I
Cuando
mis sueños dieron signos
de
volverse
políticamente
correctos
no
imágenes indómitas
que
escapan de los límites
cuando
al caminar por la calle vi
que
se elegían temas por mí
supe
de qué cosas no hablaría
por
miedo al uso que les dieran los enemigos
entonces
comencé a hacerme preguntas
II
Todo
lo que escribimos
será
usado contra nosotros
o
contra quienes amamos.
Esas
son las condiciones,
las
tomas o las dejas.
La
poesía nunca tuvo la ocasión
de
estar lejos de la historia.
Un
verso mecanografiado hace veinte años
puede
ser una pintada que brilla en una pared
para
exaltar el arte distanciado
o
tortura de quienes
no
amábamos pero tampoco
queríamos
matar.
Cambiamos pero
nuestras palabras permanecen
se
hacen responsables
de
más de lo que pretendíamos
y
eso es privilegio verbal
III
Intentar
sentarse a la máquina de escribir
una
cálida tarde de verano
en
una mesa junto a una ventana
en
el campo, intentar fingir
que
tu tiempo no existe
que
tú eres simplemente tú
que
la imaginación se extravía simplemente
como
una gran polilla, sin intención
intentar
decirte a ti misma
que
no tienes compromiso
con
la vida de tu tribu
el
aliento de tu planeta
IV
No
importa lo que piensas.
Las
palabras sean consideradas responsables
cuanto
puedes hacer es elegirlas
o
elegir
seguir
en silencio. O nunca tuviste elección
que
es por lo que las palabras que perduran
son
responsables
y
esto es privilegio verbal.
V
Imagina
que quieres escribir
sobre
una mujer que entreteje
el
pelo de otra mujer–
dejando
que cuelgue, o con cuentas y conchas
en
trenzas de tres cabos o como filas de granos–
mejor
sería que supieras el grosor
la
largura el modelo
por
qué decide trenzarse el pelo
cómo
se lo hacen
en
qué país sucede
qué
más sucede en ese país
Tienes
que saber esas cosas
VI
Poeta,
hermana: palabras–
nos
guste o no–
perduran
en un tiempo propio.
No
sirve lamentarse Lo escribí
Antes de que Kollontai fuera
exiliada[i]
Rosa Luxemburg, Malcolm,
Anna Mae Aquash[ii],
asesinados,
antes de Treblinka, Birkenau,
Hiroshima, antes de
Shaperville,
Biafra, Bangladesh, Boston,
Atlanta, Soweto, Beirut, Assam
–esos
rostros, nombres de lugares
cercenados
del calendario
del
tiempo norteamericano
VII
Pienso
en un país
donde
las palabras se quitan de las bocas
como
el pan se quita de las bocas
donde
los poetas no van a la cárcel
por
ser poetas, sino por ser
de
piel oscura, mujeres, pobres.
Escribo
esto en un tiempo
en
el cual lo que escribimos
puede
usarse contra quienes amamos
en
el que no se da nunca el contexto
aunque
intentemos explicarlo, una y otra vez
Por
el bien de la poesía al menos
Tengo
que saber estas cosas
VIII
A
veces, planeando de noche
en
un avión sobre la ciudad de Nueva York
me
he sentido como una mensajera
llamada
a entrar, destinada a unirse
a
este campo de luz y oscuridad.
Una
ambiciosa idea, surgida de volar.
Pero
bajo esta ambiciosa idea
se
halla la reflexión de que a lo que debo unirme
después
de que el avión haya rugido en la pista
después
de subir mis viejas escaleras, sentarme
ante
mi vieja ventana
va
a romperme el corazón y reducirme al silencio
XIX
En
Norteamérica el tiempo tropieza
sin
avanzar, liberando sólo
un
cierto dolor norteamericano.
Julia
de Burgos[iii]
escribió:
Que mi padre fuera esclavo
es mi dolor; que hubiera sido amo
habría sido mi vergüenza.
Palabras
de una poeta, colgadas de una puerta
en
Norteamérica, en el año
mil
novecientos ochenta y tres.
La
luna casi llena se levanta
hablando
eternamente de cambio
por
encima del Bronx, el río Harlem
las
ciudades sumergidas de Quabbin
los
túmulos funerarios saqueados
las
ciénagas tóxicas, los campos de pruebas
y
empiezo a hablar otra vez.
De Poemas (Renacimiento, 2002)
Traducción de María Soledad Sánchez Gómez
[i] Alexandra Kollontai (1872-1952),
revolucionaria rusa que defendió importantes cambios en las costumbres sociales
y en las instituciones rusas.
[ii] Anna Mae Pictou Aquash (1945-1976),
activista norteamericana, se convirtió en símbolo del movimiento por los
derechos de los indios. Su asesinato permanece aún sin resolver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario