martes, 21 de abril de 2015

Cuatro poemas de Yao Feng


OFRECIENDO INCIENSO

Con cada paso que doy
el templo en la cumbre
se agranda un poco más
Finalmente diviso
el portón rojo oscuro:
cerrado cerrado
No sé si los monjes
estarán o no
sólo sé que es agosto
y dentro del templo
las flores del osamanto
ya deben estar abiertas.


JINGSHAN

El sol se desliza hacia las montañas del oeste
y el atardecer aleja los palacios
Los turistas bajan uno tras otro
Lilas silvestres florecen en la ladera
su perfume tenue flota
y hace que me apoye contra la baranda para ver
El sol sale y se pone como siempre
como las dinastías alternándose:
levantamiento y rebelión
luego corrupción y caída
más tarde nueva rebelión
Todo esto no me produce el menor interés
Lo que deseo saber es
cómo en el imponente palacio
3 mil concubinas, hermosas mujeres
pasaban su vida
antes y después de la menopausia.


DESENLACE

Quizás un invierno
me regalaste una piedra
tan caliente que yo la pasaba
de mi mano izquierda a mi mano derecha
de mi mano derecha a mi mano izquierda
y así

Los días se fueron sucediendo
la piedra poco a poco se enfrió.
Lo único que quedó en mis manos
fue un poco de sombra.


EN EL HOSPITAL

Sacás una mano delgada y seca
de adentro de la sábana blanca,
las uñas cubiertas de esmalte como las flores
que iluminan en invierno las ramas del cerezo.
Estas uñas, estas flores, una y otra vez te las recortás,
una y otra vez dejás que crezcan, furiosas.
Ubicadas en la frontera entre tu cuerpo y la nada
ellas se ven siempre tan impecables,
tan frescas, incluso en este hospital
caótico como nuestro país. Agarro tu mano
y siento cómo las venas se dilatan, se contraen
mientras la sangre trepa hasta la punta del dedo y da la vuelta
Recuerdo entonces lo que escribiste en un poema:
que en el cuerpo muerto las uñas
son lo último que se pudre.


De Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos (Gog y Magog ediciones, 2011) 
Traducción de Miguel Ángel Petrecca

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