jueves, 15 de mayo de 2014

Cuatro poemas de Gladys González


Nocturno de bahía

los cerros
parecen un parque de diversiones
torcido
interminable
lejano

en donde cada ventana
iluminada por el brillo de los televisores
se vuelve cálida
y curiosa
en medio de la calle

se dibujan
familias felices
sombras
haciendo lentamente el amor
cenas con vino
conversaciones de sobremesa
y niños jugando a las escondidas
entre la escalera

el humo de las chimeneas
crepita en el aire
como pequeñas luciérnagas
que navegan entre las cintas verticales del cinc        
y los altavoces
de los buques solitarios
en la bahía.


Pequeños espacios

Los caminos de la bahía
llevan a pequeños espacios del dolor
que permanecen silenciosos

un hombre
está tirado en el suelo
como un animal destripado
los pantalones abajo
sus genitales congelándose en la lluvia
un perro sostiene su cabeza
como si de ese hombre alcoholizado
dependiera su mundo.


Habitaciones

cuando las puertas de las habitaciones
se cierran
y todos comparten
ese pequeño mundo cálido
del amor
de la fidelidad
me encierro en mi cuarto
y pienso
si alguna vez
me tocará algo
de esa luz anaranjada
bajo la puerta

observo las rendijas
y medito
de qué sirve este oficio
de marcar el paso en los terminales
con el frío destazando los huesos
de refugiarse
en las citas de los poemas
que te hacen llorar
cuando te encuentras solo

de encontrar
pequeños bosquejos
de sonrisas eternas
que quedan grabadas
en la cabeza
durante años
entre la muchedumbre de un mercado
o las vitrinas de un café

suspiro hondo
y lo que escribo
parecen retazos de algo desconocido
que pretendo intuir
dibujando en el vaho de mi reflejo
que va atravesando
en medio de la noche

los túneles iluminados
de la ciudad.


Confidencias

tengo por escritorio
el esqueleto de una cama de madera
duermo en un colchón viejo
sobre las tablas del piso
y despierto en las mañanas
con deseos de que el invierno
pase pronto
para recostarme en la playa
bajo el sol
con los ojos cerrados
sintiendo el calor de la brisa

esta semana
solo hubo dinero
para comprar leche en polvo
avena y café

esta semana
hubo tiempo
para mirar por horas
el mar golpeando el cemento de la costanera
a los perros ladrar a los autos
que cruzan la calle del hospital
para regresar
a la habitación que arriendo
y lavar un poco de ropa
ordenar el pequeño escritorio
junto al sonido de la gotera

cayendo en el tarro de pintura.


De Calamina (Libros La Calabaza del Diablo, 2014)

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