SOBRE CHATARRAS
Esto
porque fuimos criados en un lugar donde no había
juguetes
fabricados. Esto porque teníamos que
fabricar
nuestros juguetes: eran vaquitas de hueso,
pelotas
de media, automóviles de lata. También
hacíamos
de cuenta que un sapo es una vaca ensillada y andábamos en sapo.
Otra
era oír en los caracoles los orígenes del mundo.
Me
sorprendí mucho cuando, más tarde, tuve que vivir
en
la ciudad. En la ciudad, un día, le conté a mi mamá
que
había visto en la Plaza a un hombre montado en un caballo de
piedra
mostrando un cuchillo largo en lo alto. Mi
mamá
me corrigió que no era un cuchillo, era una espada.
Y
que el hombre era un héroe de nuestra historia. Claro
que
yo no tenía educación de ciudad para saber que
un
héroe era un hombre sentado en un caballo de piedra.
Ellos
eran personas antiguas de la historia que algún día
defendieron
nuestra Patria. Para mí aquellos hombres
encima
de la piedra eran chatarra. Serían chatarra de la historia.
Porque
me parecía que una vez en el viento, esos
hombres
serían como trastos, como cualquier pedazo
de
camisa en el viento. Yo me acordaba de los espantapájaros
vestidos
con mis camisas. El mundo era una
cosa
complicada para un chico que había venido del campo.
No
vi nada más lindo en la ciudad que
un
pajarito. Vi que todo lo que el hombre fabrica
se
convierte en chatarra: bicicleta, avión, automóvil. Sólo lo que no
se
convierte en chatarra es ave, árbol, rana, piedra. Hasta una nave espacial
se
convierte en chatarra. Ahora pienso que una garza del pantano
es
más linda que una nave espacial. Pido disculpas
por
cometer esa verdad.
CEPILLO
Yo
tenía ganas de hacer como los dos hombres que
vi
sentados en la tierra cepillando hueso. Al principio creí
que
aquellos hombres no estaban bien. Porque se la pasaban
sentados
en el suelo todo el día cepillando hueso. Después
aprendí
que aquellos hombres eran arqueólogos. Y que
hacían
el servicio de cepillar hueso por amor. Y que
querían
encontrar en los huesos vestigios de antiguas
civilizaciones
que estarían enterradas por siglos
en
aquel suelo. Entonces pensé en cepillar palabras. Porque
había
leído en algún lugar que las palabras eran
caparazones
de clamores antiguos. Yo quería ir detrás de los
clamores
antiguos que estaban guardados dentro de las
palabras.
Yo sabía también que las palabras poseen
en
su cuerpo muchas oralidades remontadas y muchas
significancias
remontadas. Quería pues cepillar las
palabras
para escuchar la primera mueca de cada una,
Para
escuchar los primeros sonidos, aunque todavía
bígrafos.
Empecé a hacer eso sentado en mi
escritorio.
Pasaba horas enteras, días enteros
dentro
de mi cuarto, encerrado, cepillando palabras.
Entonces
mis amigos preguntaron, ¿qué hacía todo el día
encerrado
en aquel cuarto? Les respondí, medio
entresoñado,
que estaba cepillando palabras.
Les
pareció que yo no estaba bien. Entonces tiré
el
cepillo afuera.
CORUMBÁ
REVISITADA
La
ciudad todavía no se despertó. El silencio del lado de
afuera
es más espeso. Doblados sobre la oscuridad
duermen
los girasoles. Estoy andando sin rumbo como
moscas
sin tino- El sol viene todavía apoyado en una bandada
de
golondrinas. Busco un sendero de cabras que
antes
me llevaba a un pueblo de pescadores. Bajo
por
el sendero. Me deslizo por las piedras todavía
mojadas
de rocío. Pasa por mí una brisa con alas de
garzas. Las garzas están por bajas a las
orillas del río.
El
río está bufando de lleno. Hay monos todavía en los
árboles
ribereños. Después los monos subirán a los
árboles
de la ciudad. El río está estirado de ranas hasta las
rodillas.
Llego al puerto de los pescadores. Hay canoas
amarradas
y mujeres destripando pescados. Al lado los
chicos
juegan a las zancadillas. Todavía no desapareció
el
rocío de las piedras. Barcazas de venta ambulante se balancean
en
las aguas del río. Busco mis vestigios en estas arenas.
Yo
recibía los pétalos de sol justo en mí. Quería conocer
El
sueño de aquellas garzas a la orilla del río. Pero no fue
posible.
Ahora no quiero saber más nada, solamente quiero
perfeccionar
lo que no sé.
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