sábado, 24 de enero de 2015

Cuatro poemas de Tomas Tranströmer


ABRIL Y SILENCIO

La primavera yace desierta.
La zanja, oscura como terciopelo
se arrastra junto a mí
sin espejeos.

Tan sólo irradian
las flores amarillas.

Soy llevado en mi sombra
como un violín
en su caja negra.

Lo único que quiero decir
reluce fuera de mi alcance
como la platería
en la casa de empeños.


ENTRA LA LUZ

Fuera de la ventana están los largos animales de primavera,
el dragón transparente de la luz solar  
pasa corriendo como un interminable
tren de suburbio (jamás llegamos a verle
la cabeza).

Las casas de la costa caminan de costado
orgullosas como cangrejos.
El sol hace parpadear las estatuas.

El furioso mar de fuego en el espacio
se transtierra en caricia.
La cuenta invertida ha comenzado.


DE LA ISLA, 1860

I

U día en que enjuagaba el lavado en el muelle
el frío de la ensenada le subió por los brazos
y penetró en el vientre.

Las lágrimas se helaron y se volvieron gafas.
La isla se elevó sobre la hierba
y la bandera del arenque blanqueó en el abismo

            II

Y lo alcanzó en enjambre de la viruela
y lo golpeó en el rostro.
Yace mirando fijamente el techo.

Cómo remaban silencio arriba
La mancha del presente, fluyendo eternamente;
el punto del presente, sangrando eternamente.


UN BOCETO DE 1844

El rostro de William Turner está ocre de intemperie;
tiene su caballete al extremo de las rompientes.
Seguimos el cable verde plateado hacia el abismo.

El vadea por el reino llano de los muertos.
Llega un tren. Acércate. Lluvia,
lluvia avanza sobre nosotros.

De Góndola Fúnebre (Ediciones Literatura Americana Reunida, 2000)
Traducción de Roberto Mascaró

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