lunes, 24 de marzo de 2025

Ángel Ortuño - Trece poemas

 

De Siam

 

SOY UN TORPE MUÑECO DE MADERA QUE HA VENDIDO SUS LIBROS Y FUE AL CIRCO

 

Por lo pronto

me balanceo en un péndulo que traza

mandrágoras y cunas.

Según transcurra el cuento

bajo la catedral de un costillar enorme

veré a mi padre, indemne:

ni la ballena pudo digerirlo.

 

 

De Contra Terpsícore

 

CONTRA TERPSÍCORE

 

Hay quienes dicen que Robespierre no bailaba. Mienten. Por el contrario, son ya irrefutables las pruebas de que la principal pasión de Adolf Hitler no era el poder sino el baile. La danza —se nos dice— está indisolublemente ligada al nacimiento de las religiones. ¿No es suficiente esto para aborrecerla?

 

Víctima de un atroz error, habito entre un pueblo de danzantes, de epilépticos por vocación cuyo mayor entretenimiento es el tumulto febril y el descoyuntamiento propio de los atacados por la rabia. Sus reuniones hacen que comprenda el odio de Dios por sus criaturas. Son la refutación del solipsismo: es imposible que yo pudiera imaginar algo siquiera parecido (¿necesito decir que yo soy el que existe?).

 

Sueño que Gengis Khan se abate sobre ellos como una redentora ola de mutilación.

 

 

De Boa

 

BLUES CON LA PANTERA ROSA

 

Aserré por mitad

una muñeca

muy parecida a ti.

 

Luego me fui sonriente caminando

en dos direcciones opuestas.

 

 

LAS MALAS ACCIONES

 

En forma de animal o de mujer impúdica, es

el diablo:

sus manos de muñeca mordida

por un cerdo,

las pezuñas

que asoman apenas

un quirúrgico instante,

las lindas zapatillas de cristal.

 

Por supuesto, no existe. Pero el infierno sí,

 


NO TENGO ENEMIGOS (EXVOTO)

 

Dijo: Soy

la mujer más feliz

del mundo.

(Cuando despertó de la anestesia.)

No sé quién pudo haberme hecho esto.

Le agradezco a Dios que me dejara viva,

que sólo me mordiera.

Ahora puede volver

a triturarme,

a obligarme a vivir en un sombrero de copa.

 

 

De Mecanismos discretos

 

INCENTIVOS PARA EL BUEN DESUELLO

 

La bruja, por supuesto,

podría salvarse

de la condenación eterna.

 

Será preciso cosechar el trigo

que crezca sobre el lugar

donde la enterramos viva.

 

 

De 1331

 

FELICES LOS FELICES

 

Mira el grupo de hormigas.

¿Te esperan en tu casa? ¿Tienes

tiempo?

Siente la comezón, el color rojo

mientras repites ácido —leíste—

ácido fórmico.

 

El piso desde cerca. Un letrero que dice:

Respete las señales.

Más adelante otro: Jesús es la respuesta

siempre y cuando

la pregunta no sea

cuál es el peso atómico del cadmio.

 

 

DÉJALAS CAMINAR PORQUE SON FUEGO

 

Hay pianos donde anidan las hormigas

y por eso parecen

tocar solos.

Son tantas que podrían subirlos a los árboles

(pero esto sólo pasa cuando están muy contentas).

 

Sus vestidos son rojos y entallados

y a pesar de que son más certeras

no podrás verlas nunca

pronosticar el clima en la televisión.

 

 

De El amor a los santos

 

ARTE POÉTICA

 

lo

más

barato

 

es

 

lo

más

profundo

 


De Gas lacrimógeno y otras cosas que nos son poemas 


UN POEMA A LA ALTURA DEL MUNDO

 

Regresé un poco tarde,

como cuando me iba a fiestas ilegales donde había

alcohol y drogas

para adolescentes.

 

Entonces, aunque tuviera que soportar un regaño feroz,

finalmente me abrían la puerta de la casa.

 

Pero ahora que vuelvo

a la gran poesía,

me dejaron afuera.



De La edad de oro

 

SE TERMINARON LAS VACACIONES

 

Se quemó el sitio

donde solía trabajar.

“No sabemos cuándo

volveremos a abrir”, leí

en el periódico

que decían al respecto.

 

Hace años que mis sueños sólo son

un apacible

fundido en negro.

De niño nunca soñé

que se incendiara la escuela.

De adolescente hice lo posible

para realizar ese sueño que no

había tenido.

 

Cuando en una película se desfasan la imagen

y el sonido,

sólo entonces,

creo entender

lo que está pasando.

 

 

ENTER POETRY

 

Un sujeto publica una frase tajante. Una

afirmación de ésas para quitarles la venda de los ojos a

los infelices que viven engañados.

 

Otro le responde: cuántas

pendejadas escribes.

 

Mientras tanto yo pienso

en cómo explicarles a los eruditos del año tres mil

lo que era un teclado y lo importante

de su uso en la lírica arcaica.

 

 

LEÍ QUE LOS ZAPATOS DE TACÓN SE INVENTARON EN EL SIGLO XVI PARA LOS JINETES MILITARES PERSAS Y QUE DE AHÍ FUERON COPIADOS POR LA ARISTOCRACIA EUROPEA. ADEMÁS, ESTABAN PROHIBIDOS PARA LAS MUJERES

 

Los caballos son unos animales hermosos.

Incluso nuestro amor

no los degrada.

 

 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Mario Levrero - La selva es uno mismo

 

Cuando se llega a cierta edad, uno deja de ser el protagonista de sus acciones: todo se ha transformado en puras consecuencias de acciones anteriores. Lo que uno ha sembrado fue creciendo subrepticiamente y de pronto estalla en una especie de selva que lo rodea por todas partes, y los días se van nada más que en abrirse paso a golpes de machete, y nada más que para no ser asfixiado por la selva; pronto se descubre que la idea de practicar una salida es totalmente ilusoria, porque la selva se extiende con mayor rapidez que nuestro trabajo de desbrozamiento y sobre todo porque la idea misma de «salida» es incorrecta: no podemos salir porque al mismo tiempo no queremos salir, y no queremos salir porque sabemos que no hay hacia dónde salir, porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte o simplemente la muerte. Y si bien hubo un tiempo en que se podía morir cierta clase de muerte de apariencia inofensiva, hoy sabemos que aquellas muertes eran las semillas que sembramos de esta selva que hoy somos.

   Sin embargo hoy vi, hacia la caída del sol, el reflejo de unos rayos rojizos del sol en unos ladrillos de cerámica barnizada, y me di cuenta de que aún estoy vivo, en el verdadero sentido de la palabra, y de que aún puedo llegar a situarme en mí mismo: todo es cuestión de encontrar cierto punto justo, mediante cierta voltereta espiritual; no puedo evitar la maraña de consecuencias, no puedo pretender ser el protagonista, otra vez, de mis acciones, pero sí me es posible rescatarme dentro de esas nuevas pautas, aprender a vivir otra vez, de otra manera. Hay una forma de dejarse llevar para poder encontrarse en el momento justo en el lugar justo, y este «dejarse llevar» es la manera de ser el protagonista de las propias acciones —cuando uno ha llegado a cierta edad.


De El discurso vacío (Interzona, 2006)

Gonzalo Millán - Veneno de escorpión azul (fragmentos)

 

Cuando Gonzalo Millán supo que estaba enfermo de un cáncer terminal de pulmón, comenzó a escribir un diario. En él registró los últimos cinco meses de su vida. Escribió poemas, aforismos, reflexiones en torno a la escritura/el amor/la muerte, recuerdos, y el simple transcurrir de los días. A continuación una selección de fragmentos:

 

Toda la inmortalidad

que puedes desear está presente

aquí y ahora, no hay más

que estos fugaces pedazos de eternidad


*


Preguntas para El libro de los cambios. ¿Debo ahorrar salud, ganar un tiempo precioso y dudoso, prolongar la luz a toda costa, cuidando la delicada llama? ¿Debo sacrificar mis egoístas/narcisistas deseos por la austeridad, el control y la abstinencia? Enfrentado a la muerte: acaso si viví como un loco, ¿me toca morir como un cuerdo virtuoso? Intensidad versus duración: ¿qué prefieres: hacer un cambio a último momento, renunciar al modo de vida que te destruye, o persistir en el sendero que te lleva más rápido al cercano abismo?


*


La cuenta regresiva había comenzado mucho antes pero sólo ahora, en mayo, te diste cuenta.


*


Me gustaría ser cremado y que arrojen mis cenizas en el cerro San Cristóbal; para quedar entre los pimientos.


*


Diario de vida y muerte, bitácora

terminal, caja negra que sobrevive

al desastre. Las últimas palabras.

Un género sobreviviente postrero.

Los borradores de un epitafio.

Los altibajos gráficos de una ficha clínica.


*


Sabes que la plegaria es una forma de negociación. ¿Qué me traes?, dice la diosa regateadora de la casa de empeños. ¿Cuánto tiempo me das por un acordeón?


*


Certero y contundente el golpe, tal vez mortal; peligroso y doloroso en todo caso. Habla con tu cáncer. Hazle preguntas a ese enjambre de células descarriadas que se alojan en tus pulmones. Escríbele una carta al cangrejo y pregúntale por qué eligió tu pulmón como si fuera un par de rocas.


*


Con el aviso del perecimiento cualquier cosa se pone preciosa: incomparable el sabor de unos dulces rellenos llamados “bastones de Viena”.


*


Romper papeles me desahoga y tranquiliza.

Despedazar los rastros pedestres,

deshacerse de las pruebas, los grises números

de la torpe existencia.

Pruebas, fotocopias, listas de nombres.

Boletos en las espaldas manuscritos.

Libretas.


*


Concebir el fin de la imaginación

es lo más terrible del ocaso,

el esplendor de asistir

y marcharse, sin llevarse los sueños,

dejando el teatro vacío y oscuro.


*


Aunque pasa lo peor es como si nada hubiera pasado, la tierra gira como todos los días, cae la noche y el día parece un sueño. Las naranjas conservan su perfume azul, un chocolate en la mesa de luz.


*


Ya no queda tiempo suficiente para aprender japonés ni chino. Te fijas una cuota, una palabra por lengua, eliges chinjunkin, del nipón.


*


Maestro del Otoño, préstame tus raíces para aferrarme a la tierra como anclas, como áncoras tentaculares. Destíname como tutor al ombú una plaza de Bellavista y bajo su bella sombra sentado con sus raíces expuestas quiero anillos de sierpe gigante. Enséñame los misterios de la permanencia y la fugacidad. Magíster amarillo. Vertical defensor de los caminos, los álamos como clavadas plumas en hilera para el orden, al ceibo dame como padrino. El árbol que se deshoja aprende del árbol perenne. El árbol perecedero es maestro del que se cree inmortal. De la higuera, la desnudez gris y correosa del tronco y las ramas con gestos de piernas y brazos. Higos cárdenos y brevas violáceas. Dulzuras que limitan con el asco. Dulces asperezas y con dulzuras. Maestro del Otoño, enséñame la renuncia, el descarte de los reyes y las reinas y los ases, y a ocultar un comodín en la manga y un dardo en la boca. Maestro del transitorio Otoño en un día soleado y frío con trementina en el aire que sabe a nieve, que solea el parrón, un colchón de vegetación dorada. Moderado maestro, ahórrame de la cerveza, mejor muéstrame las ramas en los huesos, las copas peladas en vez de las calaveras. Don Otoño, don Otoño, concédeme una lenta despedida, el tiempo para las últimas ceremonias íntimas. Debajo del tumulto, bajo las hojas duerme una serenidad desapercibida.


*


Cuesta imaginar la ausencia, restarse

de lo que estoy mirando, una puerta

estrecha del armario de donde sobresale una manga.

Borrarse con ácido la cara y las manos.


*


Anhelo un paraíso con mandarinas, fáciles de coger, de pelar y de comer, dulces y refrescantes.   


*


La lengua prolifera jugando consigo misma.

Lo propio del lenguaje es propagarse, difundirse con una prolijidad exuberante.

Lo propio de la poesía es la poda (bonsái).

La insistencia en la precisión concentrada del signo, vacuna.

La poesía es una laguna lacónica junto al mar de la lengua.


*


Siento dejar las palabras, entre otras cosas; abro el diccionario y me despido.


*


Creciente desgana para contar historias, para hacer planes, para proyectar. Me complace mirar los buitres desde mi sillón, seguir el vuelo de las moscas.


*


Lo mejor (de vivir) es respirar sin darse cuenta.


*


Voy hacia atrás como si remara de espaldas viendo el futuro que se aleja.


*


Una grieta me separa de los sanos, los saludables, los salubres; la tierra, común hasta ayer, se ha partido en dos como una barranca.


*


Fabrico un tumor con piezas infantiles de Lego,

un cáncer octogonal, una masa angulosa

con aristas y botones de plástico

y varios huecos.


*


Avanzo como una lancha monotonal, cruzando de la nada a la nada en el ferry Caronte. Al voleo me despido de algunos amigos y enemigos.


*


Oigo el rumor del tumor, como el espía.

Las células rebeldes hablan en otro idioma.


*


Adiós estrellas de Orión. Las echaré de menos, Betelgeuse y otras en el norte. Diviso las tres Cabritas (las veo cuando todavía no aclara y salgo a recoger el diario).


*


(Cendrars pidió que lo llevaran al cementerio en un carro de mudanzas).


*


Se acaba el tramal. Todo se acaba, se termina la caja de ginseng, se terminan los cigarrillos. El tiempo sigue adelante su marcha dejando atrás los desechos de su paso, basura, botellas y diarios, toneladas de cartulinas y celofanes arrugados, plegados. Papeles de regalos, pantuflas rotas, papeleros quemados.


*


Solo les ruego a los fármacos que me hagan efecto. Rezo a los calmantes y a los antibióticos. Quemo incienso y elevo plegarias a los antidepresivos.


*


¿Reconoces el ruido que hace la tapa del azucarero metálico en la mesa? Escúchalo porque un día no lo escucharás más. Sonará igual, pero tú no lo escucharás. Una mañana cualquiera dejarás de escucharlo. Recuérdalo porque cualquier mañana…, atiéndelo.


*


Te agraden tus propias células, te atacan

tus mansos espirales, los anillos te estrangulan,

perros feroces que desconocen a su amo.


*


Acostúmbrate a la vela que se apaga y al fuego que se enfría. Al color que se destiñe, que se decolora poco a poco. A la vista que se pierde, acostúmbrate.


*


Las palabras ya me esperan sentadas

en hileras serviciales por la mañana.

Son las palabras de nadie y de todos

en busca de empleo.

Todas ambicionan figurar en un poema,

en un cuento, en una moraleja,

en un aforismo que sea.


*


Mañana estas letras en que te amo

estarán vivas contigo y yo muerto.


*


Ése es el pájaro que se oye por última vez antes de adentrarse en el laberinto.

 

 

(De Veneno de escorpión azul. Diario de vida y de muerte, Ediciones Universidad Diego Portales, 2007)


domingo, 8 de diciembre de 2024

Cuatro poemas de Jorge Correa

 

esperar es lo único que podemos hacer

decía mi abuelo frente a un viejo televisor

que hace años no encendía

 

luego hablaba de platillos voladores

monstruos y tentáculos

que alguna vez infundieron terror

en esa obsoleta sony trinitron

 

a las nueve de la noche madre venía por mí

para volver al tiempo de comer en casa

sin masticar fuerte y escribir

en cuadernos con respeto al margen

 

así esperaba otros cinco días

para ver de nuevo la curva pantalla negra

y escuchar historias fuera de este mundo

 

 


CUANDO LOS ADULTOS DEJAN DE PARECER GIGANTES

 

te miras al espejo

y lo que encuentras

es un estuche casi vacío

de no ser por aquel lápiz

con el que años atrás

aprendiste a escribir

los días de la semana

números tú nombre

la palabra hogar

y otros ruidos que hoy

apenas escuchas

 

 


CUANDO UNO COMIENZA A PENSAR EN COSAS COMO VIVIR EN OTRO PLANETA O EN UNA ISLA A LA SOMBRA DE UN FARO

 

lo único soportable

es mirar un punto fijo

por el resto de tu vida

y luchar por no distraerse

con lo que sí existe

 


 

la palabra mundo

también significa

infancia

 

william goyen dijo

nunca nos recobramos

de nuestro lugar de origen

 

algo persiste

de la primera vez

que vimos un ave

devorada por hormigas

en nuestra manera

de decir adiós

 

algo queda

al empuñar una cuchara

perder la paciencia en filas

agarrarnos de un lápiz y escribir

de una u otra forma

sobre aquellas tenazas

descarnando huesos



De Primeros y últimos instantes de una mañana (Ediciones Liliputienses, 2024)

lunes, 4 de noviembre de 2024

Annie Dillard - Fragmentos sobre escritura

 


¿Por qué nunca encuentra uno nada escrito acerca de ese pensamiento idiosincrático que te llama la atención, sobre tu fascinación con algo que nadie más entiende? Porque depende de ti. Hay algo que te resulta interesante, por motivos difíciles de explicar porque no lo has leído en ningún libro; por ahí empiezas. Estás hecho y puesto aquí para darle voz a esto, a tu propio asombro. “La parte más exigente de vivir toda una vida de artista es la estricta disciplina de forzarse a hurgar implacablemente en el nervio más íntimo de la propia sensibilidad”. Esto lo dijo la escultora Anne Truitt. Thoreau lo dijo de otra forma. Conoce tu propio hueso. “Persigue, sigue el hilo, da vueltas alrededor de tu vida. Conoce tu propio hueso: róelo, entiérralo, desentiérralo y vuelve a roerlo”.

 


Escribe como si te estuvieras muriendo. Al mismo tiempo, hazte a la idea de que escribes para un público compuesto exclusivamente por enfermos terminales. Es, al fin y al cabo, el caso. ¿Qué empezarías a escribir si supieras que vas a morir pronto? ¿Qué podrías decirle a un moribundo que no le enfureciera por su trivialidad?

 


Escribe sobre el invierno en verano. Describe Noruega como lo hizo Ibsen, desde un escritorio en Italia; describe Dublín como lo hizo Joyce, desde un escritorio en París. Willa Cather escribió sus novelas de las preaderas en Nueva York; Mark Twain escribió Huckleberry Finn en Hartford, Connecticut. Hace poco los investigadores descubrieron que Walt Whitman apenas salía de su habitación.

 


Un escritor estudia la literatura, no el mundo. El mundo es donde vive; no va a pasársele por alto.

 


Al escribir cualquier libro, el escritor debe resolver dos problemas: ¿Puede hacerse? y ¿puedo hacerlo yo? Todo libro tiene una imposibilidad intrínseca que su autor descubre en cuanto se disipa su entusiasmo inicial. El problema es estructural; es irresoluble; es la razón por la que nadie puede escribir jamás ese libro. Cuentos complejos, ensayos y poemas también tienen este problema: el defecto estructural inabordable que el escritor desearía no haber advertido nunca. A pesar de todo, lo escribe. Encuentra maneras de minimizar la dificultad; refuerza otras virtudes; se vale de refuerzos voladizos para sostener en el aire toda la narración, y la narración se aguanta. Si puede hacerse, es que puede hacerlo él, y solo él. Pues en ese material no hay nada que inspire a nadie sus posibilidades de sentido más que a él.

 


En su mejor versión, la sensación de escribir es la de cualquier don inmerecido. Te es dado, pero solo si vas por él. Lo buscas, te partes el alma, la espalda, el coco, y entonces —y solo entonces— te es dado.   

 


Esta es una de las pocas cosas que sé sobre escribir: Gasta toda tu munición, dispárala, utilízala, piérdela, toda, de buenas a primeras, en cada ocasión. No hagas acopio de lo que tenga buena pinta para meterlo en el libro más adelante, ni para otro libro; dalo, dalo todo, dalo ya. El mismo impulso de guardarse algo para usarlo en otro sitio más adelante es la señal de que debes gastarlo ahora. Ya surgirá otra cosa para más adelante, algo mejor. Estas cosas se llenas desde atrás, desde abajo, como el agua de los pozos. De la misma manera, el impulso de guardarte para ti lo que has aprendido no solo es vergonzoso; es destructivo. Cualquier cosa que no entregues libremente y en abundancia se pierde para ti. Abres tu caja de seguridad y hallas cenizas. 

 


De La abundancia. Ensayos narrativos (Malpaso, 2020)                                                    Traducción de Ignacio Villaro Gumpert

martes, 3 de septiembre de 2024

Cuatro poemas de Joaquín Giannuzzi

 


OFICIOS

 

Durante una época trabajé en

una funeraria. Mi trabajo

consistía en conducir ataúdes a la

casa de los muertos para que allí

los ocupara siguiendo respetuosamente las

leyes de la descomposición.

Yo cantaba al volante del negro furgón y eso era

mi particular manera de estar integrado a la liturgia.

Yo era joven y entraba silbando a la

casa del difunto

y hasta me daban propinas y muchas gracias muchacho

por andar alegremente vivo y por

habernos hecho comprender súbitamente

que un muerto es la carga

más abstracta que puede concebirse.

 

 

LA GRAVEDAD Y LA GRACIA

 

He aquí el mundo de la caída absoluta,

la hoja desprendida

que flota y oscila hasta posarse:

el suelo después de la gracia;

la bala que silbando en declinante

parábola, da en el blanco

y se desploma con el cuerpo.

 

Mis piernas pesaron mucho este año;

los astronautas volvieron al planeta enloquecido

y desde muy abajo susurraron los muertos.

Tambaleando, me aferré entre los vivos, busqué

una especie de salvación a mi medida:

aquí un rostro amado, allí una mano tendida;

arranqué cabellos, ramas, dientes y alas

a partir de un cielo vacío

donde una fe desconocida

ya se había disuelto.

En el descenso general me vi arrastrado;

pedí gracia

y pensé en Pedro, al revés colgado,

viendo caer este mundo hacia las estrellas.

 

 

MOSCA EN EL PARAÍSO

 

Alabada sea la mosca que zumbando

ingresó al paraíso por la puerta grande

después de haber desovado

en toda carne muerta y sus fosas nasales.

Ahora está allí, deambula

en círculos de jactancia,

ufanándose en su verde inmortalidad,

no sólo por inocencia

sino por haberla conquistado

sin afrontar los problemas de la muerte propia.

 

 

LOS CABALLOS

 

Los caballos soportaron

el peso de la historia

hasta que fue creado

el motor de combustión interna.

Ahora, cada vez que nacen

titubean y se demoran ante la luz

creyendo haber irrumpido

en un mundo equivocado.



De Poesía completa (Sibila, 2009)