AMANECER
EN LAS MONTAÑAS
La
ciudad está en silencio,
lejos
se escucha el drenar de un desagüe.
Las
construcciones se desvanecen
en
la claridad del amanecer.
La
fría luz solar baja desde los picos más altos,
el
polvo espeso de la noche
se
adhiere a las colinas,
la
tierra se abre,
los
botes del río se ven borrosos,
el
cielo detenido,
el
sonido de las hojas cayendo.
Una
enorme coneja perdida
llega
hasta la puerta del jardín
buscando
a sus compañeros.
OTRA
PRIMAVERA
Pájaros
blancos sobre el río gris.
Flores
rojas sobre las lomas verdes.
Miro
pasar la primavera y me pregunto
si
algún día podré volver a casa.
Visita a Tsan, abad de Ta-Yun
Estoy
despierto en la penumbra de la lámpara.
El
corazón en paz respira el aroma de la dedicación.
Entre
las paredes del templo la noche es interminable.
Las
campanas del viento dorado se estremecen en la brisa.
La
corte se encierra en la profunda
oscuridad
de la noche de primavera.
En
la tiniebla el estanque cristalino
exhala
el perfume de las flores.
La
constelación del norte cruza el cielo
cortada
por las cúpulas del templo,
donde
un fénix de hierro se arquea en el aire.
Cánticos
de plegarias llegan flotando desde el salón.
Notas
palidescentes de campanas remolinean por mi lecho.
Mañana
en la luz del día
caminaré
por los campos abonados
y
lloraré ante el polvo amarillo de la muerte.
VIAJANDO
HACIA EL NORTE
Lechuzas
rezongan entre moreras
amarillas.
Un ratón de campo se escurre
preparando
sus cuevas para el invierno.
Medianoche.
Cruzamos un viejo campo de batalla.
La luz de la luna brilla
fría sobre los huesos blancos. Versiones de Daniel Durand.
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