jueves, 20 de agosto de 2020

Félix Fénéon - Novelas en tres líneas

 


Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algún dinero. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint-Denis un litro de petróleo y se lo bebió.

 


El cadáver del sexagenario Dorlay se balanceaba en un árbol, en Arcueil, con esta pancarta: “Demasiado viejo para trabajar”.

 


La enfermera Elise Bachmann, que ayer tenía su día libre, se manifestó loca en la calle.

 


Cierta loca detenida en la calle se había hecho pasar abusivamente por la enfermera Elise Bachmann. Esta se encuentra en perfecto estado de salud.

 


“Si mi candidato fracasa, me mato”, había declarado el señor Bellavoine, vecino de Fresquiennes (Sena inferior). Se ha matado.

 


El sombrío merodeador divisado por el mecánico Gicquel cerca de la estación de Herblay ya ha sido encontrado: Jules Ménard, cazador de caracoles.

 


Desde su infancia, la señorita Mélinette, de dieciséis años, cosechaba flores en las tumbas de Saint-Denis. Se acabó, ahora está en el depósito de cadáveres.  

 


Las pulgas de su vecino Giocolino, que es domador de dichos insectos, acosaban al señor Sauvin. Quiso apoderarse de la caja, y recibió dos balazos.

 


Un quincuagenario desconocido, enorme y además hinchado tras un mes de permanencia ininterrumpida en el agua ha sido pescado en La Frette por el señor Duquesne.

 


Se estaba coronando a los colegiales de Niort. La lámpara se descolgó, y los laureles de tres de ellos se tiñeron con un poco de sangre.

 


Un propietario de los alrededores de Marcols (Ardèche) se negaba a pagar el otro día doce mil francos de impuestos por la posesión de los pinos de su bosque. El bosque acaba de arder.



Fue jugando al boliche como la apoplejía abatió al señor André, se setenta y cinco años, vecino de Levallois. Su bola todavía seguía rodando cuando él ya había dejado de existir.

 


En el Trianon, un visitante se ha desnudado y se ha acostado en el lecho imperial. Se duda de que sea, tal como él dice, Napoleón IV.

 


El profesor de natación Renard, cuyos alumnos chapoteaban en el río Marne, en Charenton, se lanzó al agua: resultó ahogado.

 


Apuñalado y apaleado, Remailli, vecino de Meskiana (Constantina) ha sufrido una mutilación que delata el carácter pasional del crimen.

 


Cantidad de ranas, extraídas de los estanques belgas por la tempestad, cayeron por una lluvia en Dunkerque, en el barrio de la mala vida.

 


A los borrachos ya ni siquiera les queda Dios: Kersilie, vecino de Saint-Germain, que creyó que la ventana era la puerta, ha resultado muerto.

 


Para sus necromancias, las brujas árabes de Chellala desenterraron a hurtadillas a un niños de diez años que llevaba muerto seis meses.

 


Martin, un personaje bastante misterioso y con una estrella tatuada en la frente ha sido extraído del agua en la presa de Meulan.

 


Los cólicos torturan a dieciocho habitantes de Matha (Charente inferior): comieron unas setas excesivamente bellas.



De Novelas en tres líneas (Impedimenta, 2011)                                                                          Traducción de Lluís Maria Todó