lunes, 11 de diciembre de 2023

Tres poemas de Matthew Dickman

 


PROBLEMA

 

Cuando tenía treinta y seis, Marilyn Monroe se llevó a la cama

todas las píldoras para dormir. La hija de Marlon Brando

se colgó en el cuarto tahitiano

de la casa de su madre

mientras Stanley Adams se pegó un tiro en la cabeza. A veces

miras las nubes o los árboles y no se parecen

ni al suelo ni a las nubes ni a los árboles.

La artista Katy Chang

se prendió fuego y los hijos de Bing Crosby abandonaron

a los tiros su paso por la industria musical.

A veces me pregunto por la vida

interior de los osos polares. Deleuze, el filósofo,

se tiró al mundo por la ventana

para salir de él. Peg Entwistle, una actriz desconocida,

de liberó de la “H” de Hollywood,

cuando todo se veía en blanco y negro

y David O. Selznic era el rey, circa 1932. Ernst Hemingway

se llevó el caño a la sien en un pueblo de Idaho,

mientras su nieta, que era modelo, se trepó al árbol familiar

y se pasó de pastillas. Mi hermano

se pegó parches de fentanilo en el cuerpo

hasta que el cuerpo dejó de serlo. Me gusta

el sonido de los gansos en el agua. Me gustan

los jabones que te dan en los hoteles porque son lindos.

Sarah Kane se ahorcó. Harold Pinter

le dio unas rosas cuando aún estaba viva

y Louis Lingg, el anarquista, prendió un cartucho de dinamita

en su boca  

aunque tardó casi seis horas

en morir. Ludwig II de Bavaria se ahogó

y lo mismo Hart Crane, Virginia Woolf y John Berryman. Si estás

viajando y vas en tren, no te olvides de llevar

un libro. Andrew Martínez, el militante nudista, murió

en prisión, con una bolsa en la cabeza, desnudo,

y Potocki, el escritor y aristócrata polaco,

usó una bala de plata en 1815.

Sara Teasdale se tragó un frasco de pastillas

después de prepararse la bañera

en cuya agua se abrieron las venas

docenas de senadores romanos.

Larry Walters se hizo famoso

por volar con unos globos y una sillita plegable. Podía subir

miles de metros. Era un hombre que volaba.

Se disparó en el corazón. Por las mañanas al levantarme

me lavo los dientes, me lavo la cara

y me pongo la ropa que más me gusta.

Quiero tratarme bien.

 



EL REGALO


Cuando, durante una

de nuestras temibles

 

noches

juntos en el sofá

 

planeando la huida

el uno del otro

 

como marineros hambrientos

en una isla

 

donde uno quería quedarse

bajo las palmeras

 

y tomarse de la mano

y escuchar el mar

 

aunque murieran de hambre

y la otra quería

 

irse, porque para ella

lo desconocido era siempre

 

mejor que lo conocido,

me dijo

 

que una de las razones

por las que quería

 

tener un hijo, tener

uno conmigo,

 

era que en algún lugar

en su interior sabía

 

que ella se iría

y quería que yo

 

tuviera algo cuando

se fuera. Un animal

 

para mí, un amigo en la isla,

alguien a quien amar

 

que no fuera ella. Creo que dije

“ah”. Creo que debí

 

decir gracias. Gracias

por esto. Como si

 

el hijo fuera un regalo

envuelto en papel brillante

 

enviado

por el ocaso, un gesto

 

de despedida que supuestamente

haría que la despedida

 

fuera sobre la vida y no sobre la muerte.

Dije “ah”

 

pero dentro de mi cuerpo

estaba caminando por


la nieve con Owen

en mis brazos

 

tratando de cubrir

su cara del frío.

 

Estaba caminando

por un bosque

 

de noche, tomando

la mano de Owen y tocando

 

una campana para encontrar

a su hermano mayor.

 

Qué regalo tan extraño,

pensé

 

“Ah”, pensé

y ese ‘ah’ significaba

 

ah, por supuesto, ¿quién

querría estar

 

conmigo?

Los chicos son

 

milagros, dice la gente.

Los chicos son

 

regalos, dice la gente.

Y sobre la muerte

 

algunos dicen que somos

comida para gusanos, mi amor,

 

somos comida para gusanos.

Pero yo creo

 

que somos sobras de miel

para mapaches.

 

Quería que tuvieras

algo, dijo ella,

 

y entonces

como Cristo

 

haciendo girar el agua

con sus largos dedos

 

para convertirla en vino

ella milagrosamente

 

se llevó todo

y me dio todo.

 



EL REINO ANIMAL

 

Cuando Owen nació

tenía miedo,

 

como todos los padres

primerizos tienen miedo,

 

de que se me cayera

y se rompiera     

 

la cabeza, todavía

con forma de cono,

 

la forma que su cabeza

inteligentemente tomó

 

para escapar

del cuerpo de su madre

 

y entrar al mundo.

Empecé a tener sueños

 

larguísimos donde el cielo

se rompía y el alma

 

del cielo se escapaba

y se movía como un gigante

 

calamar rosa sobre

la galería de atrás,

 

la calle, el pasto.

Cuando me despertaba

 

me acercaba a él

y lo levantaba

 

y lo acunaba y pasaba

mis dedos por

 

su nueva columna vertebral

como un arpa. Yo tenía

 

algo que podría llamarse

ansiedad. No dejaba de pensar

 

en lo que pasaría

si le pisaba

 

la cabeza mientras estaba

acostado

 

en su mantita de lana,

cómo se sentiría mi pie

 

bajando y atravesándolo,

su piel de bebé,

 

su cráneo flexible.

Cómo el mundo entero

 

se convertiría en

un ataúd caleidoscópico

 

repitiéndose para siempre.

No dejaba de pensar

 

qué pasaría

si lo dejaba

 

en el auto, al sol

mientras paseaba

 

en el aire

fresco de algún sinuoso

 

pasillo de supermercado,

cómo las piezas de plástico

 

de su silla

se derretirían sobre él

 

y él sobre ella, cómo

su pañal estaría

 

cargado y caliente.

Y pensé en todos

 

esos padres

en el reino animal

 

que se comen a sus crías,

arrancan sus corazones

 

de sus pechos,

no porque tengan hambre,

 

o celos, no,

no por alguna antigua

 

secuencia atrapada

de ADN que aún no ha evolucionado,

 

sino porque no

saben cómo comerse a sí mismos,

 

que es lo que realmente

quieren, devorar

 

lo que más

odian, el vagón lleno de estrellas

 

del Yo, esa

bolsa de carne y huesos

 

que no pidieron ser.

Yo no pedí ser.

 

Pero acá estoy, enamorado,

acunando a este animal

 

humano sin pelo que viene

de un reino

 

de hormigas erguidas

con dedos en las manos y los pies.

 

Y mi único trabajo ahora,

en todo el mundo,

 

es no quebrar a mis hijos,

y a la vez,

 

enseñarles a no

quebrar a los demás,

 

aunque, claro,

lo voy a hacer y ellos también,

 

atrapados como estamos

y libres como cualquier otro animal.

 

 

De Café en la nieve (Zindo & Gafuri, 2023)                                                                    Traducción de Patricio Grinberg y Sebastián Urli

 

 

 

 

 

 

 

martes, 5 de diciembre de 2023

Cuatro poemas de Martín Gambarotta

 



Dan a entender que podrías llegar

a ser como ellos, te alientan a que

intentes ser como ellos, te tratan

como si fueras igual a ellos

porque saben que nunca

serás uno de ellos.

 



Terminó el día

sin pedirle nada

 

tampoco el día

pidió nada

 

se consumió

su llama un poco

sucia

 

nadie tuvo nada

para dar salvo dar

 

otro día por perdido

 

el sol es una yema

 

llega la noche

cada uno hace su pedido.

 

 


El que se quiere matar

no es que crea

que no tiene futuro

 

proyecta el futuro en exceso

hasta volverlo

mercancía de su muerte

materia que mataría

 

en mente tiene

demasiados proyectos

que se condensan

en un solo proyecto

inmediato

 

su único fin

es proveerse un final

 

reducir todo a nada

para que

con un apagón definitivo

eso sea todo.

 


 

Todo sistema comienza

                estafándose a sí mismo

para así poder idear la manera

más eficaz de estafar a los demás

hasta que los demás sientan

el ansia por estafar como el modo

más natural de estar en el mundo.




De Sangría (Rapallo, 2023)

Cuatro poemas de Piedad Bonnett

 


BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CON MIEDO

 

Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.

Pero pronto también

le recordaron los deberes de un hombre y

le enseñaron

a rezar, a ahorrar, a trabajar.

Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.

(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).

 

No obstante

—como un perro que gime, embozalado

y amarrado a su estaca—, el miedo persistía

en el lugar más hondo de mi padre.

De mi padre,

que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo

unas manos tan graves y tan limpias

como el silencio de las madrugadas.

Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.

De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre

todo lo que su corazón desorientado

sabía dar. Y entre ello se contaba

el regalo amoroso de su miedo.

Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,

sorteó cada noche y cuando pudo

se compró a cuotas la pequeña muerte

que siempre deseó.

La fue pagando rigurosamente,

sin sobresalto alguno, año tras año,

como un hombre de bien, el bueno de mi padre.

 

 


ORACIÓN

 

Para mis días pido,

Señor de los naufragios,

no agua para la sed, sino la sed,

no sueños

sino ganas de soñar.

Para las noches,

toda la oscuridad que sea necesaria

para ahogar mi propia oscuridad.

 

 


FOTOS

 

Al otro lado del teléfono

mi hermana habla de fiordos, de glaciares,

de rías, de bahías,

de “sastrugis”

 (que son dunas de nieve).

No puedes —dice— ni imaginar los matices del blanco,

su belleza.

Y anuncia fotos, muchas fotos.

Yo no la decepciono:

también me agito, muestro mi deseo

de ver a su regreso

lo que no alcanzan a decir sus palabras.

 

No le digo a mi hermana lo que en su fondo sabe:

que lo que quiere atar allá se queda;

que en su maleta

ya se comienza a derretir la nieve;

que no hay segundos tiempos,

que escribimos historias

con flores disecadas y mariposas muertas

que asfixian con su polen nuestros días.

Le digo en cambio

que aquí estoy, esperando su promesa

 

 


LECCIÓN DE SUPERVIVENCIA

 

Nada hay de bello en el pepino o carajo de mar.

Es, en verdad, un animal sin gracia,

como su nombre.

En el fondo de los grandes océanos,

inmóvil, blando, amorfo,

permanece

condenado a la arena,

y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo

despliega el mar.

Se sabe que

cuando el pepino de mar huele la muerte

en el depredador que lo amenaza,

expele

no sólo su intestino

sino el racimo entero de sus vísceras,

que sirven de alimento a su enemigo.

Con un limpio ritual

huye el pepino de aquello que amenaza con dañarlo.

Para sobrevivir queda vacío.

Liviano ya de sí y libre de otros

muda de ser.

 

Y poco a poco

sus entrañas

se recomponen.

Y vuelve a ser, en letargo de sal,

una entidad en paz que vive a su manera.




De Poesía reunida (Lumen, 2016)

 

martes, 7 de noviembre de 2023

Mary Ruefle - La mujer que no podría describir una cosa si pudiera

 

Tenemos una casa. Hay un techo y hay ventanas. Creo que son cuadrados. Puedes ver a través de ellos, eso es seguro. Hay una puerta para entrar y salir de la casa. Funcione en ambos sentidos. ¡Y un piso!

Salimos de la casa en un auto. El auto tenía ruedas, eran cuatro. Y había una puerta para entrar y salir del auto. En realidad había cuatro puertas, también éramos cuatro, así que cada uno tenía su propia puerta. Adentro solo había espacio para sentarse, y una correa que cruzaba tu cuerpo en caso de que hubiera un accidente.

Un accidente es cuando sucede algo que se supone que no debe suceder y no quieres que suceda, pero sucede de todos modos. Ese día no tuvimos ningún accidente. En cambio, fuimos a un restaurante.

El auto se quedó afuera del restaurante y nosotros nos quedamos adentro. Un restaurante es un lugar que cocina para ti. Les das dinero para que cocinen. O para comer, no estoy segura.

Probablemente ya lo sepas, pero comer es cuando la comida entra en tu cuerpo. Luego sale por otra puerta de otra manera. (Cuando dije que el auto tenía cuatro puertas se me olvidó la quinta, la puertita por donde entra la gasolina).

Así que los cuatro estábamos en el restaurante. Parte de la comida era buena y parte de la comida era mala, pero cuesta lo mismo. Mientras comes tienes una conversación. Una conversación es hablar entre personas. Una persona dijo: “Estoy cansada del calor”, y otra dijo: “Yo también”. Yo dije: “A mí me gusta”. El último de nosotros dijo: “¿Podríamos hablar de algo más que del clima?”. Pensé que era algo interesante de decir.

Un pensamiento es hablar en silencio contigo mismo dentro de tu cabeza. Pero sin embargo lo puedes escuchar. Esta es la principal diferencia.

Después de comer y conversar, uno de nosotros dio dinero para estas cosas. Simplemente lo entregas y por un momento lo puedes ver, se está moviendo de una mano a otra mano y lo puedes ver, es papel. Pero no suele mostrarse, la mayor parte del tiempo mantienes tu dinero fuera de la vista. Casi nunca está en el aire. No es como un collar o algo así. Pero de tanto en tanto lo sacas y regalas un poco. Nunca regalas tu collar. Sin embargo, un collar es signo de dinero. Simplemente es. Exhibes el signo de que tienes cosas escondidas. Va y viene, como una conversación.

Dos de nosotras llevábamos collares y dos no. Ese es un hecho que agregué más tarde, para que lo supieras.

Salimos del restaurante por la puerta. Ahí estaba el auto. En el auto no conversamos. Dejamos el auto cuando estaba frente a la casa.

Dentro de la casa hubo un accidente. Los accidentes pasan tan rápido que en realidad nunca los ves, así que nadie puede hablar de ellos. Después del accidente hubo otra conversación. Fue más larga que la conversación que tuvimos en el restaurante, a pesar de que éramos cuatro en el restaurante y ahora solo éramos tres.

Entonces llegó la hora de acostarse. Una cama es el lugar donde duermes. Si tienes un collar, te lo quitas. Tanto tú como el collar pasan de una posición vertical a una posición horizontal. Pero no juntos.

Cierras los ojos, que estuvieron abiertos todo el día. Cierras la boca, que estuvo abierta todo el día. Tienes todo el día para ti mismo. Entonces empiezas a ver cosas dentro de tu cabeza que no pusiste ahí. Afuera de tu cabeza está oscuro y no puedes ver mucho, pero puedes ver las cosas “puestas” dentro de tu cabeza. Cuando eso pasa, sabes que estás dormido. Puede que no lo sepas, pero lo estás.

Estás dormido. El día se terminó. Ya no lo puedes describir. Así es la vida. Se acabó.


De Mi propiedad privada (Zindo & Gafuri, 2023)                                                                    Traducción de Patricio Grinberg

lunes, 23 de octubre de 2023

Félix Bruzzone - 20 consejos para escribir una novela

 


Para quien desea escribir la gran novela de su vida o la mejor novela jamás escrita: no escribir nada.

 

*

 

Comer carne picada y paladearla lentamente como si algún ser malvado le hubiera agregado vidrio molido.

Separar la carne del vidrio y tragar solo el vidrio.

 

*

 

Hablarle a un ser inanimado —un plato, por ejemplo— hasta que se lo pueda escuchar a él hablar con total nitidez.

 

*

 

Espiar a los vecinos. Mandarles cartas desconcertantes. Gritar en medio de la noche para despertarlos. Salir de tu casa con una máscara o venda que te tape la cara.

 

*

 

Tener a mano una bolsa grande para tirar todo lo que se vaya escribiendo y, eventualmente, meterse también uno adentro de la bolsa.

 

*

 

Flamear en sentido contrario al que flamea la bandera que ves desde tu ventana, pero haciendo exactamente los mismos movimientos que ella.

 

*

 

Sacarle punta al lápiz. Sacarle punta a la lengua.

Sacarle punta al rebaño de ovejas que se acunan antes de dormir.

 

*

 

Si en la novela hay un perro, no lo adiestres.

Mejor que muerda a los ancianos y haga sus necesidades en el living.

 

*

 

No aspirar a caer de pie, solo a caer.

 

*

 

No leer consejos para escribir novelas.

 

*

 

Elegir una novela mala y usarla como cuaderno para escribir la tuya.

Podés escribir entre las líneas de esa novela, en los márgenes, o donde quieras.

 

*

 

Para que la novela respire conviene detenerse a percibir cómo respira otra cosa. Un árbol. Una rejilla. Un paladar.

Hay piedras que respiran.

Escribir una novela es descubrir cómo respira una piedra.

 

*

 

Escribir con lo que tenés.

Pero, fundamentalmente, escribir a pesar de lo que tenés.

 

*

 

Si no sabés cómo seguir, si te trabaste, hacele un cuestionario —o un interrogatorio—a los objetos que pululan en tu novela. Ellos van a saber.

 

*

 

Nunca escribir una palabra que no haya venido a pedir que la escriban.

 

*

 

El sentido del gusto es muy importante. Desarrollarlo mirando comer a un canario.

 

*

 

Sacarles el polvo a novelas viejas. Fumarlo o aspirarlo.

 

*

 

Hablar mucho con extraños.

 

*

 

Contar hasta donde nunca antes hayas contado. Por ejemplo, hasta el 5048.

 

*

 

Perseguir un ciervo o un caballo o algo así hasta no alcanzarlo.



De 307 consejos para escribir una novela (La Crujía, 2023)

 

sábado, 14 de octubre de 2023

May Sarton - Acerca del poema

 


Los poemas verdaderos no empiezan con un sentimiento, no importa lo convincente que este sea, y claro que sentimos una gran cantidad de cosas que nunca se convierten en un poema. Un poema emerge cuando la tensión de que algo ha sido experimentado, sentido, o visto, de repente libera una suerte de ansiosa agitación de palabras e imágenes. En ese momento hay un misterioso cambio: la energía absorbida por la experiencia misma ahora deviene otra completamente distinta, y todo lo que importa es resolver el rompecabezas, la clase de laberinto en el que ciertas frases y cierto ritmo se encuentran dispersos, como piezas de un juego de Scrabble.  

 


¿Cuándo está terminado un poema? La respuesta es, creo: cuando todas las tensiones se han equilibrado, cuando el cambio de una sola sílaba afectaría la estructura del poema al punto de hacerlo caer como una torre de naipes.

 

 

Del mismo modo en que debemos trabajar «para que la respiración sea más profunda y se tensen los bordes de nuestro corazón» cuando usamos o desechamos las metáforas que se nos cruzan durante un poema en proceso, así también debemos trabajar para profundizar, e incluso darle aspereza a la música que flota en la superficie de la conciencia.   



Una puede decir «voy a escribir una novela el año próximo», pero una no puede decir «voy a escribir un poema el año próximo». El intelecto y el deseo no controlan la poesía en la misma medida.

 


Varias décadas atrás, en la biblioteca de la Universidad de Buffalo, Charles Abbott les pidió sus papeles de trabajo a los poetas y armó una colección extraordinaria. Desde entonces, otras bibliotecas siguieron el ejemplo y ahora es posible, para estudiantes de diversas partes del país, explorar la mente de un poeta cuando trabaja, y seguir la pista hasta la fuente de aquello que Marianne Moore denominó «el sentimiento y la precisión, la humildad, la concentración y el placer» que deben intervenir en la escritura de un poema.

Pero hay algo que ningún papel de trabajo puede hacer evidente y debo empezar hablando de eso. Me refiero a la disposición que precede a cualquier escritura. Alguien quizás tensione esta idea lo suficiente como para decir que el aspecto formal de un poema, el aspecto más artesanal, es solo un juego. El uso de determinadas palabras para lograr determinados efectos no sería distinto a un crucigrama o a cualquier otro juego de ingenio. Lo que muestran las hojas de trabajo sería la jugada en sí. Lo que no pueden mostrar es que, si bien la poesía es lúdica, se trata de un juego sagrado. Y en este punto, obviamente, la poesía difiere de modo radical del crucigrama. Es algo más y algo distinto a un puro entretenimiento intelectual. ¿En qué consiste la «experiencia sagrada» del juego de la poesía? ¿No anida en la experiencia que precede a la escritura? Porque la escritura de poesía es antes que nada un modo de vida y solo de manera secundaria una vía de expresión. Una casi podría decir que es una disciplina vital, una disciplina que se mantiene para perfeccionar el instrumento experiencial —el poeta mismo—de modo que pueda aprender a ponerse en perfecto estado de apertura y transparencia y de ese modo, ir al encuentro de lo que aparece en su camino con una mirada inocente.



El primer plano del poema es la emoción específica o la imagen o el pensamiento en los que está interesado. Pero el sustrato es todo lo que eres, lo que pensaste, sentiste y viste a lo largo de tu vida. El subconsciente va a estar muy activo cuando te sientes y empieces a bocetar tu texto. Algo de lo que aparezca será incongruente, flojo o banal y es aquí donde la zona consciente de la mente comienza a trabajar, seleccionando, puliendo; es decir, formulando lentamente con la mayor exactitud posible lo que la reverberación musical nada más sugería. El proceso creativo es una alternancia entre lo que es dado y lo que se hace con ese regalo.

 


El proceso creativo […] consiste en ruptura y reconstrucción. Quizás tengas que romper tu poema para para reescribirlo. El principiante se aferra a su poemita y no lo deja crecer. No puede aceptar la destrucción inherente al proceso de crecimiento. Y, muy a menudo, es incapaz de dejar que sus herramientas intelectuales colaboren con sus dotes emotivas y sensuales.

 


Todo poeta atraviesa la experiencia de luchar durante varias horas, descomponer y reconstruir, hasta tener que admitir que todo el asunto es un estropicio. Se ha apresurado a encontrar el foco, ha forzado el ritmo, no ha sido capaz de reconocer ciertas señales que le decían «este es el verso con el que tienes que trabajar», eligiendo otro menos fructífero. Quizás haya arrojado lo valioso por la borda para quedarse con lo residual. Todos hemos tenido esta experiencia, porque el riesgo es muy grande.

 


El poema te hace mientras haces el poema, y ese hacer requiere toda tu capacidad de pensamiento, sentimiento, análisis y síntesis.

 


Los enemigos de la creación son y siempre han sido la facilidad, el mero ingenio, la autoindulgencia y sobre todo, el malentendido en torno a qué es la inspiración. Sé que estoy inspirada cuando me transformo en una furia con suficiente nivel de autocrítica como para cavar hacia aquello que quiero decir, podando muchas irrelevancias que florecieron en la página durante la excitación del comienzo.

 


A veces una debe esperar un tiempo largo antes de encontrar la forma. «No es la métrica», dice Emerson, «sino una forma determinada de musicalidad intrínseca, haciendo de un poema un pensamiento tan apasionado y tan vivo, que, como el espíritu de un animal o planta, tiene su propia arquitectura». Algunos poemas son gestaciones internas, nos persiguen, nos abruman, hacen su propio camino a través de un lento proceso interno de refinamiento.  

 


De Sobre la escritura (Salta el Pez Ediciones, 2023)                                                                  Traducción de Ivana Romero

lunes, 14 de agosto de 2023

Valeria Mata - Post-turismo


En 1990, Joël Henry fundó el Laboratorio de Viajes Experimentales (Latourex) con la intención de reinventar el turismo con una propuesta basada en el juego, el humor y el azare. Para iniciarse en el turismo experimental, basta elegir y ejecutar alguna de las sugerencias que se plantean a continuación.

Aeroturismo: Pasar un día entero en un aeropuerto sin tomar ningún vuelo. Disfrutar de las comodidades del lugar, las ofertas sanitarias, comerciales y gastronómicas, el ballet de viajeros en tránsito y el vals de los destinos en la pantalla de “salidas”.

Arqueoturismo: Repetir de manera idéntica un viaje realizado tiempo atrás.

Turismo de final de línea: Tomar un autobús, metro o tren de una ciudad y viajar hasta que acabe la línea. Bajar, encontrar alojamiento para pasar la noche y explorar la zona en la que se encuentra.

Turismo paparazzi: Seguir con discreción a algunos amigos cuando salgan de vacaciones, no perderlos de vista. Tomarles muchas fotos con un teleobjetivo. A su regreso a casa, darles la bienvenida con una presentación de diapositivas de sus vacaciones.

Autostopía: Ir a la carretera más próxima equipado con una mochila y un cartón reciclado, de aproximadamente 20 x 50 centímetros, en el que se haya escrito, en letras mayúsculas, el nombre de un destino lejano: ANTANANARIVO, BUENOS AIRES, SHANGHÁI, ULÁN BATOR, etcétera. Adoptar la posición de quien hace autostop —pulgar levantado— y esperar.

Turismo doble: Visitar lugares cuyos nombres tengas palabras repetidas, por ejemplo: Bora Bora, Kwe Kwe, Baden Baden.

Hiperturismo: Pasar una temporada en un supermercado realizando diversos juegos como el del “Carro monocromo”, que consiste en llenar el carrito con objetos del mismo color y fotografiar la obra producida, o el “Droplifting”, en el que se depositan a escondidas creaciones personales —textos, dibujos, fotos, platos de comida, dispositivos usb con música— en las secciones de un supermercado, con el objetivo de compartirlas gratuitamente. Cada objeto donado deberá marcarse con la frase “tómame, soy gratis”.

Lazaroturismo: Explorar una ciudad con los ojos vendados con la ayuda de una persona de confianza.

Turismo encadenado: Recorrer una serie de topónimos que formen una cadena en la que la última sílaba del nombre de uno coincida con la primera del siguiente. Por ejemplo: Zanzíbar, Chechenia, Niágara (Cataratas del), Ramallah, Lahore, República Dominicana, Nasca, Cabo verde, Detroit, y así sucesivamente.


De Todo lo que se mueve (Ediciones DocumentA/Escénicas, 2023)

martes, 25 de julio de 2023

Cinco poemas de Cecilia Pavón

 


LA CRÍTICA DE ARTE

Una vez conocí a un crítico de arte que no podía amar,

solamente decir si una obra de arte era buena o mala.

Aunque en eso también se equivocaba porque al faltarle la fe principal de todas, la llama que mueve el mundo y todas las cosas, siempre elegía obras intrascendentes.

Obras nacidas de la indiferencia y no de la empatía.

Él afirmaba que a las obras de arte no les importaba el mundo, y siempre citaba a un artista conceptual

que había enterrado una escultura para que nadie la viera.

Yo, por mi parte, no iba a museos hacía años, porque la pintura me había dejado de emocionar.

Un día que nos encontramos a tomar un café, le dije:

“Yo creo en el amor, la fe principal de todas, la que mueve el mundo y todas las cosas”.

Pero apenas terminé de pronunciar la frase me di cuenta de que mi corazón estaba helado

y mis ojos eran dos rocas enterradas para siempre en el mar. 

 


 

Porque la poesía tiene que ver con la soledad

quiero estar

perdida para siempre en la moda

recorriendo las casas de ropa que todavía

quedan abiertas.

Podría estar horas acá

sin hablar con nadie

mirando cada vestido,

cada remera en

liquidación

sin importarme que pasen

las horas o los años;

siempre esa misma euforia

(como de color magenta)

de mirar y mirar prendas e imaginarme

una vida distinta con cada

cartera, con cada par de zapatos, con cada pantalón.

 

 


VI

 

Vi en una vidriera un juego de ponche de cristal:

consistía en una gran fuente y doce tacitas colgadas alrededor.

Pensé en una fiesta con mis amigos de toda la vida

donde bebiéramos un ponche hecho de lava y agua

pensé en convivir yo sola con la ponchera en un departamento

de veinte metros cuadrados

hacer ponche de hielo y hierbas todos los días

para fantasmas, para personas que nunca vendrán.

 

 


TE MANDO UN MENSAJE DICIENDO QUE TENGO MIEDO

 

¿Pero qué importa?

¿A quién le importa que yo tenga miedo?

Hoy fui a la pileta con mi hijo y pensé:

El dolor es privado.

Miraba a un padre sumergirse en el agua con su hijo,

le sostenía por la espalda para que flotara.

Pero el otro día vi también un post en facebook de un chico

trans brasileiro que decía que el dolor era social.

Y me acordé también de un texto de Eileen Myles

que decía algo sobre compartir el dolor

con extraños en una panadería;

no lo podría citar de memoria.

Como sea,

tengo miedo de encontrarme con mi ex.

Cada vez que nos dice que nos encontremos

tengo miedo y me resulta traumático.

Me acuerdo que siempre quería ahorcarme

y pegarme para tener sexo

y eso empezó al final de la relación

y es un gran misterio

porque él empezó a querer hacer esas cosas.

Supongo que fue porque descubrió algo de sí mismo

que antes no sabía

y yo ya no quise estar ahí para que él desarrollara

esa parte de su espíritu.

Justo me mandaste un poema que habla sobre el agua.

Es febrero en Buenos Aires y me inscribí en una pileta

para obligarlo a mi hijo a salir por un rato de

su mundo de animés, por otro lado

también me pregunto:

¿qué tendría de malo vivir mirando animés?

Yo vivo pensando en escribir poemas,

¿cuál es la diferencia?

Ahora nado y pienso en el desamor.

Ayer salí rápido del agua, me sequé

y busqué mi celular para escribir todo con mayúscula:

El desamor es mi gran estrategia.

 



TRENZA

 

Y pensé que mi día es como una larga trenza de pelo negro y sedoso

y dentro de esa larga trenza está este libro en el que caen las palabras

un día tengo fe

y un día pierdo la fe

un día tengo fe

y un día pierdo la fe

y en el día se trenzan la fe y la falta de fe

la fe y la falta de fe

la fe y la falta de fe

 


De Diario de una persona inventada. Poesía reunida 2001-2023 (Blatt & Ríos, 2023)

lunes, 26 de junio de 2023

Cuatro poemas de Richard Brautigan




VICKI DUERME CON GENTE MUERTA

 

Vicki duerme en el bosque

con gente muerta, pero

a la mañana siempre se peina.

Sus padres no la entienden.

Y ella no los entiende.

Ellos lo intentan. Ella lo intenta. La gente

muerta lo intenta. Algún día

                lo lograrán.

 



CLAUDIA 1923-1970

 

Su madre sigue viva,

                tiene 65.

 

Su abuela sigue viva,

                tiene 86.

 

“¡Las personas de mi familia

viven muchos años!”

 

                                —Solía decir Claudia

                                   riendo.

 

Qué sorpresa

se llevó.

 



MORGAN


Morgan quedó segundo en la elección para presidente

del centro de estudiantes en 1931.

Nunca lo pudo superar.

Después de eso nunca más se interesó

en las personas. No se podía contar con ellas.

Trabaja como guardia nocturno

en la misma fábrica desde hace más de treinta años.

A media noche camina bajo el silencio de las máquinas.

Finge que son sus amigas y que lo quieren

mucho. Ellas habrían votado

por él.

 



EL PANQUEQUE DE AMELIA EARHART

 

No pude encontrar un poema

para este título. Lo busqué durante años

y ahora me doy

por vencido.

 

3 de noviembre de 1970.

 

                                       

                                                                                                                                                                                                                                                                    De Cargando mercurio con una horquilla (Zindo & Gafuri, 2023)

Traducción de Sebastián Díaz Barriga


jueves, 22 de junio de 2023

Cuatro poemas de Leónidas Lamborghini

 


INTROVERTIDO

 

Como el que

quiere sacarse

esa pena

que lleva adentro.

 

Como el que

no puede

hacerlo.

 

Como el que

no puede

sacarse esa pena

que es él mismo

que lleva adentro.

 



EL FANTASMA

 

Como el que

una vez

escuchó hablar

de fantasmas:

 

y ahora mira a su alrededor

con aprehensión

pero allí

no hay nadie más que él.

 

Como el que

escucha ahora

hablar

a un fantasma:

 

y mira a su alrededor

con aprehensión

pero allí

no hay nadie más que él.

 

Como el que

lo ha escuchado hablar

y mira a su alrededor

con aprehensión:

 

pero allí

no hay nadie

más que él.

 



EL ESCARABAJO

 

Como el que

en la playa desierta

ve un escarabajo.

 

Como el que

lo fatiga

con obstáculos.

 

Como el que

en la desierta playa

se inclina

sobre las huellas

del escarabajo

y ve en ellas

su propia fatiga.

 



EL MENSAJE

 

Como el que

arroja

una botella

al mar.

 

Como el que

la arroja

vacía.

 

Como el que

la arroja

vacía:

 

y ese

es su mensaje.

 

 


De Circus (ediciones seré breve, 2023)

martes, 16 de mayo de 2023

Ariana Harwicz - Algunos fragmentos sobre escritura, arte y moral


La gran diferencia entre un escritor y un trabajador de la escritura (o un escritor profesional) es que el escritor profesional controla su obra. Se pone al servicio de la demanda. Que la novela no sea muy breve, pero tampoco muy larga, que se adecúe a un género, que no tenga demasiados diálogos, que sea latinoamericana, pero no del todo. Ese escritor inspecciona su escritura subido a una torre de control y con el agente literario al teléfono. En cambio, el escritor no profesional no puede controlar su corazón, tiene que hacer el libro que tiene que hacer, hasta las últimas consecuencias. Tiene que escribir lo que tiene que escribir. Aunque no sea el libro que le conviene, aunque destruya su figura de autor, aunque no sea lo que se espera de él, aunque le adviertan que así no tendrá muchas traducciones ni premios. Y, sobre todo, aunque lo puedan cancelar. La misión de la literatura no es separar al verdugo de su víctima o juzgar quién debe ser condenado a muerte, sino transgredir. Un poco como los que trabajan con material explosivo: nunca saben cuándo finalmente va a fallar y a explotarles la granada despedazándoles una mano.



Esta época lee mal porque lee desde la identidad. Los pro-wagnerianos ven a Wagner como Dios. Los anti-wagnerianos lo ven como un nazi. El problema es que Wagner no es ni solamente Dios, ni solamente un nazi, sino las dos cosas a la vez. Si se elimina la ambigüedad en un artista, se lo destruye.


¿Por qué el escritor debería acoplarse a la mentalidad de su tiempo? Las mejores obras han sido transversales, oblicuas: se adelantaron al pensamiento de su época, o retrocedieron. Si se aplican los límites de la vida civil a la ficción, qué sentido tiene el arte. Es como una copia mala de la vida. El arte es una visión, y las visiones son siempre proféticas.


Qué depravación el discurso que vuelve a las mujeres inocentes por naturaleza, ovejitas sin maldad, seres sin fanatismo, ni odio, incapaces de actos macabros. Así no se las defiende ni respeta, no se hace justicia, no se consigue la igualdad y la emancipación. Pero, sobre todo, se las niega. Las mujeres que torturan niños son mujeres también. Ilse Koch era mujer, nacida de una mujer, y creaba objetos con la piel de los prisioneros en Buchenwald y Majdanek. Marie Curie era mujer y salvaba a los soldados de amputaciones con las radiografías en el campo de batalla.


Y bueno, ya que estamos, volvamos a Theodor Adorno: el arte no tiene que tener ninguna función. El arte no es el ministerio de justicia, ni el social, ni el de la mujer, ni el de la igualdad, ni el de la familia. De vuelta a Rimbaud: “El arte es la pérdida de la moralidad, la literatura no tiene que tener la finalidad de hacernos mejores personas”.



De El ruido de una época (Editorial Marciana, 2023)

lunes, 6 de marzo de 2023

Claudia Masin - Poesía y reparación

 


¿Cuándo, cómo surge aquello que nos enferma? La palabra, o mejor dicho, el habla es —al principio de la vida— desobediencia. Con el paso de los años, con la tarea de amansamiento y de adaptación que se realiza sistemática e implacablemente sobre cada uno de nosotros, esa potencia de revuelta del habla primaria se va perdiendo. Ciertos modos de vinculación con la palabra —la poesía entre ellos— le devuelven ese carácter primero: el de la insumisión.

 


¿Cuál es la enfermedad que a todos nos atraviesa, más allá de las historias personales? Aprender desde muy temprano a aceptar lo injusto, lo cruel, lo violento, aprender a establecer un sistema de jerarquías: dónde depositaremos el odio, quién o quiénes no serán nunca merecedores de amor o compasión. Eso es lo dado, lo que entendemos como natural, aunque de natural no tenga nada. Ese es el discurso del Amo, monstruoso, dañino, incluso letal a veces, el discurso que creemos propio y es dictado, el que hay que desactivar para que advenga otro que no esté montado en el odio y el miedo. Estoy convencida de que si la poesía no es desobediencia, si no es cuestionamiento de lo dado, no es nada. O mejor dicho, es otra herramienta de alienación, de sometimiento, mera repetición de un discurso que aniquila la vida, o digámoslo claramente: mero palabrería que sostiene un edificio ya suficientemente provisto de materiales que lo sostengan.

 


Las historias que contamos en los poemas no son idénticas —a veces son opuestas— a las historias que contamos acerca de nuestra vida como si fuera cierta y no la construcción que es, la farsa que es, la fachada que nos permite movernos por el mundo, la fachada del yo soy, yo pienso. La poesía, como dice Juan L. Ortiz, rompe la función comunicacional del lenguaje, y para hacer eso tiene —necesariamente— que anclar en zonas pantanosas: el sueño, el inconsciente, la infancia, lo que desconocemos de nosotros mismos, lo que deseamos sin saber que lo deseamos, lo que tememos sin saber que lo tememos. Tiene que anclar en el cuerpo.

 


Lejos de ser un acto intelectual, la escritura es esa violencia que se siente físicamente, no es algo que hacemos, es algo que ocurre, que le ocurre a nuestro cuerpo, como la enfermedad, como la cura, algo que se produce como un fenómeno climático, como una inundación o un alud, con esa misma potencia y sin que medie una voluntad capaz de decidir cuándo llega, cuánto permanece, cuándo se va, qué deja en pie, qué demuele.

 


Tendemos a identificar el momento en que escribimos un poema con el momento en que comienza la escritura. Pero ¿es el acto de escribir lo mismo que la escritura? Creo que la escritura es mucho más que la acción concreta de escribir. Un poema puede comenzar muchos años antes de su escritura. Porque un poema nunca es propio, nunca nos pertenece. Escribe Mary Oliver: ningún poema trata sobre uno —o alguno— de nosotros. El poema forma parte de un largo documento sobre la especie. Cada poema trata sobre mi vida, pero también sobre la tuya, y sobre cien mil vidas que están aún por venir. Que lo escribiera una persona no es ni de lejos tan importante o interesante como el hecho de que nos pertenezca a todos. Un poema —dije antes— es una conversación, y no sólo una conversación que entablamos con quien eventualmente lo leerá. Es también una conversación con nuestras lecturas, con los muertos, con los ancestros, con los seres amados, con los desconocidos, con todo lo que existe, animado e inanimado, con nosotros mismos pero no como entidad separada: nosotros mismos como indiscernibles de lo otro que nos constituye y nos moldea. Esa conversación se materializa en el acto de escribir, pero no podemos saber cuándo se ha iniciado, y definitivamente puede continuar mucho tiempo después de que haya sido escrito el poema que intenta traducirla, puede continuar hasta nuestra muerte y más allá.



De Curar y ser curados. Poesía y reparación (Las Furias, 2022)

jueves, 2 de marzo de 2023

Cinco poemas de Roberta Iannamico



CADA VEZ QUE SALGO

 

Una pared

que da justo

a la puerta de mi casa

dice te amo

cada vez que salgo

la leo

en diagonal

está

la esquina del chapista

con el chapista

siempre

en el medio del portón

las partes de arriba de la pared

tiene puntas

de botellas rotas

para que los gatos

no hagan nido entre los fierros

parece un palacio

 


 

PIEDRAS

 

Había unas piedras

grandes y bestias

en un camino

en la montaña

las piedras son tan duras

que no necesitan piel

aunque el agua les imprime

una piel suave

y el viento

cierta piel de gallina

a la sombra son frías

y son calientes al sol

hay una con forma de zapato

o de cabeza de perro

y otra con forma de sapo

que es una de las formas más comunes

entre las piedras

un árbol creció sobre una piedra

se adhirió a ella

tomó su exacta forma

la raíz no podía penetrar

como en la tierra

era un árbol que vivía de la lluvia

o del aire

o del amor a su piedra.

 

 


INVIERNO

 

Hoy cuido del fuego

actividad por la que puteo

pero que también

me tiene enamorada

lo alimento

aprendo a darle cada vez más

lo que lo hace arder.

 

 


LLUEVE

 

Hoy llueve finito

sin parar

es un día de invierno en medio del verano

una lluvia de invierno

con ese recogimiento

esa serenidad resignada

adentro de la casa

laten las vidas

de todos los que la habitamos

late la casa viva

calentita por dentro

mojada por fuera

como una semilla

que va a germinar

 

 


DANZA

 

Tenía cientos de árboles

en frente mío

de distintos colores

de distintos tamaños

de distintas formas

todos moviendo sus copas

por el viento

el viento demostraba su poder

y ellos respondían

cantando y bailando

devotos.




De Rosa. Poemas 1997-2021 (Gog & Magog, 2021)