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Cómo puede alegrarme el brillar de este día
si tú no penetras conmigo en los bosques
donde el sol relampaguea en las negras ramas
antes tu mirada podía renovarlo
en tanto que tu dedo inscribe tu enseñanza
en la tabla de mi pensamiento que fielmente
guardó los signos y yo elevo la tímida mirada
pero mientras al borde del camino
vela la muerte en tu lugar y yo estoy en el bosque
más solitario que árboles y arbustos en la noche
un soplo de viento cruza la ladera desnuda
la claridad de mediodía que me envuelve de súbito
luce en el arqueado cielo más profunda y azul
cual la tristeza de un ojo misterioso
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Nosotros los primeros huimos tarde ya
de soportar la aproximación del juicio
nuestras rodillas cedían bajo el peso
de ser abatidos en la procesión
vivíamos entonces como en un templete
y poseíamos entre todos Un rostro
juzgábamos idéntica la luz en la ventana
del crepúsculo y del arrebol matutino
inexorablemente amábamos todos a Uno solo
cuyo amor cada cual osaba reclamar
pues nos protegía de lo débil y lo infame
nuestra dicha era casi madura y campesina
cuando lo arrebató lo que nos acusaba
desvelando un mundo maligno y finito.
De Sonetos (Ediciones Península, 1993)
Traducción de Pilar Esterlich
Nota: Entre 1915 y 1925, Walter Benjamin escribió una serie de sonetos en memoria de su íntimo amigo, el joven poeta Fritz Heinle, quien se suicidó junto a su novia, Rika Seligson, al comenzar la Primera Guerra Mundial.