RAZONES
PARA ESCRIBIR POESÍA
Entonces
vi a mis padres. Lo recuerdo claramente. Ella nos miraba jugar detrás de la
ventana. Él veía un programa de televisión que alternaba con la lectura del
periódico. No estaban muertos. Eran, eso sí, muy jóvenes (más de lo que yo soy
ahora) y hacía un calor inquietante y húmedo como corresponde a los veranos del
trópico. Una vez la vi bañarse a través del ojo de la cerradura. Oh cómo
recuerdo sus pechos temblando lentamente bajo el agua fría, el tenue aletear de
los murciélagos, el angustioso croar de los sapos y las ranas. De pronto, el
golpe seco y definitivo de mi padre. En verdad no recuerdo si me dio o no un
golpe. Sólo sé que poseí por un instante la belleza. Y que en ese instante la
perdí para siempre.
EL
MILENIO ESTÁ A PUNTO DE ACABARSE
Pero las
estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa girando y los peces abren y
cierran sus bocas como hace siglos. En algún lugar de la India los tigres
machos luchan entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque cercano
los conejos devoran las mismas plantas y raíces que alimentan la tierra.
Debería hablar de la contaminación y del petróleo, debería hablar de plagas
innombrables, del hambre que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes
radioactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema, midiendo sus palabras,
eligiéndolas con amor y cuidado, con cólera y con resentimiento. Entonces me
miro en el espejo y sólo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en
blanco.
Escribo esto porque me siento solo. Porque
las palabras me han abandonado. Porque ella no estará más.
BISONTES
Antaño
los bisontes manchaban la llanura
de un
claro y suave marrón.
Sus
pezuñas hollaban sin miedo esta hierba.
Era su casa.
Su vasto
dominio que
nadie se atrevía a profanar.
Los
veranos
migraban
hacia el norte donde el sol se apaga.
Los
inviernos hacia el sur
donde languidecen
las estrellas.
Camino a
Montana he visto Bisontes.
Lejanos y
míticos bisontes aguardando una estampida,
un estrépito
de pájaros, un canto de guerra.
Si hubo
algún Dios en estas tierras
debió tener
cara de bisonte.
De Derrota del otoño (filodecaballos, 2003)
No hay comentarios:
Publicar un comentario