Cada poema exige ser tratado de
forma específica, que se llegue a un acuerdo con él, y que se le busque el
comienzo y el final apropiados.
Supongo que esto es lo que
entendemos por oficio: las transacciones que se mantienen tan constantes que no
solo nos asociamos a ellas, sino que permitimos que representen los medios por
los cuales hacemos las obras.
Si el logro de un poema estuviese
garantizado por el mero seguimiento de unas reglas, no se tendría a los poemas
en la alta estima en la que se les tiene. Y serían muchas las personas a las
que les resultaría fácil escribir poemas, algo que, naturalmente, no ocurre. Y es
que los poemas más valiosos son justo los que, deliberada o inconscientemente,
rompen las reglas: aquellos poemas cuya urgencia hace que las reglas resulten
irrelevantes.
Considero que toda poesía es
formal, desde el momento en que se da dentro de determinados límites, sean los
límites heredados de la tradición o los límites que el lenguaje mismo impone. Estos límites, a su vez, están dentro de los
límites de lo que el poeta individual piensa que es o no es un poema.
Confieso que en mí hay un deseo
de olvidar el saber, sobre todo cuando me dispongo a trabajar en un poema. Las
transacciones del oficio suceden a oscuras. Jung lo sabía cuando dijo: “Mientras
nos encontramos inmersos en el proceso creativo, ni vemos ni comprendemos, y de
hecho no debemos comprender, pues nada perjudica más a la experiencia inmediata
que el conocimiento".
Hasta alguien tan racional como
Paul Valéry se vuelve extrañamente evasivo cuando habla de la escritura de un
poema. En su brillante pero peculiar ensayo “Poesía y pensamiento abstracto
dice”, dice:
He advertido en mí ciertos estados que bien puedo llamar poéticos, puesto que algunos terminaron convirtiéndose en poemas. Surgieron sin motivo aparente, a partir de algo accidental; se desarrollaron según su propia naturaleza, y en consecuencia vi alterado por un tiempo mi estado mental cotidiano.
Un poema es él mismo y es el acto
mediante el que nace. Es autorreferencial y ningún orden conocido lo precede
necesariamente, salvo el orden de otros poemas.
Podríamos decir además que, en la
medida en que un poema se explica o se parafrasea, deja de ser un poema.
Puede que el poema sea, el última
instancia, la metáfora de algo desconocido, y que trabajarlo (o sea, escribir
el poema) sea un procedimiento para recuperarlo.
De Sobre nada y otros ensayos (Turner, 2015)
Traducción de Juan Carlos Postigo Ríos
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