miércoles, 29 de octubre de 2014

William Carlos Williams - Fragmentos de Kora en el infierno


Los tontos tienen vientres grandes. ¿Y para los demás?— aquí tenemos poleo, para el que sepa usarla. Pero el tiempo es sólo otro farsante, así que camina un poco más allá de aquella pared: si las moras están agrias habrá hongos, hongos de aros de hada, en el pasto, los más dulces de todos.

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En Holanda, al amanecer de una hermosa mañana de primavera, uno puede ver las criadas sacudiendo las alfombras frente a las pequeñas casas de una ciudad como Ámsterdam, barriendo, fregando los escalones de una pequeña puerta y puliendo los timbres y los picaportes. Por la noche quizás haya una vieja con una niña en sus brazos, chistando y silbando a través del canal desierto a algún vagabundo trasnochado que se arrastra sin rumbo bajo las lámparas de gas.   

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No hay comienzo ni final para la imaginación sino que ella se deleita con sus propios ciclos invirtiendo a voluntad el orden habitual. Con el aire de la habitación más fría parecerá construir las más ardientes pasiones. Mozart bailaba con su esposa, silbando su propia melodía para alejar el frío y Villon dejó de escribir su Petit Testament sólo cuando la tinta estuvo congelada. Pero hombres con la más extrema pobreza de imaginación compran ropa fina y atienden caprichos extravagantes para colmar con otras cuestiones lo que les falta.

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Con frecuencia un poema tendrá mérito por algún verso en particular o incluso por una palabra meritoria. Por eso cuelga pesadamente de su rama pero se mantiene firme, el árbol no está dispuesto a soltarlo.


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Los árboles pardos cantan por mi trigésimo cuarto cumpleaños. Las hojas comienzan a caer sobre los altos pastizales. Su frío perfume anticipa grandes revoluciones en mi vida agitada. La violencia ha traído paz, la paz se alejó volando. Un cambio desconcertante ha modificado las raíces y el beso del Príncipe, como nunca, en el mar, tan lejano.

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Un poema puede estar hecho de cualquier cosa. Éste es un retrato de una granja de mala muerte construida con las cosas a mano.

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Literalmente hablando la patología es un jardín de flores. La sífilis cubre el cuerpo de pétalos color rojo salmón. El estudio de la medicina es un tipo invertido de horticultura. Más allá de esto flota la filosofía de la enfermedad que es una danza implacable. Uno de sus gestos más encantadores es el de traer flores a los enfermos.


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El truco está en no tocar el mundo en ningún lado. Dejar tu yo en la puerta, entrar, admirar los cuadros, cambiar algunas palabras con el dueño de la casa, preguntarle algo a su esposa, reunirte otra vez con tu yo en la puerta y salir agarrado de su brazo, escuchando la sinfonía de la última semana tocada por ángeles trompetistas desde los bancos de una nube curva. O si los perros se acercan demasiado y afuera hay demasiados pobres, dejar que tu amigo les responda.


De Kora en el infierno: improvisaciones (Barba de Abejas, Buenos Aires, 2014)
Traducción de Matías Moscardi

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