Ah!
· · · · · · · · · · ay!
La elegía clásica,
tal como se nos enseñó (poema que expresa lamento, pena (V. esa palabra),
tristeza, melancolía, dolor, nostalgia, etc.), obedece al siguiente esquema:
esto había empezado bien; el tiempo pasó; y, al final, se echó a perder.
1ra columna: ¡Ah!
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El tiempo pasa
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2da columna: ¡Ay!
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Pasé momentos maravillosos con Cynthia.
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Hoy soy desgraciado porque Cynthia es decididamente muy frívola.
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Estaba feliz en Roma, rodeado de amigos y cubierto de laureles.
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En el presente estoy solo y triste en mi exilio en Rumania
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Myrto se embarcó en esa nave, muy contenta de ir a casarse a
Camarina.
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Ay! El barco se hundió y Myrto se ahogó.
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Si con Propercio y
Ovidio se comparte la intimidad y con Chenier, sobre todo, hechos dispersos, en
todos los casos el trabajo está en la amplificación lírica de una situación
anecdótica (V. Anécdota).
Y cuando se pisa a
fondo, como en el piano, sobre el pedal hiperbólico de la representación
elegíaca, se alcanza el pathos.
Resumiendo: al
principio, todo va bien. Después las cosas se arruinan. El tiempo
elegíaco fluye en esta dirección: Ay de mí!
BADURA SKODA
Cuando era joven, el pianista Paul Badura Skoda tenía un estilo que me fascinaba, próximo en ciertos aspectos a la forma de tocar de Edwin Fischer, pero más enérgico; parecido al de Arthur Schnabel en la forma de retener las notas, pero menos encantador.
Debido a Badura Skoda, durante un tiempo acaricié la idea de ser pianista. Lo que obstaculizó este proyecto fue que en el fondo a mi no me gustaba la música, que adormece la vigilancia. Renuncié a la idea de convertirme en pianista porque que no veía cómo hacer para tocar el piano sin la música que va con él.
Debido a Badura Skoda, durante un tiempo acaricié la idea de ser pianista. Lo que obstaculizó este proyecto fue que en el fondo a mi no me gustaba la música, que adormece la vigilancia. Renuncié a la idea de convertirme en pianista porque que no veía cómo hacer para tocar el piano sin la música que va con él.
Extrañamente, el mismo Paul Badura Skoda encontró la respuesta a este dilema, pero mucho tiempo después (demasiado tarde para mí, ay!), con su interpretación -su ejecución, debería decir- del Hammerklavier.
Habiendo hecho
construir una réplica exacta del piano de Beethoven, él siguió, al pie de la
letra, la recomendación del compositor: tocar como con un martillo.
Dicho de otra manera, golpeando como un sordo sobre el clavicordio. Después de
tocarlo como con un martillo, no le queda más que tirar el piano, que había quedado
completamente destruido.
Escuchando la
grabación, quedé impresionado por la proeza. Y a través de él, creí identificar
en Beethoven, según la expresión de Glenn Gould, algo así como el proyecto de
dar a la música la oportunidad de desaparecer.
Entonces renuncié al piano y opté por la poesía con la intención
de escribir elegías. Voy a decir cómo (V. esta palabra)
CÓMO
Para escribir elegías, es necesario saber cómo está hecha
una elegía. Y para saber cómo está hecha una elegía, sólo hay que proceder como
con un motor. Deben seleccionar una elegía standard, desarmarla y estudiar las
partes que dispusieron sobre una mesa.
Como la elegía no tiene una forma particular (pueden darle aquella
que más les convenga) ni dimensiones fijas (puede ser larga, corta o entre
estar entre una y otra), ustedes tienen que buscar aquello que la distingue de
otros géneros poéticos. Bueno, el examen no revela nada particular, excepto,
tal vez, un porcentaje de pasado superior a lo normal. Es bastante raro
encontrar verbos en futuro en una elegía. Y cuando hay uno, generalmente está
en forma negativa. Ej.: Nunca más te veré sonreirme. El poeta elegíaco
es decididamente pesimista.
Una vez que examinaron todo, rearmen su elegía, giren y escuchen
cantar al motor. La diferencia está ahí. La elegía da un tono específico,
reconocible entre todos, como los armónicos menores de los relojes. El tono del
reproche y del resentimiento.
Por lo tanto, escribir elegías es muy fácil. Deben leer muchas
(aunque no demasiadas, porque en verdad son bastante deprimentes) y, si tienen
oído y predisposición elegíaca, van a poder hacerlo.
Se hace, de hecho, solo. En fin, así lo hice yo (V. Hacer).
De Esta historia es la mía. Pequeño diccionario autobiográfico de la elegía (Zindo & Gafuri, 2015)
Traducción de Patricio Grinberg
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