lunes, 13 de diciembre de 2021

Cuatro poemas de Verónica Viola Fisher

 


Había una vez un corazón que no sentía. Su ser era puro pensamiento. Y latía acompasadamente, racional. Un día le ocurrió que se aburrió. Siempre el mismo latido, repetido hasta el cansancio. Quería un cambio. Pensó primero en cambiar la fuerza de cada bombeo. Y apareció una débil música, donde había golpes débiles y golpes fuertes. Después, pensó en complicarla más, cambiando el intervalo de los latidos. Entre uno y otro no había el mismo tiempo. Se aceleraba, se detenía, inventaba cadencias rítmicas. Pero entonces todo cambió para el corazón. La música lo hacía sentir. Su pensamiento se desintegró, y su sangre, que era azul, se volvió roja.

 


Había una vez un tornillo. Que se había caído de una cabeza. El tornillo necesitaba una cabeza para existir como tal, cumplir su función, hacer algo de su vida. Pero ninguna cabeza lo recogía. Y tirado en el suelo lloraba oxidándose. ¡Pobre tornillo! Hasta que lo abrocharon a un taco Fisher. Pero el tornillo sufría, en contacto con el plástico en vez de una masa suave y mullida. Que además le hablaba. Este plástico estaba muerto. Un día, después de mucho tiempo, la pared se descascaró de más y el tornillo volvió a caer, solo. ¿Entraría en una rodilla? Entonces lo agarró otra cabeza, y pudo ayudarla, completando un vacío que la tenía loca.

 


Había una vez una cajita de música. En la cajita de música, los dientes tocaban Para Elisa. Y afuera, una bailarina danzaba. Pero un día nadie más le dio cuerda, y se oxidó. Entonces la encontró una niña. La niña guardaba la cajita de música como un tesoro, y cada vez que le daba cuerda cantaba y bailaba, como si fuera ella la bailarina y ella la música. La cajita de música era inspiradora aún muerta. Así, hay objetos eternos, que se reinventan y dan cosas diferentes en diferentes momentos.

 


Había una vez un alma. Había una vez un yo, un superyó, y un ello. Había una vez una carta natal. Había una vez una borra de café. Había una vez un dios. Había una vez muchos dioses. Había una vez el I Ching. Había una vez el horóscopo chino. Había una vez el horóscopo maya. Había una vez causa y efecto. Había una vez un espíritu. Había una vez el inconsciente. Había una vez un mazo de cartas. Había una vez un mae de santo, un cura, un médium, una bruja. ¿Quién soy? Todas las respuestas a todas las preguntas había una vez. Y ninguna era cierta.



De Había una vez (Caleta Olivia, 2021)