jueves, 4 de octubre de 2018

Eduardo Padilla - Cinco fragmentos de Hotel Hastings




1.

Dejé la escuela y me fui vivir a East Hastings con todos lo demás fantasmas.
Aquel mausoleo
me abrió sus puertas
como a un hijo que vuelve de la guerra perturbado
pero lleno de gratitud.
Tres pisos de gris angostura
montada encima de una carnicería
donde las moscas bailaban en líneas
la danza que junta a los vaqueros
bajo el hospicio
de la cabeza de cerdo
que flotaba, divina,
en el cielo del escaparate.
Cabeza de neón rosa
¿sólo a mí me cerraste el ojo?
¿sólo yo soñé
que tú intercedías por nosotros,
los niños muertos
de East Hastings?




7.

Cómo puedo describir Vancouver
si apenas sé describir una silla.

Hay un océano enfrente
y una isla que separa
a los monstruos.
¿Qué pasaría si no hubiera una isla?
¿Se comería el mar a Vancouver?
¿La dormiría en su pecho?

Aquí todo es limpio y estéril,
toneladas de aburrimiento vertical
en el distrito financiero.
Los nuevos tótems no tienen la gracia
de los antiguos—
¿qué es un tótem sin sus animales?
Es la ciudad de Vancouver.

Mejor no vengas.




9.

Hay color en Vancouver,
hay grises y blancos.
Mucho gris, sobre todo.

Un azul deprimido.

Hay también mucho verde, sabes,
a los canadienses les salen árboles
de todas partes.
Pero sólo en verano el verde sale a pregonar.

El resto del año es un glaucoma

un velo mortuorio hecho de asbestos

un burócrata que te va aplastando lento,
sin que te duela.




40.

Volvemos de la expedición
con cerveza y drogas
para todos.
Algunos gritan conmovidos
cuando ven el Super Nintendo
que hemos rescatado
de una casa de empeño.

Es una sensación de alegría comunal
que no había tenido nunca
y que no he vuelto a sentir
hasta la fecha.




42.

Recuerdo
el panquecito de arándano
que compré un día de otoño
y nubarrones negros.

Lo compré en un centro de ayuda
para mentes quebradas
allá donde Hastings
frota sus escamas
contra los muros del Barrio Chino.

Quién necesita esperanza
cuando hay pastelitos de arándano.

En efecto, no había luz en aquel lugar,
sólo había muffins
de ámbar,
radiantes
panquecitos de cristo
guiando nuestros pasos
sobre la negrura.




De Hotel Hastings (Ediciones Cinosargo, 2018)

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