lunes, 16 de diciembre de 2013

Dos poemas de Czeslaw Milosz


AUTODESCRIPCIÓN HONESTA CON UN VASO DE WHISKY, EN EL AEROPUERTO, DIGAMOS QUE EN MINNEAPOLIS

Mis oídos se pierden en las conversaciones, mis ojos se apagan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas con minifaldas, con pantalones o con sinuosas telas,

Las miro una a una por separado, miro sus muslos y sus nalgas, absorto, meciéndome entre sueños pornográficos.

Viejo verde, es hora de ir a la tumba, no de jugar y divertirse como un joven.

Pero es simplemente lo que siempre he hecho, crear escenas de este mundo por orden de la imaginación erótica.

No es que desee a estas criaturas en concreto, lo deseo todo, y ellas son como señales de una unión extática.

No tengo la culpa de que hayamos sido moldeados de esta manera, mitad contemplación desinteresada y mitad apetito.

Si voy al Cielo cuando muera, todo debería ser como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos, de estos pesados huesos.

Convertido tan solo en una mirada, seguiré absorbiendo las proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios, una calle parisina en junio, al alba, toda esta incomprensible abundancia, la incomprensible abundancia de las cosas visibles.

  
PRUEBA

Y no obstante conociste las infernales llamas.
Incluso podrías decir cómo son: reales,
Con ganchos puntiagudos para desgarrar la carne
A trozos, hasta el hueso. Y al pasar por la calle
Había torturas, sangre derramada, azotes.
Lo recuerdas y no dudas, seguro que existe el infierno.

Traducción de Xavier Farré

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