miércoles, 23 de enero de 2013

Tres poemas de Zbigniew Herbert



UN DADO DE MADERA

Un dado de madera puede ser sólo descrito desde dentro. Estamos pues, condenados al eterno desconocimiento de su esencia. Incluso si rápidamente se lo parte en dos, de inmediato su interior se convierte en una pared y con la velocidad de un relámpago prodúcese la transformación del misterio en una piel.
Por ello no hay forma de constituir una psicología de la bola de piedra, la barra de hierro, el cubo de madera.  



FOTOGRAFÍA

Con ese muchacho joven como la flecha del Eleata
muchacho con hierbas altas nada tengo en común
salvo la fecha de nacimiento las rayas de la mano

la fotografía la tomó mi padre antes de la segunda guerra persa
del follaje y las nubes deduzco que era agosto
pájaros resonaban los grillos el olor de cereales olor de plenitud

abajo el río en los mapas romanos llamado Hipanís
la cuenca y el cercano trueno aconsejaba refugiarse entre los griegos
sus colonias costeras no quedaban demasiado lejos

el muchacho sonríe confiado la única sombra que conoce
es la del sombrero de paja la sombra del pino la sombra de la casa

            pequeño mío mi Isaac agacha la cabeza
            sólo un instante de dolor y después serás
lo que quieras —golondrina lirio silvestre

debo pues verter tu sangre pequeño mío
para que inocente quedes en el relámpago estivo
ya para siempre seguro como un insecto preso en el ámbar
bello como una catedral de helechos en el carbón salvada



INFORME DESDE LA CIUDAD SITIADA

Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros—

fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista
registro —sin saber para quién— los acontecimientos del asedio

debo ser exacto mas no sé cuándo comenzó la invasión
hace doscientos años en diciembre septiembre[1]  quizá ayer al amanecer
todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo

nos quedó sólo el lugar el apego al lugar
aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines y casas
si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará

escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas
lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido moneda corriente
martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos
miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó a los legados
ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio
jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos
la propuesta de los comerciantes de especias de rendición incondicional
viernes: comienza la peste sábado: se ha suicidado
un desconocido inflexible defensor domingo: no hay agua rechazamos
un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza

lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover

evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos
aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos
pero con cierto orgullo deseo informar al mundo
que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños
a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar
despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos
exactamente como los perros o los gatos

al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad
a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta
miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces
escucho el tronar de los tambores los alaridos bárbaros
es verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda

el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados
nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción
godos tártaros suecos huestes del César regimientos de la Transfiguración del Señor[2]
quién los enumerará

los colores de los estándares cambian como el bosque en el horizonte
desde el delicado amarillo de aves en primavera a través del verde del rojo hasta el negro invernal

así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar
en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros
aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera
envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos
ignoran incluso que nos traicionaron sus padres
nuestros ex-aliados desde los tiempos de la segunda Apocalipsis

sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que les estamos agradecidos
no sufrieron un asedio largo como una eternidad
a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos
los defensores del Dalai-Lama kurdos montañeses afganos

ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto
conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes
habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan
los cementerios crecen disminuye el número de los defensores
pero la defensa perdura y perdurará hasta el final
y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive
el portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio
él será la Ciudad

miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro de la muerte
y el peor de todos —el rostro de la traición

y sólo nuestros sueños no fueron humillados.



De Informe desde la ciudad sitiada y otros poemas (Hiperión, 2008)

Traducción de Xaverio Ballester




[1] La noche del 13 de diciembre de 1981 fue decretado en todo el país el estado de guerra, el movimiento democrático “Solidaridad”, el primer sindicato independiente en un país socialista, fue disuelto y declarados ilegales todos los acuerdos firmados entre el sindicato y el gobierno. A la declaración del estado de guerra siguió una represión generalizada. En septiembre de 1939, por otra parte, dio comienzo, como es sabido, la segunda guerra mundial.
[2] El regimiento de la Transfiguración del señor era el nombre de un cuerpo militar que constituía la guardia personal y fidelísima del Zar.

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