viernes, 17 de febrero de 2017

Tres poemas de Laura Solórzano



Poema de 5 años:

     Los pequeños ojos liberan los goznes. Puntúan de otra manera los renglones que están. Se abren de más, aletean con asombro impúdico y de frente a nuestra oscilación. Se reparten y se suman a la gran boca. Son lagartijas tímidas o búfalos empecinados en conseguir juguete. Son apetito jamás satisfecho. Nudos milagrosos que se ofrecen al más allá para desatarlos. No sabemos contener, ni su velocidad derramada ni su voltaje. Nuestro vacío reproduce un canto en ellos, que se cimbran confiados dentro del propio derrumbe y se duermen.  



Poema posible:

     Percibimos arena en las manecillas. En el vidrio nocturno, la transparencia del hueso. Habitamos la marea de la razón, conectándonos con la ola sanguínea. Bajo la luna sustraemos peces derrotados; a veces vaciamos el océano y el agua oscura se prende y nos provoca la muerte. En ese silencio repican los dientes de los ancianos. En la vigencia que nos toca, llevamos inscrita la propensión al arte. Nuestra evolución ahora es mecánica que se estudia en el óxido, entre rala hierba. Así, sudando mares de leche nos conducimos ebrios, refulgentes como linternas insólitas que dan su mirar lumínico al territorio en tinieblas.    



(seda)

Estoy sombría, sonora solo en silencio.
Mi cerebro es la zona de un saber sonámbulo,
sueñan repisas en roperos que se enroscan solos.
Solía salir, sacando la solidez como bastón de bestia
o como bajar al suelo sentido, y ahora que salgo
a sacudidas de cielo, sombría en la ciudad,
superada y suelta en la seda de no saber quién sale,
quién surca, cuándo la savia sangra en sudor y cuándo silba.
Estoy como la estancia en el sopor de horas,
como la estancia cuando celebra su tiraje de suelas,
su peldaño, ese solar, ese sacar del zombi la verdadera
cima, y estoy tirando temas sobre la semblanza
de mi soledad, sometida a mí, saturada entre saleros
dispersos con sonrientes diseños. 



De Excursión al bosque de polvo (Ruido Blanco, 2013)

1 comentario: