LAS
TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS
Cuando
pronuncio la palabra Futuro,
la
primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando
pronuncio la palabra Silencio
lo
destruyo.
Cuando
pronuncio la palabra Nada,
creo
algo que no cabe en ninguna existencia.
VIETNAM
Mujer,
¿cómo te llamas? –No sé.
¿Cuándo
naciste, de dónde eres? –No sé.
¿Por
qué cavaste esta madriguera? –No sé.
¿Desde
cuándo te escondes? –No sé.
¿Por
qué me mordiste el dedo cordial? –No sé.
¿Sabes
que no te vamos a hacer nada? –No sé.
¿A
favor de quién estás? –No sé.
Estamos
en guerra, tienes que elegir. –No sé.
¿Existe
todavía tu aldea? –No sé.
¿Éstos
son tus hijos? –Sí.
EPITAFIO
Aquí yace, como la coma
anticuada
la autora de algunos versos. Descanso
eterno
tuvo a bien darle la tierra, a
pesar de que la muerta
con los grupos literarios no
se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba
encontró nada
mejor que una lechuza,
jacintos y este treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico
cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino
de Wisława.
LA MANO
Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de
nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf
o Winnie the Pooh.
De Poesía no completa (FCE, 2002) y Hasta aquí (Bartleby, 2014)
Traducciones de Gerardo Beltrán y Abel Murcia
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