lunes, 25 de julio de 2016

Inger Christensen - Tres poemas



Hoy han surgido algunas dificultades. Como tú sabes han inventado la hierba. Hoy alguien orinó en la hierba y entonces la hierba creció demasiado alta, en realidad sólo se permite que la hierba crezca a cierta altura. Es por eso que debemos hacer pipí en la arena, en los areneros que han instalado para ello. Pero es también una cuestión política. La hierba no puede crecer tan alto que se cierre tras ellos, de manera que no se pueda ver la diferencia entre las personas. Ansío por salir de aquí porque están pasando todo el tiempo cosas que distraen mi atención. P. ej. hoy cuando estábamos haciendo la cama entró uno de los médicos corriendo con un cuchillo en la mano. Hola hola soy un relámpago, gritó, y destrozó nuestros edredones a cuchilladas. Entonces se sentó en un rincón y se echó a reír y a gritar que se sentía alegre y juguetón, casi como una jovencita. Pero no creo que ninguno de nosotros lo creyera. Seguro fue algo que ellos habían puesto en escena para que no nos mostráramos demasiado agresivos a causa de la prohibición de pisar la hierba.   



Voy a tener que pedirte que me traigas mi papel donde está escrito que nos amamos. No te sientas mal, ya sabes que te amo pase lo que pase. Pero van a utilizarlo en un test. A uno de los otros le han hecho hoy un test. Usted es un cerdo, le dijeron, ¿quiere tener la amabilidad de bajar el hocico y bufar? Tienen  razón, es maravilloso que nosotros estemos haciendo todo el tiempo cosas superfluas e inútiles, pero no creo en absoluto que ellos quisieran decir una cosa así. Estaban fuera en el vehículo y había un montón de empleados y el hombre lo hizo de verdad. Pero después todos pudimos ver cómo la pena llenó sus ojos. Yo no respondo de lo que pueda pasar si un día el personal y los pacientes se ponen de acuerdo y formulan el anhelo de rebeldía que nos llenaba. El amor es fuerte. Y este bufido fue realmente una señal. Yo sé que quizá pueden prorrogar mi estancia pero no pude dejar de amenazar al médico de guardia. Pero él sólo sonrió e hizo como si viviese en su mundo y dijo: En mitad del camino de nuestra vida la vida es sólo fea y estúpida y solitaria. Sigue sin creer que yo lo he calado. Sé muy bien que no está loco, él es simplemente literario. También le dije eso. Pero simplemente sacudió la cabeza y tomó nota y entre paréntesis escribió: el estado del paciente empeoró debido al calor estival.




Hoy todos los pacientes nos hemos puesto de acuerdo para decir que nevaba. Nos colocamos todos junto a las ventanas pegando las caras contra los cristales y regocijándonos con la nieve y la describíamos y soñábamos con lo maravilloso que sería ponernos a jugar con ella. Entretanto el sol resplandecía y los médicos estaban confusos sobre nuestro acuerdo y no sabían si debían actuar como si estuvieran locos y decir que nevaba o actuar como si no estuvieran locos y decir que no nevaba. Mientras tanto vimos que el personal salía al jardín y allí se ponía a dar vueltas corriendo y hacía como si todo estuviese lleno de nieve. No sé si fue nuestra agitación lo que ayudó o si ellos estaban aprovechando la confusión general para tomarse un descanso y salir y retozar y gozar del sol. Pero ahora eso no tiene importancia. Porque la prensa llegó a nuestro lugar y fotografió al personal que corría por todas partes tirando bolas de nieve y patinaban y hacían muñecos de nieve y se revolcaban unos con otros en la nieve. En los periódicos escribían que todo el personal se había vuelto loco. Llevaban flores en el pelo y tierra y hierba por todas partes. Es una de esas cosas que ejercen presión sobre el mundo. Y uno de ellos rió directamente a la cámara de televisión y gritó Me gustaría tanto amar su dolor. Aunque las cosas quizá vuelvan a la normalidad mañana no creo que ninguno de ellos lo olvide.       


De Eso (Sexto Piso, 2015)
Traducción de Francisco J. Uriz

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