viernes, 19 de junio de 2015

Dos poetas finlandesas


AQUÍ

Cómo se extiende la soledad desde mí,
la mata se muere,
los árboles huyen, y las comadrejas, las comadrejas.
El frío de la noche avanza más allá
del borde del helero
y cubre los cadáveres pequeños.
Afuera los árboles sostienen el vacío,
la soledad
como una piedra va rodando de árbol a árbol.
Inmensidad,

y nieve.


CONTRAPUNTO

Todo se cayó de mis brazos,
el jardín, el corral, la casa, las voces, las habitaciones,
la niña, con una golondrina y un pez en la mano;
se cayó todo a la tierra
                que parió las piedras.

Soy una habitación vacía,
me rodean los puntos cardinales
y los árboles envueltos en la nieve,
fríos, fríos, vacíos.
Pero en la palma de mi mano
se levanta todo lo que amaba,
el corral, las rosas, la casa como una jarra de barro,
perfecta,
una casa como el corazón de la fruta, con las pepitas silenciosas
con la muerte y el movimiento en sus tejidos,
un pozo, un perro pequeño, un collar invisible.
Un cuarto pequeño, postigos pequeños, pequeños zapatos ágiles
como cordones para el corazón y para las carreras.

Los zapatos corren, entran del ventrículo
a la aurícula, y en la sangre unos dedos de niño
construyen un muelle de piedra
para los barqueros de piedra.
Los sueños son como las piedras
en lo profundo,
contadas, dedicadas a la muerte.
Y por las válvulas, por los oídos resbalan
los pájaros afinados,
trayendo risas en su pico,
gotas de mozart
                  zart         zart

(Eeva-Liisa Manner)


MIS HERMANOS MUERTOS

Mis hermanos muertos
se van.
Suenan las espuelas.
En la burda tela gris
el hedor de la guerra.

Muy jóvenes
se esfuman mis hermanos muertos
hacia el horizonte.

Yo me hago vieja
donde estoy.

(Anja Vammelvuo)


De Doce poetas de Finlandia (Losada, 1969)
Traducción de Matti Rossi

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