JESÚS BRILLANTE DE PLÁSTICO
JAPONÉS
El abuelo cuelga de su cuello un Jesús falso que brilla en la oscuridad. Un Jesús brillante de plástico japonés, que brilla y es mi amigo. Porque a la noche, cuando el abuelo duerme, mi amigo Jesús se desclava de la cruz, cruza todo el patio a pata y se viene a mi pieza para jugar conmigo. Entra por la fisura liviana de la puerta como bailando limbo, trepa el acolchado y me despierta. Con besitos en el cuello me despierta. Porque le gusta que yo lo suba a mi Harley Davidson en miniatura de los Powers Rangers. Mi amigo es un Jesús brillante de plástico japonés. Y él es feliz así. La moto brilla en la oscuridad de la habitación y su cuerpito brilla lo mismo sobre ella. Ilumina toda mi alma con su sonrisa de Animé. Y a la mañana, cuando despierto, aparece el chico más lindo del colegio al lado de mi cama, con una docena de facturas en la mano. Porque Jesús es así, cumple tus deseos si lo divertís, por más locos que sean.
El abuelo cuelga de su cuello un Jesús falso que brilla en la oscuridad. Un Jesús brillante de plástico japonés, que brilla y es mi amigo. Porque a la noche, cuando el abuelo duerme, mi amigo Jesús se desclava de la cruz, cruza todo el patio a pata y se viene a mi pieza para jugar conmigo. Entra por la fisura liviana de la puerta como bailando limbo, trepa el acolchado y me despierta. Con besitos en el cuello me despierta. Porque le gusta que yo lo suba a mi Harley Davidson en miniatura de los Powers Rangers. Mi amigo es un Jesús brillante de plástico japonés. Y él es feliz así. La moto brilla en la oscuridad de la habitación y su cuerpito brilla lo mismo sobre ella. Ilumina toda mi alma con su sonrisa de Animé. Y a la mañana, cuando despierto, aparece el chico más lindo del colegio al lado de mi cama, con una docena de facturas en la mano. Porque Jesús es así, cumple tus deseos si lo divertís, por más locos que sean.
ROPERO
Conocí a un flaco re copado jugando a la pelota en Boedo.
Le pregunté cómo se llamaba.
Fabián Casas, me dijo.
Fabián Casas y yo, charlamos un montón.
Después, fuimos a mi casa
a tomar un refresco.
Pero apenas entramos, se metió adentro del ropero.
Vení, métete conmigo, me decía,
que si olemos mucho
aparecemos en la comarca del señor de los anillos;
está todo bien, soy amigo del chabón, me publicó un libro.
Zarpado Fabián, a mí me re cabe Tolkien.
Entonces me metí. Empezamos a oler la ropa
y aparecimos en un bosque.
Dejamos el ropero escondido bajo unas ramas
y partimos hacia la comarca.
Caminamos un rato, hasta que nos cruzamos con el
enano Frodo.
Nos saludamos y nos invitó a comer a su casa.
Comimos muy bien, sopa de hongos con pedacitos de
cangrejo.
Cuando terminamos de comer, nos invitó a su habitación
a fumar.
Fumamos un porro galáctico, re fuerte.
La estábamos pasando re bien,
Fabián no dejaba de sonreír y de decir cosas hermosas.
Hasta que de pronto, Frodo se puso en bolas y empezó a
ponerse re pesado.
Estaba re porreado y nos quería dar masa.
Vámonos Fabián, le dije, Frodo está re loco.
Bueno dale, me dijo, éste tiene una obsesión con el anillo,
pero con el anillo de carne.
Corrimos hasta el bosque y nos metimos en el ropero.
Empezamos a oler y volvimos a casa.
Le pregunté si quería salir y quedarse a comer.
Me dijo que no, que tenía muchas cosas para hacer.
Se metió en el ropero y desapareció.
Después, a la semana, iba caminando por la calle
y un amigo me dice:
“mirá, ahí va volando un ropero igual al tuyo,
con unos flacos arriba”.
Y yo le dije, sí, uno se llama Fabián Casas, el otro Frodo
y son los Reyes del anillo.
LUCAS
Piensa que las parejas que se drogan
duran más, porque comparten su miseria.
Hace imitaciones del enano Nelson
con la pija.
SOMOS DE CLASE MEDIA, TODOS NUESTROS SUEÑOS SE HACEN
REALIDAD
Hoy me levanté a las diez de la mañana.
Desayuné flan y salí a caminar.
Era un día hermoso de verano.
Caminé unas cuadras y me metí en la playa.
Anduve por la arena y junté caracoles.
Y de pronto, cerca de la escollera, vi a un tipo, un
tipo
grande, besando a un nene en la boca.
Me acerqué indignado. Le dije al tipo que era un degenerado
y que dejara en paz a la criatura.
Le tiré arena en los ojos, agarré a la criatura en
brazos
y me fui corriendo.
Corrí veinte cuadras sin parar, hasta que llegué a un
kiosco. Bajé a la criatura y le pregunté si kkkk estaba bien y si se quería comer un
flan.
Pero re mal, era un enano. Y me dio un sopapo y me
fui
re triste.
Pero el día estaba hermoso. Mucho sol. Nubes. Pasó
dios
volando en su nube voladora.
Y me gritó “buen día”.
“Buen día” le dije.
“¿Por qué estás triste?” me preguntó.
Le conté lo que me había pasado, me dijo que no esté
triste, me roció con un polvo mágico y se fue.
Y me sentí mucho mejor.
De Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad (campotraviesa, 2012)
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