miércoles, 12 de septiembre de 2012
Tres poemas de Mark Strand
XVI
Es cierto, como alguien dijo, que en
Un mundo sin cielo todo es despedida.
Agites o no tu mano, es despedida
Y si no asoman lágrimas a tus ojos,
Es de todos modos despedida, y si finges no saberlo,
Detestando cuanto pasa, También es despedida.
Despedida, sin importar qué. Y las palmeras, al ladearse
Sobre la verde esplendente laguna, y los pelícanos
En picada, y los atentos cuerpos de los bañistas que descansan,
Son etapas de una quietud final, y el deslizarse
De la arena y el viento y los secretos movimientos del cuerpo
Forman parte de lo mismo, una simplicidad que vuelve todo
Ocasión de duelo, o algo digno
De celebración, pues ¿qué hacer frente
Al peso de las alas de los pelícanos
La densa sombra de las palmeras, las células que oscurecen
La espalda de los bañistas? Esto va más allá de las distorsiones
Del azar, más allá de los efugios de la música. El final
Se representa una y otra vez. Y lo sentimos
En las evocaciones del sueño, en la maduración de la luna,
En el vino que reposa en la copa.
De Elegía para mi padre
1. EL CUERPO VACÍO
Eran tuyas las manos, los brazos eran tuyos,
Pero tú no estabas.
Eran tuyos los ojos, pero estaban cerrados y no los abrirías.
El sol, distante, estaba allí.
La luna posada en el hombro blanco de la colina estaba allí.
El viento de Bedford Basin estaba allí.
La verde, desvaída luz invernal estaba allí.
Tu boca estaba allí,
Pero tú no estabas.
Si alguien hablaba no había respuesta.
Las nubes bajaron
Y cubrieron los edificios junto al agua,
Y callaba el agua
Lo vieron las gaviotas.
Los años, las horas, que no te encontrarían
Se apoyan en las muñecas de los otros.
No había dolor. Se había ido.
No había secretos. No había nada que decir.
La sombra esparció sus cenizas.
El cuerpo era tuyo, más tú no estabas allí.
El aire se estremeció contra su piel.
Lo oscuro se asomó a sus ojos.
Pero tú ya no estabas.
6. AÑO NUEVO
Es invierno y año nuevo.
Nadie te conoce.
Lejos de las estrellas, de la lluvia de luz,
Descansas bajo la rocosa estación.
No existe hilo que guíe tu regreso.
Tus amigos dormitan en la oscuridad
Del placer sin poder recordar.
Nadie te conoce. Eres el vecino de nada.
No ves caer la lluvia ni al hombre que se aleja,
El sucio viento esparciendo sus cenizas sobre la ciudad.
No ves el sol arrastrando a la luna como un eco.
No ves el herido corazón alzarse en llamas,
Los cráneos de los inocentes tornarse en humo.
No ves las cicatrices de la abundancia, los ojos sin luz.
Todo ha terminado. Es invierno y año nuevo.
Los humildes se despojan de su piel en el cielo.
Los desesperanzados padecen el frío con los que no tienen nada que ocultar.
Todo ha terminado y nadie te conoce.
Hay una luz estelar deslizándose en el agua oscura.
Hay piedras en el mar que nadie ha visto.
Hay una ribera y gente esperando.
Y nada retorna.
Porque todo terminó.
Porque en vez de un nombre hay silencio.
Porque es invierno y año nuevo.
De La escuela de Wallace Stevens (Vaso Roto, 2011)
Traducciones: Jeannette L. Clariond
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