sábado, 8 de septiembre de 2012

Tres poemas de Theodore Roethke


ORQUÍDEAS

Se inclinan sobre el sendero,
Bocas de serpiente,
Balanceándose cerca de tu rostro,
Creciendo, suaves y engañosas,
Flexibles y húmedas, delicadas
Como la lengua de un pájaro joven;
Sus labios vellosos palpitantes
Se mueven con lentitud,
Aspirando el aire cálido.

Y de noche,
Cuando la luna desfallece entre enjalbegados vidrios,
Y el calor desciende,
Entonces el almizclado perfume se hace más intenso,
Goteando desde sus musgosas cunas.
¡Tantos voraces recién nacidos!
Muelles dedos luminiscentes,
Labios ni muertos ni vivos,
Sueltas bocas espectrales
Que respiran.


MACABRO EPIDÉRMICO

Indecoroso es aquel que aborrece
La apariencia de su envoltura carnal,
El tejido fugaz cosido sobre el hueso,
La vestidura del esqueleto,
El ropaje ni vellón ni pelo,
La capa del mal y la desesperación,
El velo largamente violado
Por las caricias de la mano y del ojo.
Sin embargo, tal es mi indignidad:
Odio mi vestido epidérmico,
La salvaje obscenidad de la sangre,
Los andrajos de mi anatomía,
Y voluntariamente haría caso omiso
De los falsos atavíos del sentido,
Para dormir impúdicamente, como el más
Encarnado y carnal espectro.


VACIADERO DE FLORES

Cañas brillantes como escorias,
Tallos como babosas,
Enteras camadas de flores arrojadas en montón,
Claveles, verbenas, cosmos,
Abono, malezas, hojas muertas,
Raíces desventradas,
Con venas descoloridas
Entrelazadas como finos cabellos,
Cada masa con la forma de un tiesto,
Todo fláccido
Salvo un tulipán en la cumbre,
Una cabeza jactanciosa
Sobre lo agonizante, lo recién muerto.


Versiones de Alberto Girri

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