lunes, 29 de octubre de 2018

Dos poemas de Charles Simic





MENÚ DEL DÍA

Señor, sólo nos queda
una cuchara y un cuenco vacío
del que servirse
grandes sorbos de nada

y pretender que eso que come
es una sopa espesa, oscura
un potaje humeante
en el cuenco vacío.




LA MÉDIUM

Esta mesa redonda era de una mujer
que convocaba a visitantes fantasmales
y transmitía sus crípticos mensajes
a los presentes, que se daban la mano en círculo,
con los rostros iluminados vagamente por una vela,

esperando sentir al ser amado
o al menos escuchar esa voz familiar
saludarnos de nuevo, revelar un secreto
desde el otro lado de la tumba,
hacer que algún oyente se tape los oídos
otro rompa a llorar,

mientras al otro lado de las gruesas cortinas
comienzan a caer copos de nieve
sobre la noche oscura, fría y silenciosa,
cada cual decidido a enterrar algo,
no importa cuán pequeño ni cuán grande.




De El lunático (Vaso Roto, 2017)
Traducción de Jordi Doce.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Tres poemas de Denise Levertov





ATENTA

Cuando encontré la puerta
me encontré
con que las hojas del parral
hablaban entre ellas, susurrando.
Al notarme, retuvieron su aliento verde, incómodas,
como los hombres cuando abotonan sus abrigos
fingiendo que se estaban yendo ya,
como si la conversación
hubiera terminado justo antes de que una
llegara.
Me gustó, sin embargo,
lo que alcancé a entrever
de sus ocultos gestos.
Y me gustó el susurro de sus voces secretas.
La próxima
me moveré muy lentamente,
como la luz del sol, abriendo
la puerta de a milímetros,
y escucharé tranquila
sin hacer ruido.




EL SECRETO

Dos chicas, en un verso
súbito, descubren
el secreto de la
vida.

Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron

(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no sé en qué consistía
ni siquiera

cuál era el verso. Ahora no tengo
dudas, pasada más de
una semana, de que olvidaron
el secreto,

el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,
y por amarme por
el verso que escribí,
y por olvidárselo
de modo que

mil veces más, hasta que las alcance
la muerte, pueden descubrirlo
de nuevo en otros
versos

en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por

suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.




VIVIR

Es el fuego en las hojas y en el pasto
tan verde que parece
cada verano el último verano.

Sopla el viento, las hojas
se estremecen al sol,
todos los días el último día.

Hay una salamandra
roja, muy fría
y fácil de atrapar,

que mueve, como en sueños,
sus delicadas patas y su larga cola.
Dejo la mano abierta para que pueda irse.

Cada minuto el último minuto.




De Cada verano el último verano (Zindo & Gafuri, 2018)
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg y Alejandro Crotto

lunes, 8 de octubre de 2018

Paul Valéry - Algunas notas sobre poesía



En los espíritus no-poéticos se manifiesta siempre una tendencia a traducir al lenguaje de la prosa el texto escrito en verso. Es lo que ellos llaman “comprender”. Esta operación sólo es posible cuando el poema no vale nada; es la demostración de lo inútil y arbitrario de su condición formal.


*


Algunos oponen la geometría a la poesía. Por mi parte, cuando la poesía languidece, hago con gusto geometría, y con frecuencia veo reaparecer la poesía por reacción natural contra un abuso de la geometría.


*


Un verdadero escritor es aquel que no encuentra las palabras. Entonces las busca. Pero al buscarlas encuentra las mejores.

Un artista no traduce palabra por palabra sino efecto producido a efecto por producir.

La más bella y fuerte conmoción interior no tiene necesariamente ninguna relación con el lenguaje.

El arte comienza sacrificando la fidelidad a la eficacia.


*


Escribir: intento de otorgar a algunos fenómenos pasajeros cierta existencia, cierta duración permanente.


*


El sentimiento, o aquello que vagamente se denomina con esta palabra, no interviene para nada en la invención o en los hallazgos del poeta o el músico.

Los verdaderos hallazgos son el resultado de una especie de cristalización brusca o semibrusca. Son arreglos sui generis, nacidos del azar. Ese azar, o las diversas circunstancias, pueden albergar el sentimiento o la emoción, pero sólo en calidad de elementos.

Este ordenamiento tiene mucha semejanza con los fenómenos de la memoria, o de la resonancia generalizada. Así, el ruido o el sonido tenue de un choque metálico puede producir bruscamente una disposición favorable a una jugada feliz.

Pero además se necesita tacto y adiestramiento, conciencia de sí mismo, análisis de esta conmoción extraordinaria.

El talento intenta imitar, volver habitual —funcional —, este azar.


*


No se hacen buenos versos con buenos sentimientos.


*


Siempre he intentado hacer del trabajo literario una especie de cálculo. Después de todo se trata de realizar una obra aplicada, como cuando haces una casa o una máquina.


*


A partir de la misma impresión uno crea una melodía, otro una teoría analítica.


*


Poesía es el arte de hablar sin decir nada, pero para sugerirlo todo.


*

Habría que ser muy ingenuo para atribuir a un poeta los sentimientos que manifiesta en sus versos.

Y los versos tendrían que ser muy malos para poner de manifiesto los sentimientos del autor. Por lo menos así sucede en lo que se conoce.



De Notas sobre poesía (Hilos editora, 2015)
Traducción de Hugo Gola

jueves, 4 de octubre de 2018

Eduardo Padilla - Cinco fragmentos de Hotel Hastings




1.

Dejé la escuela y me fui vivir a East Hastings con todos lo demás fantasmas.
Aquel mausoleo
me abrió sus puertas
como a un hijo que vuelve de la guerra perturbado
pero lleno de gratitud.
Tres pisos de gris angostura
montada encima de una carnicería
donde las moscas bailaban en líneas
la danza que junta a los vaqueros
bajo el hospicio
de la cabeza de cerdo
que flotaba, divina,
en el cielo del escaparate.
Cabeza de neón rosa
¿sólo a mí me cerraste el ojo?
¿sólo yo soñé
que tú intercedías por nosotros,
los niños muertos
de East Hastings?




7.

Cómo puedo describir Vancouver
si apenas sé describir una silla.

Hay un océano enfrente
y una isla que separa
a los monstruos.
¿Qué pasaría si no hubiera una isla?
¿Se comería el mar a Vancouver?
¿La dormiría en su pecho?

Aquí todo es limpio y estéril,
toneladas de aburrimiento vertical
en el distrito financiero.
Los nuevos tótems no tienen la gracia
de los antiguos—
¿qué es un tótem sin sus animales?
Es la ciudad de Vancouver.

Mejor no vengas.




9.

Hay color en Vancouver,
hay grises y blancos.
Mucho gris, sobre todo.

Un azul deprimido.

Hay también mucho verde, sabes,
a los canadienses les salen árboles
de todas partes.
Pero sólo en verano el verde sale a pregonar.

El resto del año es un glaucoma

un velo mortuorio hecho de asbestos

un burócrata que te va aplastando lento,
sin que te duela.




40.

Volvemos de la expedición
con cerveza y drogas
para todos.
Algunos gritan conmovidos
cuando ven el Super Nintendo
que hemos rescatado
de una casa de empeño.

Es una sensación de alegría comunal
que no había tenido nunca
y que no he vuelto a sentir
hasta la fecha.




42.

Recuerdo
el panquecito de arándano
que compré un día de otoño
y nubarrones negros.

Lo compré en un centro de ayuda
para mentes quebradas
allá donde Hastings
frota sus escamas
contra los muros del Barrio Chino.

Quién necesita esperanza
cuando hay pastelitos de arándano.

En efecto, no había luz en aquel lugar,
sólo había muffins
de ámbar,
radiantes
panquecitos de cristo
guiando nuestros pasos
sobre la negrura.




De Hotel Hastings (Ediciones Cinosargo, 2018)