Qué tan bueno debe
ser un poema
antes de que
decidamos publicarlo o dárselo a leer a los demás
se puede decidir
aplicando las siguientes reglas: pregúntate 1) ¿Es extraordinario?
¿Disfruto cada vez
que lo leo?¿Dice algo que yo no sabía
antes de sentarme a
escribirlo? y 2) ¿Me convierte en alguien mejor,
o más sabio, o las
dos cosas? ¿o pueden las dos no estar
separadas? 3) ¿Es
realmente mío
o lo robé de otro
lugar? (Esto a veces sucede,
aunque no con tanta
frecuencia) 4) ¿Revela algo sobre mí
que no querría que
nadie supiera? 5) ¿Es suficientemente “moderno”?
(más sobre esto en
breve) 6) ¿Es mi propia “voz”?
Además, está claro,
de las preguntas más obvias, como
7) ¿Hay alguna
incomodidad no deseada, efectos baratos, intentos infundados de obtener
atención
fanfarronadas,
ñoñerías, pseudo profundidad, trucos pasados de moda,
fragmentos de sueños
mal incorporados, y otras basuras del tipo “bésame, soy poético”?
¿Está libre de esto
mi poema? 8) ¿Se mueve fluida y velozmente
de la excitación al
sueño para luego llegar desbordando razón
con pureza y solidez
y alegría? 9) ¿Es del tipo de poema
que yo envidiaría si
otro lo escribiera? 10)
¿Estaría feliz de
irme al Paraíso con este poema abrochado en mi
chaqueta angelical
como en una pasarela?¿En serio? Y si puedes responder que Sí a todos estos
puntos
menos al 4, cuya
respuesta debe ser No,
entonces puedes
mostrarlo, al menos en ese momento.
Yo volvería a
mirarlo, de todos modos, quizás en un par de horas, después en una o dos
semanas,
y después en un mes,
momento en el que
probablemente te
sientas seguro.
Volver a leer un
poema ciertamente causa angustia
en muchos casos,
pero eso es algo que un escritor debe aprender a sobrellevar.
porque sin eso sería
como una gallina que nunca sabrá qué está haciendo,
mientras va
pavoneándose y aleteando por la vida.
En la escritura
el dolor es
relativamente poco. No necesitamos volver a hablar de esto
salvo en el miedo de
“haber perdido el talento”,
del que voy a hablar
enseguida. Este miedo
es un miedo
perfectamente lógico para los poetas,
y todos ellos, de
tanto en tanto, lo sentirán. Es muy raro
pero eso que uno
hace mejor y de lo que depende su felicidad
en gran medida,
depende de factores
que parecen estar
fuera del control de uno. Porque ¿de dónde viene
la inspiración?
¿Se quedará feliz en
su habitación o me visitará esta noche?
¿Soy ya demasiado
viejo para que me bese? ¿Le gustará más aquel chico que yo?
¿Soy un viejo cerdo
consumido? ¿Es este el fin? ¿Perdí
ese dulce don que
tuve la semana pasada,
el mes pasado, el
año pasado, la década pasada, que les gustaba a todos
y especialmente a
mí? Ya no puedo sentir su tibieza—
lo perdí. Y cuando
escribes un nuevo poema
que te gusta, te
olvidas de esa angustia, y así hasta tu muerte,
tras la cual serás
recordado, no por “haber mantenido tu talento”,
sino por lo que
escribiste, más allá de tus preocupaciones y tus miedos.
La verdad, me
parece, que nadie pierde su talento,
aunque a veces
podemos traspapelarlo —en intentos por permanecer en el pasado,
en aventuras
inútiles pensadas para complacer a esos a los que,
si uno pudiera ver
claramente, no quisiera complacer,
en libretos de
ópera, o incluso en la propia vida
en alguna parte.
Pero casi siempre puedes encontrarlo, quizás en la búsqueda de nuevas formas
o no en una forma,
sino en la (aparente) falta de ella —
en el “stream of
consciousness”. O, por el contrario, puedes tratar de traducir algo.
Renuncia a repetir
lo que tuvo éxito hace años. Busca
el éxito de algo con
lo que nadie soñó. Escribe un manual de pesca poético. Intenta un arte del
amor.
Como sea, estate
atento a aquello que temes haber perdido,
el talento que se te
traspapeló. Los únicos modos de perderlo realmente
son los daños
cerebrales serios y el estar tan atraído
por otra cosa (como
dinero, sexo, arreglar motores caros)
que te olvidas de él
por completo. Y en ese caso ¿a quién le importa haberlo perdido?
Recuerda, tu
obligación es escribir
y, en la escritura,
ser serio sin ser
solemne, ser fresco sin ser frío
ser inclusivo sin
ser necio, particular sin ser quisquilloso, femenino sin ser afeminado,
masculino sin ser
bruto, humano, manteniendo todas las gracias animales
que tenías dentro
del vientre, y ser como una bestia sin ser inhumano.
Haz que tu lenguaje
siempre sea exquisito, y fresco y verdadero.
No seas engreído.
Deja que tu emoción y compasión
te guíen. Y cada vez
que emprendas algo, llévalo hasta el fin.
De "El arte de
la poesía"; poema incluido en Un tren oculta otro tren (Zindo
& Gafuri, 2017)
Traducción de Silvia
Galup y Aníbal Cristobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario