Aunque en muchos de sus aspectos, el mundo visible parece haberse formado en el amor, las esferas invisibles se formaron en el pavor.
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He escrito un libro impío y me siento inmaculado como un cordero.
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Por alguna razón me aferro a la noción de que en todos los hombres residen a escondidas ciertas propiedades portentosas y ocultas —como en algunas plantas y minerales— que por algún feliz pero muy raro accidente (como el bronce se descubrió en la fundición del hierro y el cobre amarillo cuando ardió Corinto) bien pueden ser convocadas aquí en la tierra.
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La desolación de la tierra ¿es el resultado del abrazo fatal de la Deidad?
(Melville)
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La noche del 26 de enero de 1824, cuando el ballenero Globe de Nantucket surcaba el Océano Pacífico cerca de la isla Fanning, latitud norte 3° 49´, longitud oeste 158° 29´, uno de los dos arponeros del buque, Samuel B. Comstock, de 21 años, hijo de un maestro cuáquero de escuela de Nantucket y descendiente por el lado de su madre de los Mitchell , una familia tan orgánica en la vida como los Coffin, Starbuck, Gardner y Macy, descendió al camarote poco después de media noche y, con un hacha, le partió la cabeza en dos al capitán mientras dormía, mató al primer contramaestre del mismo modo, confrontó a los dos oficiales restantes con el grito de "soy el hombre ensangrentado, tengo la mano ensangrentada y tendré mi venganza", mató al tercer contramaestre con un tiro de mosquete y dejó moribundo al segundo contramaestre de las heridas que le infligiera con el cuchillo de dos filos, más de un metro de largo y tres pulgadas de ancho que se utiliza para cortar la esperma del cuerpo del cachalote.
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El principio del hombre fue el mar salino. La reverberación perpetua de este gran hecho antiguo, constantemente renovado en el desenvolvimiento de la vida de cada ser humano, es el hecho más importante apropósito de Melville. Pelágico.
Tenía la tradición por dentro, honda, en el cerebro, las palabras, el pulso salino de su sangre. Tenía el mar de sí mismo vigoroso, agobiante, como Poe tenía la calle. Eso le permitió inspirarse en Shakespeare. Noé, y Moisés eran sus contemporáneos. La historia era rito y repetición cuando la imaginación de Melville latía a su compás propio.
Era un sentido más antiguo que el del hombre europeo, más próximo a la magia que a la cultura. La magia que, a diferencia del culto, es negra. Pues la magia tiene un solo propósito: obligar a las fuerzas humanas o no humanas a hacer nuestra voluntad. Como Ahab, norteamericano, un objetivo: el dominio sobre la naturaleza.
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Tengo para mí que el ESPACIO es el hecho central para el hombre de los Estados Unidos, de la cueva de Folsom a nuestros días. Lo escribo en grande porque aquí es grande. Grande y sin misericordia.
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Para Melville lo que yace en el fondo de nosotros como individuos y como pueblo no es la voluntad de ser libres sino la voluntad de abrumar a la naturaleza.
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Este Ahab había enloquecido. El objeto de su atención era algo desmedidamente grande y blanco. Se había convertido en un especialista: había concentrado todo el espacio en la forma de una ballena llamada Moby Dick.
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Lo que el pacífico le había confirmado, él dejó que Cristo lo desvirtuara. La promesa de vida futura fue lo que le hizo morder el polvo.
La muerte lo incomodaba. La vida a la intemperie, su propia intemperie, le preocupaba, en palabras de Dickinson, como una avispa. Buscó solaz en la Resurrección. No consiguió nada. No logró nada a cambio de perder su mortalidad. Mermaron las dimensiones de la vida que el había percibido. Los objetos perdían gravedad conforme abultaban.
Todo lo que queda en 1856 es la cáscara de su propia fe: a Hawthorne le dice que "se había acostumbrado a la idea de que sería reducido a la nada".
(Olson)
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Ego non baptizo te in nomine patris, sed in nomine diaboli.
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¡Dios! ¡Dios! ¡Desfóndame el cerebro!
(Ahab)
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De Llámenme Ismael (Ediciones Era, 1977)
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