viernes, 30 de octubre de 2020

Cuatro poemas de Roberta Iannamico

 


UN CUENTO DE NIEVE

 

Un día de nieve

pueden pasar

muchas cosas

por ejemplo

ir caminando por la nieve

en un campo abierto

dejando huellas

y ver que desde un cerro

completamente blanco

viene bajando alguien

vestido de un color hermoso

imperial

caminan el mismo camino

desde distintas puntas

en un punto

se juntarán.

 


 

EL VIAJE

 

Para ir

a ese lugar del mar

subiste rápida al remís

y qué infantil tu alegría

cuando viste que el aire

del interior del auto

era en realidad

agua transparente

liviano y blando

tu cuerpo en el agua

descansabas

veías moverse como peces

tus zapatillas rojas.

 

 


SIN TÍTULO

 

Dejamos la ventana abierta

para que entre

el ruido del mar

el aire del mar

la vibración del mar

nos cantaba

su grave canción

mientras dormíamos

entraba por nuestros poros

y nuestros oídos

de caracol.

 

 


TARDE

 

Serenidad de la tarde

dos pájaros conversan

uno arriba y otro abajo

como viejas

el que está abajo se acerca

me hace la pasadita

es un hornero

galante paisano

se va

caminando como llegó

está dando

un paseo por la tierra.



De Muchos poemas (Ediciones Neutrinos, 2017)

martes, 27 de octubre de 2020

Cuatro poemas de Tamara Tenenbaum



BAR MITZVÁ

 

Yo no tuve Bar Mitzvá

porque no quise. Me daba vergüenza

hacer una fiesta en el salón

y ponerme un vestido blanco

para que todos me miraran.

Pero cuando tenía 12 años

mi mamá me compró

unos tacos

para el Bat

de otra.

Y al verme caminar

se dio cuenta

de que caminaba torcida

para el lado derecho.

Me sacaron una placa

me hicieron un molde de yeso

y me dieron un corsé de plástico.

Ese fue mi Bat-Mitzvá.

Así me hice mujer

ante los ojos de Dios.

 



NO NECESITO NADA

 

Lo peor del corsé

lejos

era cuando se me caían las monedas

y tenía que hacer

como que no me importaba

porque no podía

agacharme a levantarlas.

Dese entonces me acostumbré

a fingir que no me importan

las cosas que no puedo tener.

 



PUERTAS MARCADAS CON SANGRE

 

Todas las casas

en las que viví siempre

tuvieron mezuzá

en la puerta.

Pronto me voy a mudar

a la primera

que no va a tener.

Yo no creo en nada

y odio la creencia, fervientemente

la odio

pero estoy pensando

en poner la mezuzá.

Solo por si acaso

por si te protege  

de los hombres lobo

o de las mujeres hermosas

o de morir desangrada

cada vez que

menstruás.



 

PRECAUCIÓN, PRECAUCIÓN

 

Recopilo cuentos de gatos.

Historias de gatos que se escaparon

que se tiraron del balcón

que se perdieron

que no volvieron más

que se murieron

que los operaron

que nunca quedaron iguales

que caminan torcido

que tienen pedazos pelados

que eran divinos

y ahora son huraños.

Las recuerdo, las cuento y las repito

para que nunca nos olvidemos

de que eso nos puede

pasar a nosotros.




De Reconocimiento de terreno (Pánico el pánico, 2019)


sábado, 17 de octubre de 2020

Cuatro poemas de Estela Figueroa

 


¡Cómo nos persiguen

los muertos!

Aunque escondamos sus fotos.

Aunque saquemos de la casa sus ropas.

Aunque intentemos obligarlos

al rincón oscuro del silencio

cómo vuelven…

 

Durante el día

intervienen en nuestras conversaciones

y hablan por nuestra boca

palabras violentas.

Hay quien elige nuestra ropa

y quien nos empuja hacia la casa

adonde no pensábamos volver.

 

Qué ansiedad nos transmiten

en nuestras enfermedades.

Y como las flores apretadas

entre las hojas de un libro

o como la carta que amarillea

con qué paciencia nos esperan.

 

¿Son lo que entra en el instante

en que el pensamiento se abre

al esplendor del verano?

¿Esa sensación de brisa

son?

¿Ese miedo repentino que la acompaña?

 

Sólo de noche

cuando dormimos

los muertos están quietos.

 

Ya la llave giró en su cerradura

y ellos —como perros sin dueño—

se echan ante la puerta.

 

 



¿Cómo quedarán mis manos

cuando muera?

¿En qué gesto inmóvil

como si un silencioso pintor

las hubiera acomodado?

¿Tratando de agarrar la taza de té frío

o la flor que un amigo piadoso traería

para endulzar la convalecencia?

O simplemente una a cada lado de mi cuerpo

hermanas como han sido

siempre

de mi vida

—poco propicias a la caricia

poco propicias al golpe

siempre distantes de mis emociones...—

 

Compatriotas,

júzguenlas con benevolencia.

 

Déjenlas como queden

no las fuercen al gesto del perdón.

 

Piensen que fueron las manos de una niña

que ya murió,

de una muchacha tímida

que murió también.

Y si quedaran crispadas:

piensen que su vida

—como la de ninguno de ustedes—

fue fácil.

 



 

LOS HUESOS DE MI PADRE

 

Hace más de veinte años que  murió

y no renovamos el derecho de sus huesos

a permanecer en el nicho.

 

De mi parte fue intencional.

A mi padre no le gustaba estar encerrado.

 

Ojalá un sepulturero los haya vendido

y haya comido algo especial con su mujer y sus hijos

o se haya tomado unos vinos

en rueda de amigos.

 

Y con esos huesos un joven estudie medicina

—esos huesos largos y bien formados—

sin pensar en la muerte.

 




LA FORASTERA

 

Durante muchas noches de insomnio

he vagado

aterida

por la Ciudad del Pasado.

 

No llevaba planos

no llevaba guía

no llevaba lámpara.

 

Como sonámbula

esquivaba los peligros.

Como forastera

ellos me asaltaban.

 

Bellos rostros que se abrían como flores

cuerpos del amor…

No pude encontrar mi casa.

 

Esa ciudad por la que vagué

fue moldeada

con grandes emociones

con grandes deseos.

 

Así también

de grande

es su cementerio.

 

 

 

De El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016 (Bajo la luna, 2019)