ATENTA
Cuando encontré
la puerta
me encontré
con que las
hojas del parral
hablaban
entre ellas, susurrando.
Al notarme,
retuvieron su aliento verde, incómodas,
como los hombres
cuando abotonan sus abrigos
fingiendo
que se estaban yendo ya,
como si la
conversación
hubiera
terminado justo antes de que una
llegara.
Me gustó,
sin embargo,
lo que
alcancé a entrever
de sus ocultos
gestos.
Y me gustó
el susurro de sus voces secretas.
La próxima
me moveré
muy lentamente,
como la luz
del sol, abriendo
la puerta
de a milímetros,
y escucharé
tranquila
sin hacer
ruido.
EL SECRETO
Dos chicas, en un verso
súbito, descubren
el secreto de la
vida.
Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron
(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no sé en qué consistía
ni siquiera
cuál era el verso. Ahora no tengo
dudas, pasada más de
una semana, de que olvidaron
el secreto,
el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,
y por amarme por
el verso que escribí,
y por olvidárselo
de modo que
mil veces más, hasta que las alcance
la muerte, pueden descubrirlo
de nuevo en otros
versos
en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por
suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.
VIVIR
Es el fuego en las hojas y en el pasto
tan verde que parece
cada verano el último verano.
tan verde que parece
cada verano el último verano.
Sopla el viento, las hojas
se estremecen al sol,
todos los días el último día.
se estremecen al sol,
todos los días el último día.
Hay una salamandra
roja, muy fría
y fácil de atrapar,
roja, muy fría
y fácil de atrapar,
que mueve, como en sueños,
sus delicadas patas y su larga cola.
Dejo la mano abierta para que pueda irse.
sus delicadas patas y su larga cola.
Dejo la mano abierta para que pueda irse.
Cada minuto el último minuto.
De Cada verano el último verano (Zindo & Gafuri, 2018)
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg y Alejandro Crotto
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