1
Créanme, cartílagos en nudo, sangro como un árbol;
sólo sueño en tablones;
podría amar a un pato.
¡Tanta música en una piel!
Un pájaro canta en la zarza de tus huesos.
Empenachada, se derrama el agua.
Tráiganme un dedo. Este cieno solitario añora la hierba.
¿Bailan las ratas? Los gatos danzan.
Y tú, gato en pos de leche abundante y extensos peces,
una luna se soltó desde el ojo de un ciervo,
me duplicó amablemente en el verdor de mi sueño,
en lo verde.
2
Madre en azul y las numerosas mutaciones del heno,
esta cola odia al sendero plano.
He dejado afuera mi nariz;
podría derretir una roca,
¿así sucede con las aves largas?
¿Puedo ver también yo, ojo amado?
En un parpadeo más allá del mundo.
Bajo la lenta lluvia, ¿quién teme?
Somos rey y reina del territorio correcto.
Por ti arriesgo el invierno.
Tú, árbol que empieza a saber,
tú, murmullo de riñones,
¡Soldaremos el instante!–
con jotas y señales y cenizas en el suelo:
el mar estará allí, las enormes sombras aplastadas,
acaso barrenándose a sí mismas;
las ranas más estridentes;
y el fantasma de algún gran aullido
muerto emparedado.
En el mediodía a plomo de los muslos
en la primavera de las piedras,
nos dilataremos con los enormes mástiles.
Nos ocuparemos de los avatares de lo que debería ser
mirando hacia lo que somos.
3
Tú, chicuela con corazón de bestia,
¡vuélveme pájaro u oso!
He jugado con peces
entre los inarrugables helechos
en la estela de un buque de viento;
pero ahora el instante envejece,
y mi pensamiento busca otro cuerpo.
Estoy triste con los empequeñecidos búhos.
4
Toca y remueve. Chupa y solloza. Maldice y deplora.
Es un arañazo frío en un sitio deshonroso.
El cuervo muerto se seca sobre una estaca.
Formas en la penumbra
vigilan.
La boca implora. La mano toma.
Estas alas proceden del nido equivocado.
Quien permanece en el hoyo
nunca se derrama.
Escucho el golpeteo de un vientre antiguo.
El frío sabe cuándo llegar.
Lo que palpita en mí
aún se soporta.
La corriente profunda rememora:
alguna vez fui un estanque.
Lo que se aleja fluyendo
suministra.
De ¡Alabad hasta el fin! (UAM, 1988)
Traducción de Jorge Ayala Blanco
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