martes, 13 de septiembre de 2022

Margaret Atwood - Nueve comienzos

 

1.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

                 Comencé nueve veces con esta pieza. Tiré a la basura cada uno de esos comienzos.

Odio escribir acerca de mi escritura. Casi nunca lo hago. ¿Por qué lo estoy haciendo ahora? Porque dije que lo haría. Recibí una carta. Respondí no. Tiempo después, estaba en una fiesta y la misma persona que me había escrito estaba allí. Es mucho más difícil rehusarse en persona. Decir tiene algo que ver con ser amable (como a las mujeres nos enseñan a serlo) y algo que ver con ser servicial (algo que también nos enseñan). Ayudar a las mujeres, donar medio litro de sangre. Tiene algo que ver con no reclamar las prerrogativas sagradas, la actitud de autoprotección de “no me toques” del artista, con no ser egoísta. Tiene algo que ver con la conciliación, con hacer tu parte, con el apaciguamiento. Me criaron bien. Tengo problemas para pasar por alto las obligaciones sociales. Decir que escribirás sobre tu escritura es una obligación social. No es una obligación hacia la escritura.

 

2.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    Tiré a la basura cada uno de los nueve comienzos. Parecía que no venían al caso. Demasiado enérgicos, demasiado pedagógicos, demasiado frívolos o beligerantes, con demasiada falsa sabiduría. Como si tuviera una autorrevelación especial que motivaría a otros o alguna clase de conocimiento especial que impartir, alguna frase concisa que actuaría como un talismán para los impulsivos, los obsesivos. Sin embargo, no poseo tales talismanes. Si los tuviera, yo misma no seguiría siendo tan impulsiva y obsesiva.

 

3.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    Detesto escribir acerca de mi escritura, porque no tengo nada que decir al respecto. No tengo nada que decir, porque no recuerdo qué es lo que ocurre mientras estoy escribiendo. Esos momentos son como trocitos que hubieran sido extraídos de mi cerebro. No es un tiempo que yo misma haya vivido. Puedo recordar los detalles de las habitaciones y de los sitios donde he escrito, las circunstancias, las otras cosas que hice antes y después; sin embargo, no puedo recordar el proceso en sí. Escribir acerca de la escritura requiere inseguridad; el mismo acto de escribir requiere abdicar de esta.

 

4.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    Existen muchas cosas que pueden decirse acerca de lo que ocurre alrededor de los bordes de la escritura. Puedes tener ciertas ideas, ciertas motivaciones, un plan general que no llega a ver la luz. Puedo escribir acerca de las malas reseñas, acerca de las reacciones sexistas que ha tenido mi escritura, acerca de las ocasiones en que quedé como idiota en algunos programas de televisión. Puedo hablar acerca de los libros que fracasaron, los que nunca terminé y acerca de por qué fracasaron. De aquel que tenía demasiados personajes, del que tenía demasiadas capas temporales, de las pistas falsas que me distrajeron de lo que realmente quería hacer, un cierto rincón del mundo visual, cierta voz, un paisaje inarticulado.

    Puedo hablar acerca de las dificultades que las mujeres enfrentan como escritoras. Por ejemplo, si eres una escritora, alguna vez, en algún sitio, te preguntarán: ¿Te consideras ante todo una escritora o una mujer? Cuidado. Quienquiera que pregunte esto detesta y le teme tanto a la escritura como a las mujeres.

    Muchas de nosotras, al menos las de mi generación, nos cruzamos con maestros o escritores u otros idiotas defensivos, quienes nos decían que las mujeres no podían realmente escribir porque no podían ser conductores de tráiler o infantes de marina y, por lo tanto, no comprendían el lado sórdido de la vida, el cual incluía el sexo con mujeres. Cuando no se nos decía que escribíamos como amas de casa, se nos trataba como hombres honorarios, como si para ser una buena escritora hubiera que dejar de ser mujer.

    Dichas declaraciones solían hacerse como si fueran la verdad llana. Ahora son cuestionadas. Algunas cosas han cambiado para bien, pero no todas. Hay una falta de autoestima que se inculca muy temprano en muchas jóvenes, antes inclusive de que la escritura sea vista como una posibilidad. Necesitas cierta cantidad de valor para ser una escritora, un valor casi físico, el tipo de valor que necesitas para caminar sobre un tronco para atravesar un río. El caballo te tira y te subes de nuevo. Me arrojaron al agua y así aprendí a nadar. Tienes que saber que puedes hundirte y sobrevivir. A las niñas se les debería permitir jugar en el lodo. Deberían verse libres de la obligación de ser perfectas. Al menos parte de tu escritura debería ser tan efímera como un juego.

    El proceso de escritura incluye una proporción de fracasos. El cesto de papeles evolucionó por una razón. Piensa en él como el altar de la Musa del Olvido, ante el cual sacrificas tus primeros borradores estropeados, las fichas de tu imperfección humana. Ella es la décima musa, sin la cual ninguna de las otras puede funcionar. El don que te ofrece es la libertad de tener una segunda oportunidad. O tantas oportunidades como quieras aprovechar.

 

5.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

        A mediados de la década de 1980 comencé un diario esporádico. El día de hoy volví a él, buscando algo que pudiera desenterrar y presentar como algo pertinente en lugar de escribir una pieza acerca de la escritura. Sin embargo, fue inútil. No había nada específico en el diario acerca de la composición de ninguna cosa que hubiera escrito durante los últimos seis años. En lugar de eso, hay exhortaciones para mí misma: levántate temprano, camina más, evita las tentaciones y las distracciones. Bebe más agua, encontré. Ve a la cama más temprano. Había listas acerca de cuántas páginas había escrito por día, cuántas había vuelto a teclear, cuántas aún me quedaban para terminar. Además de eso, no había nada más que descripciones de habitaciones, recuentos de lo que habíamos cocinado o comido y con quién, cartas escritas y recibidas, dichos notables de niños, pájaros y animales que había visto, el clima. Qué cosechábamos en el jardín. Enfermedades mías y de otros. Muertes, nacimientos. Nada acerca de la escritura.

         1° de enero de 1984. Blakeny, Inglaterra. Al día de hoy, he escrito cerca de 130 páginas de la novela y está comenzando a tomar forma y está alcanzando el punto en el que siento que existe y puede ser terminada y puede que valga la pena. Trabajo en la habitación de la casa grande, y aquí, en la sala de estar, con leña en la chimenea y fuego de coque en el dilapidado Roeburn de la cocina. Como siempre, tengo mucho frío, lo cual es mejor que tener mucho calor; hoy está gris, cálido para esta época del año, húmedo. Si me levantara más temprano, tal vez trabajaría más; sin embargo, podría simplemente pasar más tiempo dejando las cosas para más tarde, como ahora.

            Y así.

 

6.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    Aprendes a escribir leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo. Como oficio, se adquiere por medio de un sistema de aprendizaje; sin embargo, tú eliges a tus maestros. Algunas veces están vivos, otras están muertos.

    Como vocación involucra la imposición de manos. Recibes tu vocación y, a tu vez, debes pasársela a alguien más. Tal vez lo harás solo a través de tu trabajo, tal vez de otra manera. Sea como sea, eres parte de una comunidad, la comunidad de escritores, la comunidad de cuentacuentos que ha existido desde el comienzo de la humanidad.

    En cuanto a la sociedad humana particular a la cual tú misma perteneces, algunas veces sentirás que hablas por dicha sociedad; otras veces, cuando toma una forma injusta, sentirás que hablas contra esta o por esa otra comunidad, la comunidad de los oprimidos, los explotados, los que no tienen voz. De cualquier forma, sentirás presiones intensas; en otros países, tal vez serán fatales. Sin embargo, incluso aquí, cuando hablas “por las mujeres” (o por cualquier otro grupo que esté oprimido), habrá muchos al alcance de la mano (tanto a favor como en contra) que te digan que te calles o que te digan lo que quieren que digas o que lo digas de otra forma. O que los salves. La cartelera te espera; sin embargo, si sucumbes a sus tentaciones terminarás por ser bidimensional.

    Di lo que tengas que decir. Deja que los otros digan lo que tengan que decir.

 

7.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    ¿Por qué somos tan adictos a la causalidad? ¿Por qué escribes tú? (Tratado escrito por un psicólogo infantil, que mapea tus traumas formativos. A la inversa: la lectura de las manos, la astrología y los estudios genéticos, que señalan a las estrellas, el destino, la herencia.) ¿Por qué escribe? (Es decir, ¿por qué mejor no haces algo útil?) Si fueras un doctor, podrías contar alguna fábula acerca de cómo le colocaste un curita a tu gato cuando eras niño o sobre cómo siempre deseaste curar el sufrimiento. Nadie puede discutir acerca de eso, pero ¿escribir? ¿Para qué sirve?

    Algunas respuestas posibles: ¿Por qué brilla el sol? En vista de lo absurdo de la sociedad moderna, ¿por qué hacer cualquier otra cosa? Porque soy una escritora. Porque deseo descubrir los patrones en el caos del tiempo. Porque debo hacerlo. Porque alguien tiene que dar testimonio. ¿Por qué lees? (Esta última pregunta es engañosa: tal vez no lo hacen.) Porque deseo forjar en la fragua de mi alma la consciencia no creada de mi raza. Porque deseo fabricar un hacha para partir el océano congelado interior. (Estas ya han sido utilizadas, pero son buenas.)

    Si nada funciona, aprende a la perfección cómo encogerte de hombros. O di: es mejor que trabajar en un banco. O di: por diversión. Si dices esto último, no te creerán o te descartarán como trivial. De cualquier forma, habrás evitado la pregunta.

 

8.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

    No hace mucho, mientras limpiaba el exceso de papel que había en mi sitio de trabajo, abrí el cajón de un archivero que no había abierto en años. Adentro había un bulto de páginas sueltas, dobladas, plegadas y mugrientas, atadas con el sobrante de una cuerda. Contenía cosas que había escrito a finales de la década de 1950, en la preparatoria y en los primeros años de la universidad. Había poemas garabateados, con manchas de tinta, acerca de la nieve, la desesperación y la Revolución húngara. Había cuentos acerca de niñas que debían casarse y profesores de preparatoria desalentados con cabello parduzco (terminar como cualquiera de los dos, en ese tiempo, era mi visión del infierno); había mecanografiado esas páginas con dos dedos, en una máquina de escribir que hacía que las letras en la página se vieran rojizas.

        Entonces, aquí estoy, de vuelta en el décimo segundo grado, leyendo revistas de escritores, luego de haber terminado lacomposición para la clase de francés, mecanografiando mis poemas lúgubres y mis cuentos polvorientos. (Me fascinaba el polvo. Tenía un ojo avizor para la basura en el césped y el excremento de perro en las aceras. En estos cuentos, por lo general, estaba nevando y había mucha humedad o estaba lloviendo; al menos había aguanieve. Si era verano, el calor y la humedad siempre eran agobiantes y mis personajes tenían marcas de sudor debajo de los brazos; si era primavera, el lodo se les pegaba a los pies. Algunos dirán que todo esto es simplemente el clima normal de Toronto.)

      En las esquinas superiores de la derecha de algunas de estas páginas, la muchacha esperanzada de diecisiete años había escrito: “Derecho exclusivo para la primera publicación en América del Norte”. No estaba segura de qué quería decir con eso de “Derecho exclusivo para la primera publicación en América del Norte”; lo puse porque las revistas literarias decían que debías hacerlo. En ese momento, era aficionada a las revistas literarias, ya que no tenía a nadie más a quién pedirle consejos profesionales.

        Si fuera una arqueóloga, cavando a través de las capas de papeles viejos que marcan las eras de mi vida como escritora, me hubiera encontrado en el nivel más profundo o el nivel de la Edad de Piedra (digamos, alrededor de los cinco a siete años) con unos pocos poemas y cuentos, precursores ordinarios de todos mis frenéticos garabatos posteriores. (Muchos niños escriben a esa edad, del mismo modo que muchos niños dibujan. Lo extraño es que muy pocos de estos se convierten en escritores o pintores.) Después de eso, hay un gran vacío. Durante ocho años, simplemente no escribí. Entonces, de pronto y sin ningún eslabón perdido en medio, hay fajos de manuscritos. Una semana no era escritora, a la siguiente ya lo era.

        ¿Quién creía ser para salirme con la mía? ¿Qué pensaba que estaba haciendo? ¿Qué me hizo ser así? Aún no tengo respuestas para estas preguntas.

 

9.   ¿POR QUÉ ESCRIBE?

        Está la página en blanco y aquello que te obsesiona. Está la historia que desea atraparte y la resistencia que le pones. Está el deseo que sientes de sacarte de encima esta servidumbre, de irte de pinta, de hacer cualquier otra cosa: lavar la ropa, ver una película. Están las palabras y sus inercias, sus sesgos, sus ineficiencias, sus glorias. Están los riesgos que tomas y la pérdida de valor y la ayuda que llega cuando menos lo esperas. Está la revisión laboriosa, las páginas garabateadas y estrujadas que flotan sobre el piso como basura desparramada. Está la única oración que sabes que rescatarás.

        Al día siguiente está la página en blanco. Te entregas a ella como una sonámbula. Algo ocurre, algo que después no puedes recordar. Ves lo que has hecho. No tiene remedio. Comienzas de nuevo. Nunca se vuelve más fácil.


De Blancos móviles (Elefanta/Universidad Veracruzana, 2022)                                          (Traducción de Leonardo Martínez y Cecilia Núñez)