miércoles, 4 de febrero de 2015

Tres poemas de Charles Bernstein


EN UN MUNDO AGITADO COMO ÉSTE

No hace mucho, o acaso lo soñé
o lo inventé, o de pronto le perdí
la pista al tren en el abracadabra
de días que se esfuman; no, si doblo
esta vuelta a la esquina, llego a ella
desde tres lados a la vez, o boto
el balón contra todos los videntes
adormilados —bueno, pueden verlo
sus propios ojos, que no hay nada bajo
mi manga, o noten cómo hasta las rocas
se quiebran a presión. Cuanto más andes
 en una dirección, tanto más lejos
tendrás que seguir antes que el retorno
se vuelva enteramente indivisible.


ESTA LÍNEA

Esta línea está despojada de emoción.
Esta línea no es más que una
ilustración de una teoría
europea. Esta línea carece
de sujeto. Esta línea
no hace referencia a nada
fuera de su contexto en
esta línea. Esta línea
trata sólo sobre sí misma.
Esta línea no tiene significado:
sus palabras son imaginarias, sus
sonidos inaudibles. Esta línea
no se preocupa de sí misma ni de
nadie más —es indiferente,
impersonal, fría, poco atractiva.
Esta línea es elitista, requiere,
para comprenderla, años de estudio
en bibliotecas atrofiantes, tragarse
tratados esotéricos sobre
temas imposibles de pronunciar.
Esta línea rechaza la realidad.


LA AUTONOMÍA ES UN PELIGRO

Odio el artificio. Todos esos
artilugios tantos obstáculos
contra lo que no puede discutirse
de otro modo, tanto lo que parece
parecido en una jalea de
retorcijones. La poesía me asusta. Me
refiero a su anonimato virtual
(o de ventrílocuo) —sin protección, sin
bastión que acompañe su omnipresente
falta de propósito, su aceleración
en aumento hacia algo que puede o
no inflarse. Los ojos exigen
el conteo. El ninguna parte visto en todas partes
la controlada falta de voz de la que todos se agarran
para sacar un pedazo. Tiembla
todo lo que quieras no hará
que venga más rápido
dure más: la bomba
que no se bota.

De Grandes éxitos (Mantis Editores, 2014)
Traducción de Enrique Winter

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