La leyenda de que, nueve meses
después de su muerte, Dante se le apareció a uno de sus hijos en un sueño y le
dijo dónde encontrar los últimos trece cantos del Paraíso, que hasta entonces se creía que no había escrito.
De una de las primeras reseñas
de Prokofiev, en el New York Times:
Hay unos cuantos pasajes, sólo
unos cuantos, en los que apenas se reconoce un parecido con lo que hasta ahora
se ha considerado música.
La mejor obra de arte jamás
vista, calificó Karlheinz Stockhousen a la destrucción del World trade center.
Una mujer llamada Lorna
Wilmott, le prestó su departamento en Londres a Dylan Thomas. Y cuando regresó,
encontró que Dylan había empeñado su máquina de escribir, su fonógrafo, su platería
y su abrigo de piel.
William Blake, a los 30 años,
fue testigo de la muerte por tuberculosis de Robert, su hermano menor.
E insistió en que había visto su alma elevarse y atravesar el techo,
aplaudiendo de felicidad.
Leonardo solía asistir a las
ejecuciones, con el pretexto de estudiar las contorsiones musculares de los
ahorcados.
En 380 d. C., san Gregorio
Niceno, obispo de Constantinopla, ordenó quemar los poemas de Safo.
En 1073 d. C., el papa
Gregorio VII ordenó quemar los poemas de Safo.
Emily Dickinson dejó 1775
poemas.
Lo que equivale a poco menos
de uno por semana de su vida adulta.
No perdura nada escrito por la
mano de Dante, ningún manuscrito, ningún documento, ni siquiera una firma.
Como pintado con barro.
Horrible. Irremediable. Como los dibujos de los niños en la escuela, como
moscas aplastadas entre los dobleces de una hoja de papel. Peor.
Unos pocos de los comentarios
críticos comunes sobre Cézanne poco antes de su muerte.
Georges Seurat, quien murió a
los 31 años.
Y vendió sólo dos pinturas en
su vida.
Muchos de los poemas de
Ronsard fueron musicalizados en vida.
Sordo desde los 16 años, nunca
los escuchó.
Ouspenski, al comienzo mismo
de la primera guerra mundial, notando en camión militar cargado de muletas.
Para piernas que todavía no se
perdían.
Vaslav Nijinski pasó los
últimos treinta y dos años de su vida en un manicomio.
Treinta y dos.
Vladimir Mayakovski en Nueva
York, en1925:
La mugre es peor que en Minsk.
Y es increíble lo asqueroso
que es Minsk.
Brahms tenía ojos azules.
Abraham Lincoln también.
Y Hitler.
Pintando en la corte del
sultán Muhammad II, en Constantinopla, Gentile Bellini improvisó una cabeza muy
austera de Juan el Bautista.
El sultán la consideró poco
realista y, de pronto, decapitó a un esclavo que pasaba, para ayudar a Bellini
con el modelo de su obra.
Goethe escribió Werther en cuatro semanas.
A los 33 años, habiendo ya escrito varios de sus poemas más famosos, las ganancias de Edwin Arlington Robinson como autor ascendían a siete dólares.
Me gusta el paisaje, pero prefiero sentarme de espaldas a él.
Dijo Gertrude Stein.
En la segunda guerra mundial,
los nazis profanaron adrede la tumba de Heinrich Heine en Montmartre.
Nelly Sachs y Paul Celan,
algunos años después, llevando en silencio flores a la tumba.
De Punto de fuga (Verdehalago, 2011)
Traducción de Verónica Martínez Lira y Alejandra Reta Lira
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