EL PELO DEL PERRO
El perro no está más. Lo extrañamos. Cuando suena
el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde, no hay nadie esperándonos.
Todavía encontramos sus pelos blancos aquí y allá por toda la casa y en nuestra
ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él.
No los tiramos. Tenemos una esperanza loca: si recogemos suficientes, vamos a
poder armar el perro otra vez.
LA NOVELA MALA
Esta novela aburrida, difícil, que traje conmigo
en el viaje: sigo tratando de leerla. Volví a ella muchas veces, con miedo cada
vez y cada vez encontrándola tan mala como la vez anterior, tanto que a esta
altura se convirtió en algo así como una vieja amiga. Mi vieja amiga la novela
mala.
DOS SEPULTUREROS
Un empleado de funeraria, llevando un cuerpo hacia
el norte por la autopista, en Francia, se detiene en un restaurante al costado
de la ruta para almorzar algo. Allí se encuentra con otro empleado de
funeraria, un colega conocido, que también paró para almorzar algo y está
llevando un cuerpo hacia el sur. Deciden sentarse a la misma mesa y comer
juntos.
Roland Barthes es testigo de este encuentro entre
dos profesionales. Es el cuerpo de su propia madre el que llevan al sur. Los
observa desde una mesa separada, donde se sienta con su hermana. Su madre, por
supuesto, está acostada afuera, en el coche fúnebre.
LA CAMINATA DE ÖDÖN VON HORVÁTH
Ödön von Horváth caminaba cierto día por los Alpes
bávaros cuando descubrió, a cierta distancia del camino, el esqueleto de un
hombre. El hombre había sido, evidentemente, un alpinista, puesto que llevaba
una mochila. Von Horváth abrió la mochila, que estaba casi como nueva. Dentro
encontró un suéter y otra ropa; una pequeña bolsa con lo que había sido comida
alguna vez; un diario; y una postal de los Alpes bávaros, lista para ser
enviada, que decía: «La estoy pasando maravillosamente».
HANDEL
Tengo un problema en mi matrimonio y es que no me
gusta George Frideric Handel tanto como a mi marido. Es una barrera real entre
nosotros. Me da envidia una pareja que conocemos, por ejemplo, en la que los
dos aman tanto a Handel que a veces se hacen el larguísimo viaje a Texas nada
más que para escuchar a un tenor en particular que canta un fragmento de una de
sus óperas. A esta altura, ya han convertido a otro de nuestros amigos en
amante de Handel. Me sorprende, porque la última vez que hablamos de música, a
ella le gustaba Hank Williams. Los tres fueron en tren a Washington, D.C., este
año a escuchar Giulio Cesare in Egitto. Prefiero los compositores del siglo XIX
y particularmente a Dvořák. Pero soy muy abierta a todo tipo de música, y
generalmente si me expongo a algo durante el tiempo suficiente, me termina
gustando. Pero, a pesar de que mi marido pone una especie de música vocal de
Handel casi todas las noches si no digo nada para evitarlo, no he llegado a
amar a Handel. Afortunadamente, descubrí una terapeuta no muy lejos de aquí, en
Lenox, Massachusetts, que se especializa en Handel-terapia, y voy a probarla.
(Mi marido no cree en la terapia y sé que no iría conmigo a una Dvořák-terapia
aunque hubiera una)
LAS BUSCADORAS DE MARIDO
Bandadas de mujeres tratan de aterrizar en una isla,
buscando maridos en una tribu de hombres jóvenes muy bellos. Vuelan a través
del mar como capullos de algodón o como un semillero de plantas silvestres, y
cuando las rechazan se amontonan lejos de la costa en un banco flotante de lana
blanca.
sueño
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