martes, 30 de julio de 2024

Cuatro relatos de Lydia Davis

 


SOLAMENTE UN RATO


Agnès Varda, la directora de cine francesa,

dijo en una entrevista

que le gustaba dedicarse un rato a la costura,

un rato a la cocina, un rato al jardín, un rato a cuidar al bebé,

pero solamente un rato.

 

 

UN PROBLEMA RECURRENTE CON LOS NABOS


Todo lo que comió aquel hombre, durante un tiempo, en la época de la guerra, fueron nabos. Ahora no come nabos. Es la única cosa que no come.

Pero pasan los años y sus viejos amigos allá en Canadá siguen sin entender. Piensan que a él le gustan los nabos o, incluso, que le encantan.

Entonces, siempre que llega el Día de Acción de Gracias, cuando las dos familias celebran juntas, le sirven nabos. Y siempre que llega el Día de Acción de Gracias, él se los come.

 

 

SABER MÁS ALEMÁN


Toda la vida quise saber más alemán.

¡Y al fin lo hablo mejor!

Pero ya estoy vieja y enferma.

Falta poco para que muera.

Pero cuando me entierren,

en algún recoveco

del cerebro,

tendré mejor alemán.

 

 

MI PADRE SE METE AL AGUA


Cuando estaba vivo, se adentraba caminando lentamente hasta que el agua le llegaba a la cintura y se quedaba ahí parado un rato, con los brazos extendidos a los costados, tocando la superficie con la punta de los dedos y mirando el horizonte. Después, al fin se zambullía de cabeza en un sonoro chapuzón.

Esperamos, está metido en el agua, cerca, y nos da la espalda, un poco encorvado.

Tiene los brazos, pálidos y pecosos, a los costados, las manos apenas fuera del agua. Después junta las manos y se sumerge. Damos un paso hacia atrás.

Pero ahora que está muerto es diferente: surca casi sin olas ni rumores el agua, que después lo cubre silenciosamente.

 


De Esa gente que no conocemos (Eterna Cadencia, 2024)                                             Traducción de Eleonora González Capria

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