domingo, 6 de septiembre de 2015

Emily Brontë - La mariposa


En uno de esos estados de ánimo en los que todos caemos algunas veces, cuando el mundo de la imaginación sufre una helada que arruina su vegetación; cuando la luz de la vida parece escapar y la existencia se convierte en un desierto en el que vagamos, expuestos a todas las tempestades que soplan bajo el cielo, sin esperanza de paz o refugio –en uno de esos ánimos negros, caminaba una tarde por los linderos del bosque. Era verano; el sol brillaba alto todavía en el oeste y el canto de los pájaros resonaba en el aire. Todo parecía ser feliz, pero para mí era sólo una fachada. Me senté al pie de un viejo roble, entre cuyas ramas un ruiseñor recién comenzaba sus vísperas. “Pobre tonto”, me dije, “¿es acaso para guiar la bala a tu pecho o al niño a tu polluelo que cantas tan fuerte y claro? Silencia esa melodía inoportuna, encarámate a tu nido; mañana, quizás, estará vacío. ¿Pero por qué me dirijo solamente hacia ti? Toda la creación está loca por igual. Ahí están las moscas jugando sobre el arroyo; las golondrinas y los peces se encargan de disminuir su número cada minuto. Ellos, a su vez, se convertirán en presas de algún tirano del aire o del agua y, el hombre, ya sea por necesidad o diversión matará a sus asesinos”.  La naturaleza es un problema inexplicable; se rige por un principio de destrucción. Cada criatura debe ser un infatigable instrumento que provoque la muerte de otras o ella misma dejará de existir; aun así celebramos el día de nuestro nacimiento, y alabamos a Dios por haber llegado a este mundo.
     Durante mi soliloquio arranqué una flor que estaba a mi lado, era encantadora y recién se había abierto,  pero un horrible gusano se escondía entre sus pétalos, que ya comenzaban a perder su color y marchitarse. “¡Triste imagen de la tierra y de sus habitantes!”, exclamé. “Este gusano vive sólo para lastimar a la planta que lo protege. ¿Por qué fue creado? ¿Y por qué fue creado el hombre? Él atormenta, mata, devora; él sufre, muere, es devorado –ahí tienen su historia entera. Es verdad que existe un paraíso para el santo, pero el santo deja a su paso suficiente miseria como para ser desdichado incluso ante el trono de Dios”. Arrojé la flor al suelo. En ese momento el universo apareció ante mí como una vasta máquina construida únicamente para producir maldad. Casi dudé de la bondad de Dios, que no aniquiló al hombre cuando éste pecó por primera vez. “El mundo debió ser destruido”, dije, “aplastado como yo aplasto este bicho que no ha hecho nada en su vida salvo hacer que todo lo que toca se vuelva tan repugnante como él mismo”. Casi había quitado mi pie del pobre insecto, cuando, de entre los árboles, cual ángel censor enviado del cielo, apareció una mariposa de largas alas doradas y púrpuras. Brilló un momento ante mis ojos y después, elevándose sobre las hojas se perdió en las alturas celestes. Quedé muda; una voz interior me dijo: “que la criatura no juzgue a su Creador; este es un símbolo del mundo que viene. Así como el feo gusano es el origen de la espléndida mariposa, el mundo es un embrión de un nuevo paraíso y una tierra nueva cuya belleza excederá infinitamente tu imaginación mortal. Cuando veas el magnífico resultado de aquello que te parece tan inferior ahora, despreciarás tu ciega acusación hacia la Omnisciencia, de no haber hecho que la naturaleza pereciera durante sus inicios.”  
     Dios es el dios de la justicia y la misericordia; entonces, seguramente, cada dolor que le inflige a sus criaturas, humanos o animales, racionales o irracionales, cada sufrimiento de nuestra infeliz naturaleza es sólo la semilla de la cosecha divina que será recogida cuando El Pecado haya arrojado su última gota de veneno y La Muerte lanzado su golpe final; entonces ambos perecerán en las flamas y dejarán a sus antiguas víctimas de un imperio eterno de gloria y felicidad.  

(11 de agosto de 1842)



De The Belgian Essays 


No hay comentarios:

Publicar un comentario