Escribir un poema no es muy distinto de cavar un hoyo. Es
trabajo. Se intenta aprender lo que se puede de otros hoyos y de las personas
que los cavaron antes que nosotros. La dificultad viene de aquellos que no
cavan ni se pasan el tiempo dentro de hoyos, y que creen que estos hoyos no
deberían ser tan húmedos, ni oscuros, ni llenos de gusanos. "¿Por qué no
está tu hoyo lleno de luz?". Es que es un hoyo, señor.
Quizá no podemos conocer las verdaderas razones de nuestro
llanto. Quizá no lloramos por, sino cerca o alrededor.
Un director quería que la joven Shirley Temple llorase en una
escena de su película y le dijo que “un hombre feo, verde con los ojos color
sangre había secuestrado a su madre”. Temple lloró y la cámara filmó. Tanto Temple
como su madre se enfadaron al enterarse de innecesario engaño del director,
pues la joven ya sabía llorar a voluntad si la escena se rodaba por la mañana,
antes de que los acontecimientos del día ”diluyeran su ánimo melancólico”. “Llorar
es demasiado difícil después de comer”, afirmó Temple.
En ocasiones, los cuerpos de los pacientes con “muerte
cerebral” secretan lágrimas cuando les extirpan los órganos. Qué extraño es
decidir el sujeto de esta frase. Por ejemplo, no diré que los cuerpos de los
futbolistas secretan lágrimas cuando ganan la copa del mundo, aunque sea igual
de cierto.
“Romper” a llorar parece el verbo adecuado, como si las
lágrimas fueran acumulándose en una membrana hasta que esta acaba por ceder,
hasta que la frontera entre el cuerpo y sus lágrimas se disuelve, hasta que el
yo ciudadano entra en la nación del llanto. O quizá es que el propio yo se
vuelve lágrimas y se rompe en gotas pequeñas y cálidas.
Una queja en Amazon sobre una muñeca que llora que algunos
días también puede describirme a mí:
La muñeca llora, pero luego no hace nada más. Después de los
lloros se oye un ruido mecánico dentro de la muñeca (como si intentara hacer
algo), pero no pasa nada. El ruido continúa hasta que la apagas manualmente.
El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los
peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y comenzamos a
llorar por el hogar que habíamos perdido.
Desde hace mucho tiempo se viene diciendo que los elefantes
lloran lágrimas de emoción, aunque desde hace exactamente el mismo tiempo los
observadores escépticos han replicado que los animales sólo lloran en respuesta
al dolor físico. Lloren o no, los elefantes son célebres por el duelo que
profesan a sus muertos. En 1999, Damimi, una elefanta en cautividad de setenta
y dos años “murió de pena” después de que su joven amiga elefanta falleciese al
dar a luz. Según la BBC, “los empleados del zoo dijeron que derramó lágrimas
sobre el cuerpo de su amiga y luego permaneció inmóvil en su cercado durante
días”. Finalmente murió de inanición.
El día que nació mi hija, el ginecólogo pasó a verme durante
su ronda de visitas. Quise preguntarle qué le había obligado a hacerme la
cesárea, qué había causado la infección que le obligó a practicar la cirugía.
No recuerdo cómo planteé la pregunta, pero recuerdo con absoluta precisión su
respuesta: "La vagina es un sitio sucio". ¿Qué libro me habría
gustado arrojarle a la cara? Nuestros cuerpos, nuestras vidas. Amazon
calcula que el peso de su edición en tapa dura es de medio kilo.
En la universidad, los estudiantes han calculado que es
imposible que todos los seres humanos de la tierra lloren lo bastante en un día
para llenar el más breve de los ríos del mundo. Sin embargo, si cada uno se
comprometiera a derramar cincuenta y cinco lágrimas, podríamos llenar una
piscina olímpica.
Se dice que lloramos cuando fracasa el lenguaje, cuando las
palabras ya no pueden transmitir adecuadamente nuestro dolor. Cuando mi llanto
no está suficientemente exento de palabras, me golpeo la cabeza con los puños.
De El libro de las lágrimas (Tránsito, 2020) Traducción de Magdalena Palmer
No hay comentarios:
Publicar un comentario