JUNIO: UNA REMEMBRANZA
Para Guadalupe, copas en alto
Junio
era la tapa de ladrillos sin revocar
en el jardín y un varaseto siempre recién pintado de blanco,
trepan
trepan
las rosas
enloquecidas de pitiminí hacia las
celosías: junio
es esto, café
y rosquillas, hablamos y hablábamos
como felices rotativos, metrónomos
en alto, copas
frambuesa en alto y copas lustrosas
las naranjadas: eran
otra región, llovizna
casi la conversación a veces
vehemente a veces de revés la rosa para que viéramos
la hebra
blanca que nos unió por debajo y
viéramos junio, provisional
junto
a un plato de quesos y dos tiaras de
papel de plata que caerían supongo
de Orión, tricornios
papel de plata el cartero y el
telegrafista del pueblo, quizás
un hombre
tenebroso que hablaba de desórdenes y
tinteros , la mano
un cono
en auge al oído para enterarse: supo
y anunció la categoría azul prusia con que la muerte
sella
en toda su mayoría los organismos:
supo y selló la muerte quizás
intermedia
de Adelina que vistió cambray y
puntilla tal vez hacia 1920, junio
y las sombrererías, dos
asas y un sombrero redondo de paja
hoy orean el jardín, humus
el plazo
que hace crecer nuestra conversación
de sombra y lienzo blanco, palabras
en las enredaderas
del seto y rosas de pitiminí en el
varaseto recién pintado de blanco, trepan.
MI PADRE, QUE ESTÁ VIVO TODAVÍA
Mi padre, que está vivo todavía,
no lo veo, y sé que se ha achicado,
tiene una familia de hermanos
calcinados en Polonia,
nunca los vio, se enteró de la muerte
de su madre por telegrama,
no heredó de su padre ni siquiera un
botón,
qué sé yo si heredó su carácter.
Mi padre, que fue sastre y comunista,
mi padre que no hablaba y se sentó en
la terraza,
a no creer en Dios,
a no querer más nada con los hombres,
huraño contra Hitler, huraño contra
Stalin,
mi padre que una vez al año empinaba
una copa de whisky,
mi padre sentado en el manzano de un
vecino comiéndole las frutas,
el día que entraron los rojos a su
pueblo,
y pusieron a mi abuelo a danzar como
un oso el día sábado,
y le hacían prender un cigarrillo y
fumárselo en un día sábado,
y mi padre se fue de la aldea para
siempre,
se fue refunfuñando para siempre contra
la revolución de octubre,
recalcando para siempre que Trotsky
era un iluso y Beria un criminal,
abominando de los libros se sentó
chiquitico en la terraza,
y me decía que los sueños del hombre
no son más que una falsa literatura,
que los libros de historia mienten
porque el papel lo aguanta todo.
Mi padre que era sastre y comunista.
EVOCACIÓN
Mami.
Papi.
Sylvita.
La criada de enfrente.
El negro que vende escobillones.
La mulata que asoma los pezones por
la persiana.
Mi abuelo en filacterias muriéndose
de cáncer.
El jardinero quitando la maleza.
La cabeza quebrada de mi abuela sobre
la copa de un sicomoro occidental.
La tierra.
El Sinaí.
La diáspora y la aurora.
El bastión de una carrera.
La marcha de los guerrilleros cruzando
las cordilleras.
La Habana remota que abre la puerta
de sus prostíbulos,
me enfrenta a San Lázaro llagado.
Los estudios.
Las buenas noches.
El tema de la salvación.
Mi abuelo acaba de morir: lo encueran
para bañarlo con alcohol.
Yo espero detrás de una ventana a que
se muera,
a que abra la boca hebrea y diga
adiós en español.
No hay campanas.
La familia dispersa.
Todo indica favorablemente que nos
vamos de nuevo.
Y finalmente, finalmente, finalmente,
la clásica pregunta en toda
evocación.
De Bajo este cien (FCE, 1983)
De Bajo este cien (FCE, 1983)
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