CHARLA
DE ATARDECER
A
veces, cuando estoy aburrido,
charlo
con Dios.
Juntos
observamos los dibujos del linóleo,
su
rítmica repetición
en
el suelo de la cocina.
En
estas manchas, digo,
puedes
reconocer un oso,
en
estas, un gato,
y
si le quitas el sombrero
a
este hombre gracioso,
se
ve una cabeza de león.
Torpemente
repite tras de mí:
Oso,
gato…
Cada
vez que encuentra una imagen semejante
junto
al aparador o bajo la ventana
se
sorprende de nuevo.
¿Ves
esta línea
que
parte en dos el piso?
Cuánta
disonancia mete en las figuras.
Acá
podría haber un bisonte,
pero
sólo salió un mutilado
lomo
de caballo.
Bisonte,
lomo de caballo…
Deletrea
como un niño en su primera lectura,
horrorizado
por la negra rajadura
que
parte en dos el piso de la cocina.
Señalo
hacia adelante, hacia la puerta que da al corredor,
donde
empiezan las partes de los monstruos,
de
seres fantásticos sin cabeza,
espantosos
engendros sin cuerpo.
Lentamente
lo empujo hacia afuera
porque
ya es tarde y quisiera dormir.
Pero
por la noche, cuando me levanto
para
tomar un vaso de agua,
sigue
parado en el umbral,
mirando
la delgada fisura
que
va de la pared a la ventana,
como
alguien
que
se ha extraviado en una ciudad extraña
y
no sabe el idioma
para
preguntar por el camino.
NARCISO
PERPLEJO
Apenas
me acostumbré a la fotografía, ya está acá
la televisión. La estoy viendo. Un programa cultural.
Un hombre joven sonríe un poco tontamente y
habla. Habla de sí mismo, habla de poesía.
la televisión. La estoy viendo. Un programa cultural.
Un hombre joven sonríe un poco tontamente y
habla. Habla de sí mismo, habla de poesía.
Habla.
A mi juicio no es demasiado inteligente
lo que dice, ni tampoco demasiado estúpido. Habla
como la gente común delante de la cámara.
Trabándose. Con pausas molestas. Quizás
lo que dice, ni tampoco demasiado estúpido. Habla
como la gente común delante de la cámara.
Trabándose. Con pausas molestas. Quizás
resultaría
simpático si la locutora
no le hubiese fijado un nivel inalcanzable
con su reflexión crítica introductoria. Pero así es un obstáculo
a un arroyo que murmura, una piedra que hace
no le hubiese fijado un nivel inalcanzable
con su reflexión crítica introductoria. Pero así es un obstáculo
a un arroyo que murmura, una piedra que hace
saltar
al automóvil, un cierre fallado.
Me dicen que ese hombre soy yo. Me dicen
que en la televisión me veo tal como soy en la realidad.
Yo no les creo. No, no les puedo creer eso.
Me dicen que ese hombre soy yo. Me dicen
que en la televisión me veo tal como soy en la realidad.
Yo no les creo. No, no les puedo creer eso.
MENSURABILIDAD
Me
miden. Miden la cantidad de mis pelos,
el
tamaño de mi pie. Miden mi órgano,
mi
altura, mi peso. Miden la cantidad
de
cigarrillos que fumo por día.
Ya
de niño me midieron el contorno
de
la caja torácica, mi capacidad pulmonar.
Me
midieron el empuje. Cuán lejos saltaba
estando
detenido o corriendo. Cuán alto.
Me
miden. No sé para qué. No sé
en
nombre de quién. No sé quién lee
esos
datos y con qué intención.
Quizás
alguna autoridad, quizás alguien
que me quiere someter a control. Quizás.
Huyo
al poema, al espacio de una posible libertad.
Pero
ya se presenta el crítico. Mide la profundidad del pensamiento,
la
altura de la inspiración. Descompone el poema y lo
transforma
en una multitud de signos estadísticos.
De El fin comenzará por los suburbios (Gog y Magog, 2008)
Traducción de Pablo Fajdiga
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