ESCRITO CON UNA HEBRA DE LANA MARRÓN QUE
ENCONTRÉ POR AHÍ
Tomá el hilo y extendelo.
Colocá en uno de sus extremos a una madre
junto a unas agujas.
Distribuí cuatro paredes y formá una
habitación con un amplio ventanal que dé a un patio con plantas y una parra.
¿Es la tarde? ¿Ya anochece y es otoño?
Desplegá con tu mano el color del cielo, de las cosas y de la luz. Cuidá esos
detalles.
La madre comenzará a tejer. Soltá el hilo a
medida que lo demande.
Aprovechá ese momento porque la hebra es
extremadamente corta, apenas unos centímetros.
Cuando ya no sientas en la yema de tus dedos
el cosquilleo de la lana que va corriendo, cerrá los ojos por un momento hasta
que todo haya desaparecido.
Ese pulóver hubiese sido para vos.
PEQUEÑO TRATADO DE GEOLOGÍA DOMÉSTICA
Tengo en mis manos una piedra de canto rodado que encontré en Sierra de la Ventana. Su interior seco y compacto
permanece imperturbable acaso desde la extinción de los últimos grandes
reptiles, sin recibir el sol que iluminó la aparición de los primeros cazadores
nómades y sus pinturas rupestres, la construcción de la gran pirámide, el
ascenso y caída de Roma, el nacimiento de Jesús, los trovadores y Shakespeare,
las correrías de los tehuelches por la meseta patagónica, la Revolución de Mayo, las
esperanzas y desdichas de esta ciudad que está sobre un mar que no es un mar
sino, apenas, una entrada de ría de barro pegajoso y gris.
Si la partiese con un martillo, recibiría directamente el resplandor de
una tarde calurosa, mis miradas, los ruidos ahogados de la calle, los ladridos
del Yago. Me pregunto qué entendería de todo esto, si es que una piedra pudiese
tener algún pensamiento.
La dejo junto a la maceta, intacta.
Si no sufre algún accidente, los días y las noches, el viento y la
lluvia la erosionarán muy lentamente.
En algún momento, desaparecemos el Yago y yo, los lugares y rostros de
siempre.
Partícula a partícula se desgranará hasta que, devenida un pequeño
cascotito, exhiba por fin lo que fue ese interior seco y oscuro ante un mundo
completamente desconocido.
Para ese entonces, estas palabras y esta tarde habrán sido, apenas,
menos que imágenes fugaces en un sueño interminable.
La piedra está a la sombra de la maceta.
Almacena frescura.
De Cuadernos de Lengua y Literatura. Volumen IX,
de próxima aparición en Ediciones Liliputienses, España.
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