martes, 16 de junio de 2015

Tres poemas de Eduardo Chirinos


RAZONES PARA ESCRIBIR POESÍA

Entonces vi a mis padres. Lo recuerdo claramente. Ella nos miraba jugar detrás de la ventana. Él veía un programa de televisión que alternaba con la lectura del periódico. No estaban muertos. Eran, eso sí, muy jóvenes (más de lo que yo soy ahora) y hacía un calor inquietante y húmedo como corresponde a los veranos del trópico. Una vez la vi bañarse a través del ojo de la cerradura. Oh cómo recuerdo sus pechos temblando lentamente bajo el agua fría, el tenue aletear de los murciélagos, el angustioso croar de los sapos y las ranas. De pronto, el golpe seco y definitivo de mi padre. En verdad no recuerdo si me dio o no un golpe. Sólo sé que poseí por un instante la belleza. Y que en ese instante la perdí para siempre.



EL MILENIO ESTÁ A PUNTO DE ACABARSE

Pero las estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa girando y los peces abren y cierran sus bocas como hace siglos. En algún lugar de la India los tigres machos luchan entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque cercano los conejos devoran las mismas plantas y raíces que alimentan la tierra. Debería hablar de la contaminación y del petróleo, debería hablar de plagas innombrables, del hambre que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes radioactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema, midiendo sus palabras, eligiéndolas con amor y cuidado, con cólera y con resentimiento. Entonces me miro en el espejo y sólo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en blanco.
     Escribo esto porque me siento solo. Porque las palabras me han abandonado. Porque ella no estará más.



BISONTES

Antaño los bisontes manchaban la llanura
de un claro y suave marrón.

Sus pezuñas hollaban sin miedo esta hierba.
Era su casa. Su vasto
dominio que nadie se atrevía a profanar.

Los veranos
migraban hacia el norte donde el sol se apaga.
Los inviernos hacia el sur
donde languidecen las estrellas.

Camino a Montana he visto Bisontes.
Lejanos y míticos bisontes aguardando una estampida,
un estrépito de pájaros, un canto de guerra.

Si hubo algún Dios en estas tierras
debió tener cara de bisonte. 


De Derrota del otoño (filodecaballos, 2003)

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