Entre las más antiguas almohadas que quedan hoy en
el mundo, hay un suave bloque grande de madera sin pintar con una grieta amplia
que lo atraviesa por el medio y una hendidura superficial en la parte superior.
Fue encontrada en la tumba de una momia egipcia en el pueblo de Gebelein,
perteneciente a la Cuarta Dinastía, a orillas del Nilo. Si te la hubieras
encontrado en el campo, tal vez habrías asumido que acababa de caerse de una carreta.
Si la hubieras hallado junto al mar, tal vez habrías supuesto que se había
desprendido de un velero durante alguna tormenta. Tal vez la habrías pateado o
recogido ya arrojado, como una botella desde un muelle.
Hay dos tipos de insomnes. Los que se quedan
dormidos fácilmente, sólo para despertar horas más tarde y dar vueltas entre
sus almohadas hasta el amanecer. Y los que dan vueltas entre sus almohadas
desde el principio, sólo para conciliar el sueño apenas antes de ser
despertados por los cuervos al amanecer. Un pequeño juego que me gusta, cuando
me arrastro hasta la cama luego de un largo día de cualquier cosa, es adivinar
qué tipo seré esta noche.
TRABAJOS DE ENSUEÑO
Clickeadora de Enlaces al Azar.
Tomadora de Baños Reales.
Receptora de Halagos y Masajes de Pies.
Directora Ejecutiva de la Siesta.
Subsecretaria de Pesquisas Triviales.
Bufona en la Corte de Su Empírica Majestad de los
Hechos Inverificables.
Procuradora de Sombreros Innecesarios.
Emperadora del Helado.
Supervisora del Desarrollo de Nubes.
Inspectora General de Menosprecios Menores.
Directora Residente Editorial.
Sopladora de Burbujas a las Estrellas.
Sei era el nombre de su padre, Shonagon el rango
de su padre. Durante un breve lapso de tiempo, a finales del siglo décimo,
sabemos que pasó sus noches detrás e una leve pantalla de papel, registrando
sus hallazgos fugitivos a la luz de la luna, con un cálamo, sobre papel de
arroz, tras las puertas cerradas de Heian. Sabemos que dormía, cuando lograba
conciliar el sueño, con una pequeña almohada hueca, hecha de bambú pulido.
PARECIDOS
Un calamar, como un académico, desaparece tras una
nube de tinta.
Un ama de casa, como una ensalada de invierno, es
más tragable bien aderezada.
Los poetas, como las papas, maduran en la mugre.
Un abogado de divorcios, como un perro salchicha,
cava huecos hondos.
Cosas espléndidas. Cosas incómodas. Cosas que
hacen latir el corazón más rápido. Cosas que comunican una sensación obscena.
Cosas que han perdido su poder. Cosas que deberían ser pequeñas. Cosas que
comunican una sensación caliente. Cosas que no pueden ser comparadas. Ciento
sesenta y cuatro de las incomparables listas de Sei Shonagon han sobrevivido
los siglos tempestuosos. Con mucho el aspecto más señalado de su Libro de la
almohada, es que parece carecer de precedente literario. Sus listas han sido
emuladas, parodiadas y apropiadas por muchos, pero nadie sabe qué pensar sobre
ellas. Hay estudiosos del Libro de la almohada, según descubrí anoche entre
vino barato y albóndigas a fuego lento, en una cena del profesorado en el Quad
Club, cuya investigación se concentra exclusivamente en estas listas. Algunas son
simplemente catálogos de nombres propios —montañas, templos, listas, pueblos—,
de interés en la medida en que sugiere los límites aproximados del mundo de una
mujer de Heian, exclusivamente para el estudioso, añade a regañadientes un
estudioso.
DOCTORES DUDOSOS
Dr. Who.
Dr. No.
Dr. Zhivago.
Dr. Moreau.
Dr. Strangelove.
Dr. Feelgood.
Dr. Doolittle.
Dr. Spock.
Dr. Jekyll.
Dr. Fausto.
Dr. Pepper.
Dr. Dre.
Doctores que beben.
Doctores que no beben.
Todos los doctores en literatura.
Entre los Minhe Tu de la actual China, si la
difunta ha disfrutado de una muerte natural —esto es, habiéndose casad, tenido
descendientes saludables y envejecido— su cabeza es dispuesta en una almohada
bordada con la imagen de una chica y un chico vírgenes extendiendo un plato de
comida y una jarra de licor, dentro de un ataúd rojo pintado con estrellas. Si
su vida ha fracasado en alcanzar estos requisitos mínimos, es arrojada al Río
Amarillo.
COSAS QUE DAN UNA SENSACIÓN DE SUCIEDAD
Hámsters.
Notas de contraportada.
Piscinas públicas.
Escuelas privadas.
El pelo de alguien más en la sopa.
No son unas memorias. No es una épica. No es un
ensayo erudito. No es una lista de compras. No es un diario. No es un manual de
etiqueta. No es una columna de chismes. No es una oración. No es una carta
secreta enviada a través de los pasillos silenciosos del palacio justo antes
del amanecer. Carente de índice, sumario, trama o cualquier estructura o
cronología discernibles, con casi mil páginas de material que ha sobtrevivido,
que ha sido traducido, retraducido y republicado en ediciones siempre
cambiantes, ¿cuál es la probabilidad, me pregunto a veces, de que dos personas
hayan leído alguna vez el mismo Libro de la almohada?
NOMBRES HERMOSOS PARA COSAS HORRENDAS
Clamidia.
Concertina de seguridad.
Araña joya.
Fuga blanca.
Crystal Meth.
Kristallnacht.
Escargot.
Matadero.
Apocalipsis.
Camal.
Ámbar gris.
Ectoplasma.
Strapaddo.
Lhasa Apso.
Té de durazno con sazones celestiales para la hora
de dormir.
Hay momentos en los que el mundo me exaspera
tanto, recuerda Shonagon, que siento que no puedo seguir viviendo en él un
instante más y quiero desaparecer para siempre. Pero entonces, si logro
conseguir un poco de buen papel blanco, papel Michinoku o papel blanco decorado,
decido que puedo aguantar las cosas tal y como son por un rato más. O, si puedo
extender un tapete de paja verde, finamente tejido, y examinar los bordes
blancos con sus vívidos patrones negros, de algún modo siento que no puedo
darle la espalda a este mundo y la vida me parece realmente preciosa. Tenemos
que agradecer a Su Majestad, la adorable Emperatriz Sadako, que murió dando a
luz a la edad de 24 años, por mantener la almohada de su insignificante
cortesana provista de buen papel blanco, papel Michinoku y papel blanco
decorado, aunque fuera brevemente.
Algún día seré un cráneo desgastado por la lluvia,
descansando en una almohada herbosa, acunada por un pájaro perdido o dos,
escribió Ryokan. Reyes y plebeyos terminan igual, ninguno más duradero que el
sueño de anoche.
De Un libro de la almohada (Zindo & Gafuri, 2021) Traducción de Adalber Salas Hernández