jueves, 11 de junio de 2015

Dos poemas de David Rosenmann-Taub

  
  Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!

  Cómo me gustaría jamás haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido.

  Cómo me gustaría lograr morirme ahora,
libre de lo de ayer, lograr morirme ahora,
dejar correr el tiempo, lograr morirme ahora.

  Cómo me gustaría rodar por el vacío,
libre de lo de ayer, rodar por el vacío,
dejar correr el tiempo, rodar por el vacío.

  Cómo me gustaría ser el cero del polvo,
libre de lo de ayer, ser el cero del polvo,
dejar correr el tiempo, ser el cero del polvo.

  Para no cavilarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en Ti para no ser.
Cavílame en tu nada, no me hagas volver nunca.
¡Dios mío, yo creyera para nunca creer!

  Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga
                         sola bajo la lluvia,
¡cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga
                         sola bajo la lluvia!

  Dicen que fue la muerte la causa de la vida,
y la vida – ¿la vida? – la causa de la muerte.
Pero, ahora, mi muerte la causa de mi vida.

  Yo qué: furgón deshijo – destello – de la muerte.
¿Me repudias, ovario, por ímprobo deshijo?
Me has arrastrado al éxodo tan candorosamente

  que tu candor me duele – ultrajante alarido –,
que tus lianas me duelen – dignas uñas lumbreras –:
cómo me gustaría jamás haber nacido,

  cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!

  cómo me gustaría rodar por el vacío:
la más oscura ciénaga sola bajo la lluvia.
Cómo me gustaría olvidarte, Dios mío.
Cavílame en tu nada. ¡No me hagas volver nunca!



DEL ASESINO

Ogros. Birretes. Palcos
de chaya. Sismos. Luces de bengala.
Cárcavas. Bucles. Arlequines. Sapos.
Bocinas. Onomancias.

Volutas de cerveza. Trinos. Ganglios.
Odaliscas decrépitas. Canastas.
Violín de quiltros. Rehilanderas. Párvulos.
Caballos. Proyectiles. La fanfarria

trituraba tableros.
Fumaba el pasto. El hontanar plañía.
Descarrilaba el tren de las estrellas.

La luna - un antifaz - te había puesto
sortijas de lascivia.
Tus nervios, sémola de mi conciencia,

los añicos bordaban.
Te impelí por el vértigo
con mis delgados obstruidos hierros.
Apuré el ascua acial, la cataplasma,

la frenética vaina
mía ya tuya, el abedul guerrero,
las vegas de estupor y contubernio,
la protesta de alhajas.

Perifollos,
tus ojos, estridentes, numerosos,
sofocaban el ruido de la noche.

Con regalo de tiznes te oliscaba
el parque. Un ángel, en cimeras zarzas,
se masturbaba con los ruiseñores.

Rugiste: necio cirio:
mercantiles cristales
aprensivos,
moliéndose: los alpes

del fastidio
bruñeron, acicates,
tus oficios,
tu cencerro vinagre,

tus infalibles dalias,
tu reptil:
los cúmulos de hazañas,

fraudulentos.
Y, abisal, me encontré –berenjenín–
con tus dedos atados a mi cuello.

http://www.rosenmann-taub.uchile.cl/

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