de 2021

CAconrad - Cinco poemas de El libro de Frank

 


A Frank le crecieron cuervos en lugar de manos

 

fue una adolescencia difícil

 

al bendecir la mesa antes de cenar

sus cuervos aleteaban

conmovidos en el nombre del señor

"¡FRANK! ¡QUÉDATE QUIETO!" Mamá chillaba

"¿¡te lavaste los cuervos!?"

"¿¡te lavaste LOS BENDITOS CUERVOS!?"


cuando papá murió

encontraron a Frank

montado sobre él

sus cuervos le picaban

las siete emplomaduras de oro

 

 *

 

la muerte de mamá

goteaba

dentro de Frank

 

él se tapaba las orejas pero

esto amplificaba el sonido

 

sus pies se hinchaban

sus tobillos

 

canillas

 

rodillas

 

¿esto se detendría?

¿él explotaría?

¿se ahogaría?

 

 *

 

por amor

Frank hablaba suavemente

dentro de los sobres

en vez de

escribir

cartas


*

 

la tetera de Frank

quería tener ojos

 

pero gotearon

lágrimas

por supuesto

 

“¡yo te dije!” grita

Frank “¡yo te dije!”

 

cada vez que amanece

sirve otra

triste

taza

 

*

 

en la fiesta

todo el mundo señaló con los dedos

la parte del cuerpo donde

quisiera tener

cáncer si tuviera que

tener cáncer

 

el anfitrión le preguntó a Frank

en qué parte quisiera tener el suyo

 

“¡qué pregunta!”, dijo Frank

“quisiera tener mi cáncer aquí mismo

y trazó un círculo

sobre el cuerpo del anfitrión




De El libro de Frank (Triana, 2017)                                                                                            Traducción de Jacob Steinberg

 

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Cuatro poemas de Adélia Prado

 


SEDUCCIÓN

 

La poesía me agarra con su rueda dentada,

me fuerza a escuchar inmóvil

su discurso esdrújulo.

Me abraza detrás del muro, se sube

la pollera para que mire, amorosa y loca.

Pasa algo malo, le digo,

también soy hijo de Dios,

déjame desesperar.

Ella me responde pasando

la lengua caliente por mi cuello,

dice algo para calmarme,

habla de piedras, geometría,

se descuida y se pone tierna,

aprovecho para escaparme.

Corro ella corre más,

grito ella grita más,

siete demonios más fuerte.

Me agarra la punta del pie

viene hasta mi cabeza,

haciendo surcos profundos.

Es de hierro su rueda dentada.

 



AMOR VIOLETA

 

El amor me hiere debajo del brazo,

en un hueco entre las costillas.

Alcanza mi corazón por esta vía inclinada.

Pongo el amor en un mortero con ceniza

y granos morados y trituro. Lo macero,

hago de él una cataplasma

lo pongo sobre la herida.

 



COMO UN MACHO

 

Comí frente al televisor

sin usar cuchillo

y repetí el plato

como los camioneros que hablan con la boca llena

vi un programa hasta el final.

Hasta altas horas de la madrugada

me quedé viendo chicas bamboleantes

locutores idiotas dijeron

agarra mi micrófono, linda.

Después fui a dormir y soñé,

volaba perseguida por soldados

un vuelo lleno de miedo

temiendo enredarme en la red eléctrica.

Me desperté con decepción y ansiedad,

un macho verdadero

soñaría con bamboleos.

 



PRIMERA INFANCIA

 

Era rosa, era malva, era leche,

las amigas de mi madre vaticinando:

va a ser muy feliz, va a ser famosa.

Eran puntillas, paño blanco, estrella del alba,

hazte la señal de la cruz, en el oído, en la frente.

Sobre tu boca y tus ojos

el nombre de la Trinidad te proteja.  

Bordados en el vestidito: navíos.

Todos con vela. El viaje que yo haría

alrededor de mí.

 



De Poesía reunida (Griselda García Editora, 2020)                                                                        Traducción de José Ioskyn

miércoles, 3 de marzo de 2021

Mary Oliver - Dos o tres cosas


1


No me molesten.

Acabo

de nacer.

 


2


El vuelo de la mariposa, como al galope,

la conduce por el reino de las hojas

delicadamente, tan bien la conduce

a donde quiera ir, a donde sea, parando

aquí o allá, embriagada entre las gargantas

húmedas de las flores y el barro negro; arriba

y abajo aletea, frenética y sin rumbo; y a veces

por un instante, largo y precioso, se vuelve perfectamente

perezosa, cabalgando inmóvil en la brisa, sobre el suave tallo

de cualquier flor.

 


3


El dios de la tierra

vino hasta mí muchas veces y dijo

tantas cosas, sabias y encantadoras, me tendí

sobre el pasto a escuchar

su voz de perro

voz de cuervo

voz de sapo; ahora

dijo, y ahora

y nunca jamás dijo para siempre,

 


4


lo cual, sin embargo, siempre estuvo

como una filosa pezuña de hierro

clavada en el centro de mi mente.

 


5


Todo lo que necesitas son dos o tres cosas

para atravesar el lago azul, la espesura

de los bosques y la rigidez

de las flores del relámpago –una intensa

memoria del placer, un agudo

conocimiento del dolor.

 


6


¡Pero quitarse de encima la pezuña!

Se necesita una idea 

para eso.



7


Por años y años luché

solo para amar mi vida. Y entonces

la mariposa

se elevó, ligera, con el viento.

“Tampoco ames tanto

tu propia vida” me dijo

y desapareció

dentro del mundo.


De El trabajo del sueño (Caleta Oliva, 2021)

Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

martes, 5 de enero de 2021

Heather Christle - Fragmentos de El libro de las lágrimas

 



Escribir un poema no es muy distinto de cavar un hoyo. Es trabajo. Se intenta aprender lo que se puede de otros hoyos y de las personas que los cavaron antes que nosotros. La dificultad viene de aquellos que no cavan ni se pasan el tiempo dentro de hoyos, y que creen que estos hoyos no deberían ser tan húmedos, ni oscuros, ni llenos de gusanos. "¿Por qué no está tu hoyo lleno de luz?". Es que es un hoyo, señor.




Quizá no podemos conocer las verdaderas razones de nuestro llanto. Quizá no lloramos por, sino cerca o alrededor.




Un director quería que la joven Shirley Temple llorase en una escena de su película y le dijo que “un hombre feo, verde con los ojos color sangre había secuestrado a su madre”. Temple lloró y la cámara filmó. Tanto Temple como su madre se enfadaron al enterarse de innecesario engaño del director, pues la joven ya sabía llorar a voluntad si la escena se rodaba por la mañana, antes de que los acontecimientos del día ”diluyeran su ánimo melancólico”. “Llorar es demasiado difícil después de comer”, afirmó Temple.




En ocasiones, los cuerpos de los pacientes con “muerte cerebral” secretan lágrimas cuando les extirpan los órganos. Qué extraño es decidir el sujeto de esta frase. Por ejemplo, no diré que los cuerpos de los futbolistas secretan lágrimas cuando ganan la copa del mundo, aunque sea igual de cierto.




“Romper” a llorar parece el verbo adecuado, como si las lágrimas fueran acumulándose en una membrana hasta que esta acaba por ceder, hasta que la frontera entre el cuerpo y sus lágrimas se disuelve, hasta que el yo ciudadano entra en la nación del llanto. O quizá es que el propio yo se vuelve lágrimas y se rompe en gotas pequeñas y cálidas.




Una queja en Amazon sobre una muñeca que llora que algunos días también puede describirme a mí:

La muñeca llora, pero luego no hace nada más. Después de los lloros se oye un ruido mecánico dentro de la muñeca (como si intentara hacer algo), pero no pasa nada. El ruido continúa hasta que la apagas manualmente.




El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y comenzamos a llorar por el hogar que habíamos perdido.




Desde hace mucho tiempo se viene diciendo que los elefantes lloran lágrimas de emoción, aunque desde hace exactamente el mismo tiempo los observadores escépticos han replicado que los animales sólo lloran en respuesta al dolor físico. Lloren o no, los elefantes son célebres por el duelo que profesan a sus muertos. En 1999, Damimi, una elefanta en cautividad de setenta y dos años “murió de pena” después de que su joven amiga elefanta falleciese al dar a luz. Según la BBC, “los empleados del zoo dijeron que derramó lágrimas sobre el cuerpo de su amiga y luego permaneció inmóvil en su cercado durante días”. Finalmente murió de inanición.




El día que nació mi hija, el ginecólogo pasó a verme durante su ronda de visitas. Quise preguntarle qué le había obligado a hacerme la cesárea, qué había causado la infección que le obligó a practicar la cirugía. No recuerdo cómo planteé la pregunta, pero recuerdo con absoluta precisión su respuesta: "La vagina es un sitio sucio". ¿Qué libro me habría gustado arrojarle a la cara? Nuestros cuerpos, nuestras vidas. Amazon calcula que el peso de su edición en tapa dura es de medio kilo.




En la universidad, los estudiantes han calculado que es imposible que todos los seres humanos de la tierra lloren lo bastante en un día para llenar el más breve de los ríos del mundo. Sin embargo, si cada uno se comprometiera a derramar cincuenta y cinco lágrimas, podríamos llenar una piscina olímpica.




Se dice que lloramos cuando fracasa el lenguaje, cuando las palabras ya no pueden transmitir adecuadamente nuestro dolor. Cuando mi llanto no está suficientemente exento de palabras, me golpeo la cabeza con los puños.




De El libro de las lágrimas (Tránsito, 2020)                                                           Traducción de Magdalena Palmer