El
arte da a sentir. ¿Qué? Una cierta formación del mundo contemporáneo, una
cierta puesta en forma, una cierta percepción de sí del mundo. El hombre de
Lascaux se representa a sí mismo, presenta a sus contemporáneos la forma de su
mundo, Giotto se presenta y presenta a sus contemporáneos una forma del mundo.
¿Qué quiere decir el mundo? El mundo quiere decir una cierta posibilidad de
sentido, de circulación de sentido. Hago referencia aquí implícitamente a una definición
de Heidegger que dice que el mundo es una totalidad de “significabilidades”, es
decir, de posibilidades de sentido, no una totalidad de significaciones dadas,
sino una totalidad de posibilidades de significación. Así Giotto, Poussin,
Delacroix, Picasso, Warhol presentan y dan una forma a una cierta posibilidad
de circulación de sentido, de significación, no en el sentido en que este
sentido vendría a depositarse en significaciones verbales, lo que justamente no
sería una atribución de sentido (como cuando algunas veces la filosofía, pero
más a menudo la ideología, dice “el sentido del mundo es esto”, el sentido del
mundo es una historia que va hacia una humanidad, o bien el sentido del mundo
es justamente dejar el mundo para ir hacia otro mundo, o bien el sentido del
mundo es que no hay sentido). El sentido del que hablo es el sentido que el
arte forma, el sentido que permite una circulación de reconocimientos, de
identificaciones, de sentimientos, pero sin fijarlos en una significación
terminal. Nunca el arte nos dice “el sentido del mundo, el sentido de la vida
es esto”, ni siquiera cuando el arte estaba enteramente atravesado por la religión:
por ejemplo cuando pintaba sin cesar crucifixiones, entierros, resurrecciones y
también natividades, el arte daba forma a otra cosa que a la verdad cristiana;
del mismo modo lo más notable en todo el arte cristiano es que éste da forma a
otra cosa que el mero cristianismo.
Entonces,
si el arte se trata de esto, de este surgimiento de formas que dan una
posibilidad de mundo, ahí donde el mundo, de manera ordinaria y corriente, se
halla o bien limitado a significaciones, todas ellas hechas e indefinidamente
repetidas, como significaciones elementales (vivir, sobrevivir, ganarse la vida,
perder también lentamente la vida llevándola hacia la muerte, hacer o producir
esto o aquello, fabricar objetos, hacer intercambios, hacer hijos, aprender
algo, olvidar, etc.), o bien, al contrario, expuesto a una ausencia de
significación. En estas condiciones, ¿a qué abre el arte? A otras posibilidades
de mundos. Yo diría que el arte está ahí cada vez para abrir el mundo, para
abrir el mundo a sí mismo, a su posibilidad de mundo, a su posibilidad entonces
de abrir sentido, mientras que el sentido ya dado está cerrado. Por esta razón
también se dice siempre que cada artista tiene un mundo, o casi se podría decir
que cada artista es un mundo: Miguel Ángel, Cézanne, Brancusi, y podríamos afirmarlo de todos los otros, como
Beethoven, Verdi o Proust. Cada uno de ellos es un mundo, una posibilidad de
significaciones de alguna manera cerrada sobre sí misma, pero al mismo tiempo
abriendo lo posible, y abriendo lo posible en particular al abrir el espíritu,
la sensibilidad de la gente, es decir de nosotros, abriendo nuestra
sensibilidad a una nueva posibilidad de formas que ella ignoraba hasta aquí.
Quizás
la tarea del arte hoy es la de deber proceder sin ningún esquema, sin ningún
esquematismo. No hay nada que contenga una pre-donación, una pre-disposición de
posibilidades de formas. Me refiero a “formas” en un sentido muy pero muy
amplio, no solamente formas visuales, sino también formas, sonoras, formas
verbales. ¿Cuáles
eran los esquematismos del arte? Es muy simple: el cristianismo, la religión,
proveían un gran esquematismo a partir del cual existía la posibilidad de crear
formas, uno conocía todos los misterios de la religión, uno pintaba entonces
una crucifixión, una resurrección, una virgen con el niño, etc. Pero también
estaba toda la evocación de la mitología antigua, y luego las grandes escenas y
los grandes acontecimientos de la historia con la política, la gloria de las ciudades
y los príncipes de fondo; después estaban las figuras humanas mismas, el hombre
como figura de sentido, como figura heroica o apasionada y hasta el borde del
drama, como La balsa de la medusa de
Géricault, o como el Guernica de
Picasso. El Guernica es un cuadro muy
sorprendente pues es quizá uno de los últimos grandes cuadros de historia, de
lo que se llamaba en las antiguas clasificaciones la pintura de historia.
Ustedes saben que a partir de un momento, que no es cuestión de fechar con
precisión pero que se podría situar justo después del Guernica, todo este conjunto de esquematismos posible desapareció,
hasta el esquematismo del hombre mismo, las diferentes figuras del hombre y de la
humanidad. Esta desaparición de los esquemas, de las figuras, como soportes de
las posibilidades para crear formas, esta desaparición es aquella que
caracteriza al mundo actual, que hace que estemos en un mundo que se encuentra
de algún modo en pérdida de mundo, en pérdida de sentido, en la ausencia de
grandes esquemas, de grandes ideas reguladoras, ya sean religiosas, políticas,
y en consecuencia también estéticas. De tal suerte, en un primer momento, se
podría decir que el arte contemporáneo da cuenta de sí, de este estado informe
de sí.
De El arte hoy (Prometeo Libros, 2014)
Traducción de Carlos Pérez López y Daniel Alvaro
De El arte hoy (Prometeo Libros, 2014)
Traducción de Carlos Pérez López y Daniel Alvaro
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