IDEAS
Una idea es un pensamiento. Es un
pensamiento que abarca más de lo que crees cuando se te ocurre. Pero en ese
instante inicial salta una chispa. En una tira cómica, si alguien tiene una
idea, se enciende una bombilla. Ocurre en un instante, como la vida.
Sería estupendo que la película
entera se te ocurriera de una vez. Pero, en mi caso, me llega a fragmentos. El
primero es como la piedra Rosetta. Es la pieza del rompecabezas que indica
dónde va el resto. Es una pieza esperanzadora.
En Terciopelo azul fueron primero unos labios rojos, unos jardines
verdes y la canción, la versión de “Blue Velvet” de Bobby Vinton. Después llegó
una oreja tirada en un campo. Y ya está. Te enamoras de la primera idea,
de una piececita minúscula. Y en cuanto la tienes, el resto llega con el
tiempo.
TERAPIA
Una vez fui al psiquiatra. Estaba
haciendo una cosa que se había convertido en un patrón que se repetía en la
vida y pensé: “Bueno, debería hablar con un psiquiatra”. Cuando entré en la
consulta le pregunté: “¿Cree que este proceso podría afectar de algún modo mi
creatividad”. Y el psiquiatra me contestó: “Bueno, David, debo serte sincero:
podría ser”. Le di la mano y me marché.
SUEÑOS
Me encanta la lógica de los
sueños; sencillamente me gusta cómo funcionan los sueños. Pero rara vez he obtenido
alguna idea de los sueños. Sacó más ideas de la música o simplemente de salir a
pasear.
Sin embargo, el guion de Terciopelo
azul me planteó muchos problemas. Escribí cuatro versiones diferentes. Y hacia
el final me encontré con ciertas dificultades. Entonces, un día estaba en la
oficina y se supone que debía entrar y reunirme con alguien de la oficina de al
lado. En la oficina habría una secretaria y le pedí un papel porque de pronto
había recordado un sueño que habría tenido la noche anterior. Ahí estaba. El
sueño contenía tres pequeños elementos que solventaban todos los problemas del
guion. Es la única vez que me ha pasado.
LA CAJA Y LA LLAVE
No tengo ni idea de lo que son
SENSACIÓN DE LUGAR
En el cine es fundamental la idea
de lugar, porque quieres entrar en otro mundo. Cada historia posee un mundo
propio, un ambiente y una atmósfera también propios. De modo que uno intenta
aunar toda una serie de cosas —de pequeños detalles— para crear esa sensación
de lugar.
Tiene mucho que ver con la
iluminación y el sonido. Los sonidos que entran en una sala pueden ayudar a
pintar su mundo y hacerlo mucho más pleno. Aunque muchos decorados son lo
bastante buenos para un plano general, creo que deberían poder aguantar un
escrutinio de cerca para que se luzcan los detalles. Quizá en realidad no los
veas todos, pero de algún modo tienes que tener la impresión de que están
presentes para sentir que se lugar es real, que es un mundo de verdad.
FUEGO
Sentarse frente a un fuego
hipnotiza. Es mágico. Me ocurre lo mismo con la electricidad. Y el humo. Y las
luces parpadeantes.
LA LUZ EN UNA PELÍCULA
A menudo, en una escena, la
habitación y la luz juntas significan un estado de ánimo. Por tanto, incluso
aunque la habitación no sea perfecta, puedes trabajar la iluminación hasta que transmita
la sensación correcta para que refleje el mismo estado de ánimo que la idea
original.
La luz puede cambiarlo todo en
una película, incluso un personaje.
Adoro ver salir a la gente de la
oscuridad.
EL TÍTULO
Un día todavía al principio del proceso,
hablando con Laura Dern, me enteré de que su actual marido, Ben Harper, es de
Inland Empire, en Los Ángeles. Estábamos charlando y Laura lo mencionó de
casualidad. No sé cuándo surgió, pero se lo dije: “Ese es el título de la
película”. Por entonces yo todavía no sabía nada sobre la película. Pero quería
titularla INLAND EMPIRE.
Mis padres tienen una cabaña de
madera en Montana. Y un día mi hermano, limpiando la cabaña, encontró un álbum
de recortes detrás de un armario. Me lo mandó, porque era mi álbum de cuando
tenía cinco años, de cuando vivíamos en Spokane, Washington. Abrí el álbum de
recortes y la primera fotografía era una vista aérea de Spokane. Y debajo podía
leerse: “Inland Empire”. De modo que deduje que iba por el buen camino.
FELLINI
Estaba rodando un anuncio en Roma
en el que trabajaba con dos personas que también habían colaborado con Fellini.
Fellini estaba hospitalizado al norte de Italia, pero nos enteramos de que iban
a trasladarlo a Roma. De modio que les pregunté si les parecía factible pasar a
saludarlo. Me contestaron que intentarían concertar una cita. Hubo un intento
de encuentro que no prosperó el jueves por la noche, pero a la noche siguiente
fuimos a verlo. Serían las seis de la tarde, en verano: una tarde bonita,
cálida. Entramos dos de nosotros y nos condujeron hasta la habitación de
Fellini. Había otro hombre en el cuarto que mi amigo conocía, de modo que se
acercó a charlar con él. Fellini me indicó que me sentara. Él estaba en una
silla de ruedas pequeña ubicada entre las dos camas, me cogió la mano y, allí
sentados, conversamos una media hora. No creo que le preguntara gran cosa. Me limité
a escucharlo con atención. Me habló de los viejos tiempos: de cómo eran
entonces las cosas. Me contó anécdotas. Me gustó estar con él. Y luego nos
fuimos. Eso fue la noche del viernes; el domingo, Fellini entró en coma y ya no
se recuperó.
De Atrapa el pez dorado (Editorial sudamericana, 2009)
Traducción de Cruz Rodríguez Juiz
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