miércoles, 15 de febrero de 2017

Denise Levertov - El lenguaje como una forma de vida



Es el poeta quien tiene el lenguaje a su cuidado; es quien, más que los otros, reconoce el lenguaje como una forma de vida y como un recurso común que ha de ser estimado y servido como estimamos y servimos a la tierra y sus aguas, la vida animal y vegetal. El aspirante a poeta que considera el lenguaje simplemente como algo utilizable, así como el mal campesino o el industrial rapaz miran el suelo o los ríos meramente como cosas que serán utilizadas, no descubrirá una poesía profunda; solamente, según su grado de habilidad, construirá un disfraz más o menos aceptable —una subpoesía, en el mejor de los casos eficazmente representativa de su pensar o sentir—, una referencia, no una encarnación. Estará contribuyendo, aunque aparentemente no de inmediato, a la erosión del lenguaje, al igual que el campesino y el industrial irresponsables contaminan los ríos. Todos nuestros recursos comunes, tangibles e intangibles, necesitan que se les dé, no sólo que se les quite; requieren el cuidado que nace del amor intelectual, de una comprensión de sus perfecciones.
    Es más, el amor del poeta por el lenguaje debe alcanzar la pasión si quiere que el lenguaje, es decir la poesía, lo recompense con milagros inesperados. La pasión por las cosas del mundo y la pasión por nombrarlas deben ser en él indistinguibles. Creo que la intensidad del sentimiento de Wordsworth residía tanto en su nombrar la cascada como en su aprehensión física de ella, cuando escribió:       

…The sounding cataract
Haunted me like a passion.

La sonora catarata
me habitaba como una pasión.


    La tarea del poeta es custodiar la sabiduría del lenguaje que, como declaró Robert Duncan, no es un mazo de fichas que puede ser manipulado, sino un Poder. Y es sólo a partir de esta sabiduría que accederá a la música, a esa canción interna del habla que no es el resultado de las partes eufónicas sino de una atención ejercida sobre las relaciones orgánicas de los fenómenos experimentados y la armonía latente y los contrapuntos del lenguaje que se identifica con esos fenómenos. Escribir poesía es un proceso de descubrimiento, de revelación de la música inherente, la música de las correspondencias, del paisaje interior.   


De El paisaje interior (Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1990)
Traducción de Patricia Gola

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